El cultivo del centeno es una práctica agrícola que se destaca por su capacidad de adaptarse a terrenos pobres y climas desfavorables.
Este cereal prospera en suelos como el barro negro, arcilloso o arenoso, y requiere un manejo específico, comenzando con el arado a principios de verano.
La siembra se realiza a una profundidad de 5 a 7 cm, y la cantidad de simiente varía según el propósito, ya sea para grano o forraje.
El centeno de invierno, el más común, se siembra entre agosto y septiembre, y su cosecha se lleva a cabo cuando las espigas amarillean.
cultivo del centeno
El centeno se adapta mejor que cualquier otro cereal a terrenos pobres y climas desfavorables. El terreno óptimo para su cultivo es el constituido por barro negro, arcilloso o arenoso y bien avenado; ha de ararse a principios de verano tan pronto como se recoge la cosecha anterior; luego se procede a rastrillarlo. La simiente debe depositarse a una profundidad aproximada de 5 a 7 cm. Si se siembra para recoger el fruto en forma de grano, se emplearán 20 l de simiente por ha; y si para forraje, de 130 a 170 l por ha.
El centeno de invierno, que es el más frecuentemente cultivado, se siembra a voleo: para pastos, entre el 20 de agosto y el 10 de setiembre; para grano, antes del 20 de setiembre. Se recolecta cuando las espigas comienzan a amarillear y a inclinarse, generalmente entre el 20 de julio y el 1 de agosto. Debe segarse y gavillarse como el trigo. Un terreno de buen rendimiento produce 2300 kg de paja por hectárea y de 560 a 700 l de grano. El centeno puede ocupar el lugar del trigo, la cebada o la avena en la rotación de cultivos. Requiere prácticamente los mismos elementos del suelo y sus efectos sobre éste son similares.