El Credo Niceno es una declaración de fe cristiana que se atribuye tradicionalmente al Concilio de Nicea de 325, aunque su forma actual se estableció en el Concilio de Calcedonia en 451.
Este credo, que se basa en el credo bautismal de Cirilo de Jerusalén, fue adoptado en Oriente y más tarde en Occidente con un valor litúrgico.
La controversia sobre la adición del filioque generó tensiones entre la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas orientales.
Atribuido tradicionalmente al Concilio de Nicea (325), apareció sin embargo, en su forma actual en el Concilio de Calcedonia (451), donde fue adscrito al Concilio de Constantinopla (381). Se cree que la fórmula adoptada coincidía casi enteramente con el credo bautismal utilizado por Cirilo de Jerusalén (315?-386). El nuevo credo, que sustituyó al verdadero credo niceno, fue adoptado en Oriente como credo bautismal y más tarde en Occidente con valor litúrgico. En siglos subsiguientes se agregó el filioque para afirmar la procesión del Espíritu Santo tanto del Hijo como del Padre. La negativa de Oriente a aceptar esta adición y la consiguiente controversia contribuyeron a la división entre la Iglesia Católica y las Ortodoxas orientales.