David, Jacques Louis (1748-1825) fue un destacado pintor y político francés nacido en París.
Proveniente de una familia adinerada, recibió la tutela del famoso pintor François Boucher y ganó el Premio de Roma en 1774.
Su obra, especialmente influenciada por las antigüedades griegas y romanas, lo convirtió en una figura clave durante la Revolución Francesa.
Como miembro jacobino, promovió un nuevo enfoque artístico y ayudó a fundar lo que hoy es el Louvre.
Biografía de David, Jacques Louis
(1748-1825). Pintor y político francés, nacido en París. De padres acaudalados, fue protegido por el pintor de moda François Boucher y ganó el Premio de Roma en 1774. En Italia recibió la influencia de los pintores de la escuela de Bolonia y más tarde, cuando se efectuaban las excavaciones de Pompeya y Herculano, se interesó apasionadamente por las antigüedades griegas y romanas. Regresó a París, donde su cuadro histórico, Bruto (1789), fue interpretado por los revolucionarios como un tributo a su causa. De esta suerte se convirtió en figura destacada de la Revolución Francesa, que estalló en el mismo año en que el cuadro fue expuesto. Fue elegido miembro jacobino de la convención revolucionaria. Abolió pronto la anticuada Academia de Pintura, abogó por el arte en el nuevo Estado y consiguió obtener grandes créditos para la compra de cuadros que estaban siendo sacados de Francia.
Ayudó también a fundar el Museo que más tarde se convertiría en el Louvre y organizó los grandes espectáculos republicanos de masas. Sus retratos de jefes revolucionarios tienen el valor de documentos históricos definitivos; la Muerte de Marat (1793) se convirtió en la pièta del movimiento revolucionario. El encumbramiento de Napoleón hizo de David el pintor principal de la corte. Su magnífica Coronación (1805-08) representa el momento de coronar Napoleón a Josefina como emperatriz. Al restaurarse la monarquía borbónica fue desterrado a Bruselas, por haber sido uno de los votantes en favor de la muerte de Luis XVI. Enseñó arte hasta el fin de sus días. Su discípulo principal, Jean Ingres, continuó su neoclasicismo o, más exactamente, su clasicismo revolucionario. Fue pintor de todos los estamentos sociales. Pintó a la realeza durante la Monarquía, a los revolucionarios durante la República y a Napoleón en los tiempos del Imperio. Su simpatía por cada tema parecía determinar el grado de dinamismo de la obra. De sus retratos, verdaderos estudios clásicos, quizás el más conocido sea el de Madame Récamier (1800). Solamente pintó un paisaje, el panorama que contemplaba desde su ventana mientras estuvo preso. La mayor parte de sus pinturas y dibujos se encuentran en el Louvre.