La constitución geológica de Argentina se refiere a la formación y evolución del sueño argentino, que tiene sus raíces en antiguos macizos como el brasileño y el patagónico.
Estos macizos se unieron y luego se fragmentaron, dando lugar a las sierras pampeanas y a las llanuras circundantes, como el Chaco, la Mesopotamia y la Pampa.
Además, el macizo Brasilia y los movimientos epirogénicos en la Era secundaria han influido en la geografía actual del país.
constitución geológica de Argentina
La génesis geológica del suelo argentino hay que buscarla en los antiguos macizos brasileño y patagónico, que primero se soldaron para más tarde fragmentarse y dar origen a las elevaciones de la zona central de Argentina, «sierras pampeanas», que fueron sometidas a los efectos de la erosión y, con los materiales de ésta al sedimentarse, constituyeron las llanuras que las rodean: Chaco, Mesopotamia y Pampa. Una parte del continente de Gondwana estuvo formada por el macizo «Brasilia», del que existen afloramientos en la zona oriental de Argentina: Misiones y Sierra de Tandil. El macizo patagónico, independiente en los primeros tiempos geológicos, se vio sometido en la Era secundaria a movimientos basculares epirogénicos; su basamento cristalino aflora asimismo en algunas regiones argentinas. Dos importantes plegamientos se produjeron en la zona centro-occidental del país: el primero, en tiempos paleozoicos, dio origen a una serie de sierras más tarde reducidas al estado de penillanura por la erosión, pero que por el plegamiento terciario se realizaron y fracturaron, provocando una estructura en bloques, característica de las sierras del interior argentino; si el relieve es reciente, el roquedo es en cambio antiguo.
El centro-este de Argentina está integrado por llanuras. La de Mesopotamia presenta características similares a la del Chaco; su basamento antiguo muestra en los últimos tiempos una tendencia a elevarse. La llanura de la Pampa recubre el basamento cristalino con espesor muy desigual, ya que alcanza más dé 1000 m en algunos puntos y muy pocos en cambio en otros, como consecuencia de la intensa fractura que sufrió el macizo hundido; rocas antiguas emergen sobre las capas sedimentarias más modernas y forman algunas sierras que rompen la monotonía de la llanura.
La gran actividad orogénica de la Era terciaria que levantó los Alpes en Europa, plegó en el continente sudamericano la cordillera andina; el plegamiento se inició por el S a principios del periodo, a base de rocas basálticas, y continuó posteriormente más al N con andesitas y porfiritas. Al plegamiento andino acompañó una intensa actividad volcánica, que constituye hoy la característica más notable de la cordillera, volcánicas como son sus cumbres más elevadas. Pero esa actividad volcánica del suelo argentino no ha quedado reducida a la zona andina, pues en el Triásico la zona del Alto Paraná sufrió una efusión de «meláfiros» que afectó a más de 1000000 km2. En Patagonia las convulsiones volcánicas son muy posteriores (del Terciario y Cuaternario) y sus rocas más típicas, los basaltos; en los Andes la actividad, ha sido casi constante desde la época primaria y sus rocas son más variadas. El altiplano de la Puna debe algunas de sus montañas a fenómenos volcánicos recientes; una serie de volcanes se extienden en forma de arco desde Zapaleri al N hasta Socompa. De esa zona septentrional el Llullaillaco y el grupo del Anto-fallo son los volcanes más notables y mantienen manifestaciones postvolcánicas, como pequeños géiseres. En los Andes meridionales, al S de los 33°, se inicia otra zona volcánica, con el famoso Tupungato; otros volcanes de esa región son el San José, Overo y Peteroa, en los que se han producido efusiones gaseosas. También la zona preandina tiene conos volcánicos que extendieron sus mantos de lava sobre grandes superficies en sus erupciones cuaternarias; ejemplo de ellos. son el Páyún y Payún Matrú. En la zona de Neuquén el Copahué mantiene aún cierta actividad, con expulsión de gases; otros volcanes son el Domuyo y el Lanín, este último extinto. La mayor parte de los volcanes argentinos ha interrumpido su actividad, al menos temporalmente, pero algunos la conservan; hoy en día es más intensa la de los volcanes situados en los Andes chilenos.