Corte y confección es el proceso artístico de diseñar, cortar y coser tejidos, principalmente para la creación de prendas femeninas como vestidos, blusas, trajes de chaqueta y faldas.
Este trabajo es realizado por modistas y ocasionalmente por sastres.
Tanto las industrias dedicadas a esta labor como quienes confeccionan en casa siguen meticulosos estándares, considerando esta actividad como un auténtico arte.
El corte y confección tiene sus raíces en la época griega, donde se valoraba la belleza, la pureza de líneas y la sencillez en las prendas.
Durante la "era victoriana", este arte se destacó por...
Es el arte de diseñar, cortar y coser tejidos, en muchos casos con fines comerciales. Este término se aplica principalmente a la confección de vestidos de día y de noche, blusas, trajes de chaqueta de géneros finos, faldas y, en general, toda clase de conjuntos femeninos. Tal cometido corresponde específicamente a las modistas, aunque también los sastres pueden eventualmente ocuparse en la confección de trajes de chaqueta y abrigos de señora, especialmente si se trata de telas gruesas estambradas.
Tanto las industrias que se dedican a esta clase de actividades como las personas que confeccionan las prendas en su casa siguen laboriosos cánones, hasta el punto de que bien podemos referirnos a su ocupación como a un verdadero arte.
Puede decirse que el corte y confección como arte empezó en la época griega, en que se presentaba estrechamente unido a la belleza, pureza de línea y sencillez. Las prendas medievales estaban recargadas en exceso. La «era victoriana» se distinguió por el empleo de géneros lujosos de brillante diseño, brocado, tisú de plata, oro y pieles, todo ello dentro de un tono elegante. El segundo Imperio, de 1852 a 1870, trajo el miriñaque y los calzones largos, y en 1880 estuvieron en boga las mangas de pernil.
La moda es muy susceptible de recibir la influencia de las distintas circunstancias de cada momento, hasta el punto de que pudiera servir de piedra de toque para pulsar tendencias psicológicas colectivas. La adaptación al teatro y al cine, en 1930, de las vidas de Isabel I, María Estuardo y otros personajes históricos, ejerció notoria influencia en la moda femenina. De nuevo surgieron las mangas huecas, frunces, volantes, lorzas y cuellos, puños de organdí o de encaje. Las versiones escénicas de obras como Lo que el viento se llevó hicieron que los creadores de la moda impusieran la cintura estrecha y la falda vaporosa, así como una particular delicadeza en los adornos. Aunque se aceptaron las líneas curvas, la vida activa de la mujer moderna requería comodidad en las prendas y ello llevó al desarrollo de ropas que permitían libertad de movimientos, como «shorts», «slacks», «culottes» y blusas camiseras. En 1940 se vio también la influencia de la II Guerra Mundial en los vestidos; se usaron trencillas y otros detalles que ponían un toque reminiscente de los uniformes y se adoptaron como colores populares los propios de las enseñas nacionales.
La modistería encuentra dos principales campos de acción: las prendas fabricadas en serie y las hechas a la medida. Las de serie se confeccionan en establecimientos especializados y de allí pasan a los comercios qué se dedican a este negocio. Las tallas corrientes son: 40, 42, 44, 46, 48, 50, 52 y 54. Algunos fabricantes lanzan al mercado lo que se conoce por tamaños medios, que llevan los números impares, por ejemplo 45 y 47.
Las prendas a la medida son las confeccionadas para una persona determinada, que previamente ha escogido el género y el modelo que le gustan y ha discutido con la modista los adornos, color y detalles de su vestido.
Últimamente se ha incrementado notablemente la costumbre de confeccionar las prendas en casa. Para ello, las mujeres cuentan con muchas facilidades obtenidas en forma de multitud de revistas de modas y por la adquisición de patrones que se venden con toda clase de detalles para el ajuste.
Cuatro puntos son esenciales en la modistería: la elección del material, color, diseño y adorno. Uno de los extremos más importantes para lograr el acabado perfecto lo constituye la selección del vestido de acuerdo con las características físicas de la persona que ha de usarlo. Así un tipo delgado puede llevar mangas huecas, cuellos amplios y frunces, mientras que a una persona gruesa sentarán mejor líneas alargadas y telas de rayas verticales, con abstención de plisados, géneros a cuadros y rayas colocadas horizontalmente. Una mujer de tronco corto ha de evitar cuidadosamente cinturones anchos; la de cuello largo, el escote en forma de V, y la de caderas poderosas, los volantes, lazos y, en general, todo lo que tienda a recordar efectos de polisón.
Los colores tienen una gran importancia en el arte de la costura y, lo mismo que las formas, deben adaptarse al tipo de quien ha de llevarlos. Por ejemplo, el azul, negro, violeta, castaño, blanco y todos los tonos de azul claro o pastel, son muy a propósito para las rubias. El verde, rojo, castaño, amarillo, marfil y negro, para las de cabello castaño, mientras que las de melenas grises se encontrarán muy favorecidas con tonos verdes y amarillos. A una mujer trigueña le sienta muy bien el negro, azul marino, naranja, melocotón, marfil y beige rosado; la morena puede elegir amarillo, naranja, carmesí, rojo, blanco y todos los colores vivos con la seguridad de que realzarán su aspecto. En cuanto a las de pelo canoso harán bien en decidirse por el azul, gris, negro, granate, lavanda, marfil o color carne.
