Ceremonia con que se celebra la posesión oficial del trono por un rey.
Fig. Remate, fin.
Colmo.
Segundo diccionario: coronación
Origen de la palabra: (del latín coronatio, -ónis.)
f. Acto de coronar o coronarse un soberano.
Coronamiento, 2da. y 3era. aceps.2º artículo
Ceremonia por la cual un soberano es investido oficialmente con los poderes del Estado. Desde la antigüedad hasta los tiempos modernos, la investidura ha implicado normalmente la presentación al nuevo monarca de una corona o su equivalente por los ancianos, que actuaban en representación de los altos poderes a cuyas manos revertía la corona a la muerte del soberano (v. Corona). La coronación era un acto por el cual se creaba un soberano,-aunque en el transcurso de la historia, a medida que la sucesión se establecía con más firmeza por medio de la herencia, la coronación pasó a ser cada vez más la ceremonia de reconocimiento de un hecho ya consumado. Los elementos usuales, pero no invariables, de las ceremonias de la coronación consistían en el juramento (pronunciado por el sucesor), la unción con los santos óleos (realizada por un dignatario), investidura, coronación, entronización y homenaje (concedido al soberano como reconocimiento). Véase Homenaje; Investidura; Juramento.
Casi siempre los participantes en las ceremonias de coronación llevaban vestiduras especiales, a menudo muy recargadas, como expresión de la magnitud del acontecimiento. La pompa de la coronación, también muy complicada, simbolizaba el alegre optimismo que se suponía inherente al acto de dar la bienvenida a un nuevo soberano. Además, las ceremonias se desarrollaban muy lentamente para significar el aspecto profundo y duradero del acontecimiento y a fin de que la pompa y la fastuosidad pudieran ejercer durante más tiempo su efecto sensible y espiritual sobre todos los presentes. Estos rasgos esenciales, vestimentas recargadas, majestuosidad y lentitud, guardaban, sin duda, relación con las normas corrientes de la sociedad. Cuando la vida de la corte era ruda, la ceremonia era sencilla comparada con las ceremonias posteriores de los países europeos en épocas en que la vida diaria de la corte se hizo ceremoniosa en extremo. De manera semejante, el sentimiento público influía en el grado de complicación, por lo menos hasta cierto punto; por ejemplo, los emperadores romanos no recibían corona, en atención al sentimiento popular que repugnaba esta costumbre.
Gran Bretaña es el último de los grandes estados que conserva la práctica de esta ceremonia. La coronación de Isabel II en 1953 sólo se apartó en pequeños detalles de las normas establecidas en 1307 por el Líber regalis. Pero es quizás en la coronación de los papas donde se conserva con más pureza la tradición de esta clase de ceremonias, al renovarlas con la pompa de los tiempos en que alcanzaron todo su apogeo.