Los adelantos en la fabricación de géneros de algodón y sintéticos han significado un perfeccionamiento en los materiales empleados en la confección de prendas femeninas. Para vestidos de noche hay una extensa y rica variedad de «chiffon», terciopelo, estampado, organdí, piqué y satín; en algunos casos también se usan finísimas telas de lana para este fin. Durante el día, la mujer viste generalmente sedas de crepé, lana, hilo, algodón, organdí, rayón y celanesa.
Algo que debe tenerse en cuenta al confeccionar vestidos es la clase de tejido que se emplea. Los de dibujos decorativos, como los géneros con hebras de oro o sedas floreadas, apenas requieren adorno; en cambio, las telas lisas admiten lorzas, plisados, bordado a mano, fruncidos, plegado a tablas o acordeón y fagotes. En términos de costura se llama orillo al borde de la tela, urdimbre al hilo que va en el sentido de la longitud de la pieza y trama al que la cruza perpendicularmente al orillo.
En la costura de géneros de crepé de lana, mezclilla y demás tejidos de lana mate, se usa hilo de algodón; lo más conveniente para hacer los ojales es la seda torzal o algodón parafinado. Las telas de algodón requieren hilo mercerizado, pero cuando son muy finas y ligeras, como la guinga, organdí, linón o indiana, debe elegirse un hilo sumamente delgado. Es importante recordar que los vestidos de hilo han de quedar holgados, porque encogen al lavarlos, y que se ha de tener mucho cuidado con la plancha en los géneros de seda y rayón por lo fácilmente que se queman.
Es esencial el encogimiento de los tejidos de lana antes de cortarlos, aunque actualmente la mayoría de estos géneros salen al mercado ya preparados desde la fábrica.
Una buena confección requiere que se cuiden las costuras, remates y dobladillos. Los modistos franceses cortan con mucho cuidado, marcan y rectifican si es necesario con tiza el lugar preciso de la abertura de la falda, los bolsillos y las costuras. Las modistillas, midinettes, de los salons franceses, son maestras en el arte de la puntada delicada, lorzas finas, costuras perfectas y dobladillos y bordados primorosos, con lo que consiguen dar a sus piezas un acabado de extraordinario atractivo. Antes del cosido definitivo, es conveniente armar las piezas con hilvanes.
La máquina de coser se usa para unir las costuras, pero los dobladillos deben hacerse a mano. Las costuras en el paño o terciopelo se terminan con un galón de seda cosido a máquina en el borde, pero a mano cuando se une el dobladillo sobre la falda. Las costuras interiores pueden ser ribeteadas, sobrehiladas o picoteadas con las tijeras.
Uno de los puntos principales en el corte son las medidas. Deben tomarse las siguientes: contorno de busto y cintura, longitud total del frente y la espalda, y parcial desde la cintura hasta el tobillo en los costados y la espalda, así como desde el cuello a la cintura, ancho de pecho, espalda, sobacos, hombros, caderas, parte superior e inferior del cuello, contorno de muñeca y parte superior del brazo.
Los patrones se compran de acuerdo con la medida del busto, pero generalmente se adaptan después al cuerpo por medio de una prueba que se verifica uniendo las piezas con alfileres. Si el hombro ajusta demasiado en el cuello, se hacen unos cortes por delante y detrás, así como en el hombro y sobaco. Un patrón puede ser agrandado todo lo necesario hasta que ajuste, añadiendo unas piezas de papel hasta alcanzar la amplitud necesaria. Hay muchos medios de diseñar patrones, pero básicamente todos son iguales. Para obtener un buen resultado de los adquiridos en el comercio es necesario seguir cuidadosamente las instrucciones que los acompañan sobre el cometido de las distintas piezas, cumplir las indicaciones correspondientes a los cortes y señales que indican la colocación correcta de la tela y observar, principalmente, cuanto se refiere al montaje de la prenda. Los patrones se hacen algunas veces copiando modelos importados o comprando un modelo de muestra en una casa de venta al por mayor.
Para copiar los patrones se usa un organdí; de este modo resulta fácil tomar correctamente todas las costuras, líneas y pliegues; estos patrones pueden servir para hacer vestidos de tamaños distintos. Los modistas franceses de fama suelen crear modelos y venderlos en otros países a los fabricantes de prendas de vestir, que los reproducen en tipos más baratos. A esta clase de modistas se les conoce en Francia con el nombre de couturiers.
Los fabricantes en serie emplean un sistema que se adapta perfectamente a sus fines. Están organizados de tal manera que poseen equipos especializados en la confección de las diferentes partes del vestido; unos confeccionan cuerpos, otros faldas y así sucesivamente las mangas, cinturones y bolsillos. Luego se arma el conjunto y se dan los últimos toques. En general, este método de producción en masa se lleva a cabo con cosido a máquina y tallas, colores, estilos y adornos normalizados. Los vestidos fabricados Lie este modo salen al mercado por medio de los grandes almacenes y otros establecimientos del ramo los venden a precios módicos. Hay un tipo de calidad superior, terminado más cuidadosamente, cosido a mano, bien rematado y con dobladillos de bordes vueltos.
La pequeña modistería realiza prácticamente todo el trabajo: proyecta, corta, ajusta las piezas y las cose.
Una modista necesita disponer de ciertos accesorios, como máquinas de coser, tijeras grandes, centímetro, agujas, alfileres, hilo, jaboncillo, hiladillo, mesa de coser, punzón, tabla de plancha, esmeril y un maniquí lo más aproximado en forma al cuerpo de la persona que va a usar el vestido. Algunas modistas hacen sus propios maniquíes. Por ejemplo, para lograr la forma perfecta de una manga, sacan un patrón sobre el brazo del cliente con una tarlatana, lo cosen y lo rellenan, corrientemente con papel de seda, de manera que quede exactamente igual al modelo. Todo el cuerpo puede ser formado de este modo, empleando algodón para ajustar las partes que requieren líneas curvas.
Cuando se coloca un patrón sobre el material, ha de cuidarse que la urdimbre y trama de la tela, así como el pelo, sigan rectos la misma dirección, para que la prenda quede igual al armarla. Los plegados se doblarán a lo largo; de este modo se consigue que caigan derechos y uniformes.
En el corte y confección realizado en casa se requiere el uso de patrones, previamente ajustados al cuerpo, y la elección acertada de la tela que convenga al tipo de modelo elegido. La primera operación consiste en colocar el género al hilo sobre la mesa con el bies en la parte superior para evitar que ceda. En los vestidos de una pieza se deben hilvanar primeramente los lados, empezando por las sisas. Se marcan las costuras y los cortes; las uniones, pliegues, bolsillos y lugares donde hayan de colocarse adornos se pasarán con un hilo de color. Las piezas se unen con alfileres, luego se hilvanan, así como los cuellos, puños, bolsillos, pliegues y, en general, todas las partes de que se componga el vestido. En la primera prueba se rectifican los defectos con alfileres, procurando ajustar la tela a la figura y eliminar cualquier arruga o flojedad. Para conseguir una buena forma de sisa se recomienda dar cortadas a los bordes de la tela doblándolos hasta que tengan una buena línea, sujetándolos entonces con alfileres y colocando luego la manga por el mismo procedimiento, después de haberle hecho también unos cortes en la parte correspondiente al sobaco. Los patrones están hechos generalmente de forma que permiten una costura de 1 cm, pero los géneros gruesos se deshilan fácilmente, por lo que conviene dejar en ellos un margen de 0,50 cm más.
Actualmente los vestidos no se forran. Las mujeres llevan debajo visos tipo princesa o rectos. El traje de una pieza goza del favor femenino por su sencillez y atractivo de línea sin adornos. Los vestidos de cintura muy marcada tienen una abertura en el cuello y otra en la parte izquierda de la falda para permitir que pasen fácilmente lo mismo a través de la cabeza que de los hombros.
Las mangas se cosen por el revés. Una costura bien terminada debe estar sobrehilada a mano; se pueden también unir los bordes doblados, hilvanarlos y finalmente coserlos. También puede rematarse la costura con un bies de la misma tela. Para una buena colocación de las mangas, deben hilvanarse con la parte más pronunciada de la curva en el punto más alto del hombro; después se cosen con puntadas ligeras. Antes de rematarlas deben quitarse todos los hilvanes. El falso puede doblarse sobre la costura fuera de las puntadas y terminarse con un dobladillo.
Los vestidos de noche se hacen regularmente de modo que marquen el cuerpo. Una buena modista, antes de cortar el género de estas prendas, lo proyecta, corta y moldea cuidadosamente en algodón basto o tarlatana.
Los dictados de la moda son tan poco estables que el drapeado puede considerarse ahora en desuso. Cuando se emplea un adorno de esta clase, muchas modistas usan aplicaciones de organdí o un buen papel de seda plegable con objeto de conseguir un resultado perfecto antes de cortar la tela. Algunas siguen el mismo procedimiento en el caso de tablas o plisados para comprobar el efecto. Los cuellos y esclavinas son piezas que de ordinario se hacen primeramente en organdí o papel.
Actualmente el arte de la confección y la moda han adquirido gran importancia para la mujer y el hombre, tanto en su aspecto comercial como en el de la confección casera. Ello se debe principalmente a la abundantísima información dedicada a estos menesteres en forma de páginas para la mujer en los periódicos de revistas especializadas, de distribución de modelos y en una ingente propaganda que ha contribuido notablemente al desarrollo de la buena costura y el buen vestir, con un sentido notable de la comodidad y la elegancia.