David, rey hebreo que gobernó entre el 1030 y el 960 a.C., es una figura central en la historia de Judá e Israel.
Considerado el monarca judío más influyente, su vida se sitúa entre Abraham y Cristo, marcando un periodo crucial en la tradición judeocristiana.
Su legado perdura, y el calendario cristiano conmemora su memoria el 29 de diciembre, resaltando su importancia en la cultura y la religión.
Biografía de David (rey hebreo)
(1030?-960? a. de J.C.). Rey hebreo que rigió los destinos del reino unido de Judá e Israel. Históricamente es el monarca judío más influyente. Su vida se desenvuelve cronológicamente en el punto medio entre Abraham y Cristo. El calendario cristiano celebra su fiesta el 29 de diciembre.
Su nombre.
El nombre de David se considera de ordinario propio. Sin embargo, en textos del segundo milenio antes de Cristo, hallados en las excavaciones de Mari (alto Eufrates) en 1933-38, el nombre de David aparece como título aplicado a caudillos militares. En vista de ello cabe que recibiese tal nombre por la notable innovación que representó en Israel: durante años dirigió un ejército de soldados mercenarios profesionales, consiguiendo su reinado y la posesión de Israel con ayuda de un sistema de reclutamiento que, por su eficacia, había copiado de los filisteos enemigos de Israel.
Su historia.
El empleo, desconocido por los israelitas, que supo hacer de esas tropas de mercenarios le permitió imponerse a otras tribus; por otra parte, tal innovación guerrera había de reconciliarse con el antiguo concepto de lealtad del pueblo. En las fuentes de información que poseemos sobre el reinado de David, en especial los dos libros de Samuel o libros I y II de los Reyes, puede seguirse el proceso de tal reconciliación. La lealtad de David hacia el primer rey Saúl y su familia parecen constituir con frecuencia el principal tema de esos libros. Frecuentemente se repite, por ejemplo, la prueba de lealtad de David hacia Saúl al respetar su vida cuando pudo darle muerte repetidas veces. Lógicamente la corte de David y Salomón temía que alguien pudiese remplazar a la dinastía de David, como éste había reemplazado a la de Saúl; para algunos David no fue hasta su muerte más que un mero pretendiente al trono. En I Reg. 16 se nos dice que el vidente Samuel se presentó en casa del padre de David,
Jesé (Isaí), en Belén y examinó a todos sus siete hijos presentes. Pero Yahveh le dijo que esperase a David, joven rubio, de gallarda presencia y hermoso rostro. Al entrar éste, Samuel le ungió y reconoció en él el Espíritu de Dios. David, en combate individual, armado con una honda, dio muerte al gigante Goliat. Posteriormente llegó a ser escudero del rey Saúl y su arpista. Y «el alma de Jonatás, hijo de Saúl, intimó con la de David y amóle Jonatás como a su propia vida».
Los escrituristas dicen que los celos hicieron que Saúl odiase a David, quien optó por huir. Su despedida de Jonatás (I Reg. 20), es un canto sublime a la amistad. Después David organizó una patrulla de guerrillas, formada por cientos de desterrados, y se puso al servicio del príncipe filisteo Aquís, de Geth, quien le admitió como vasallo cediéndole la ciudad de Ziqlag (Siceleg), con lo que David laboraba ahora por los enemigos de su país. Mientras David luchaba contra la amalecitas que habían atacado Siceleg, los filisteos dieron muerte a Saúl y Jonatás (I Reg. 28-29). Al finalizar el reinado de Saúl sobre Israel, se compuso y cantó un magnífico treno, que Reyes I atribuye a David. De cualquier modo David explotó el vacío político para trasladarse al E de Siceleg y ser ungido como rey de la casa de Judá en la gruta de Mamre junto a Hebrón en el sur. En Hebrón, ciudad en otro tiempo entregada a Caleb, David gobernó los siete años siguientes (c. el 1000 a. de J.C.), sobre seis subdivisiones de Judá. Allí tuvo seis hijos de diferentes esposas. Mientras tanto fueron desapareciendo los restos del ejército y familia de Saúl (tribus del norte). A la muerte de todos ellos (algunos asesinados por los generales de David), los ancianos de Israel se presentaron en Hebrón para ofrecer a David el reino, pues preferían su Gobierno a la anarquía. David hizo uso de sus mercenarios para conquistar Jerusalén, que se hallaba en poder de los cananitas, con su castillo septentrional de Sión. Aquí levantó su palacio, la Ciudad de David, en cuya construcción intervinieron los fenicios de Tiro con una técnica todavía desconocida en Israel. Entonces comenzó una poderosa expansión, en que quedaron sometidos Damasco y las tierras que se extienden hasta el Golfo de Akaba.
Función de David en la religión
A pesar de su inmenso y complejo poderío, David construye sobre las tradiciones mosaicas. Le vemos danzar de júbilo ante el Arca de la Alianza (II Reg. 6) cuando llega ésta a Jerusalén. La coordinación del nuevo reinado de David con el reinado de Jahveh sobre Israel queda ilustrada por: 1) el papel desempeñado por Natán; 2) la nueva literatura y 3) el censo.
Natán.
En los últimos años de David se produjo una serie inacabable de disturbios ante el problema sucesorio. Expulsado a Jordania oriental por su hijo Absalón, que instauró un dominio efímero en Jerusalén, fue repuesto por el ejército., Otro de sus hijos provocó una sublevación, sin que David hiciese nada por conjurarla. La decisión fue forzada por el profeta Natán, que veinte años antes había reprochado a David la muerte de Urías, mercenario hitita, que perdió la vida mientras David cometía adulterio con su esposa Betsabé. Entonces Natán le había conminado al arrepentimiento y David humilló, su cerviz ante el profeta. Ahora Natán influye sobré David para que, apoyado en su ejército, coloque como heredero a Salomón, hijo habido de Betsabé. El mismo Natán se opuso al proyecto acariciado por David de construir un templo a Yahvé, templo que erigiría Salomón. En los anales oficiales se ve a Natán ejerciendo su influencia en estas tres decisiones reales.
La nueva literatura.
En el nuevo emporio de poder espiritual que fue la ciudad de David surgió una literatura davídica en tomo principalmente al propio reinado de David y otros hechos históricos. El nuevo orden llevó lógicamente a hacer inventario de los años anteriores en que no se interpuso rey alguno entre Yahveh y sus fieles y a organizar la liturgia y el canto en el Monte Sión. Durante el remado de David queda establecida la salmodia, que el propio monarca enriquece con los frutos de su inspiración (de los 150 salmos 75 se atribuyen a David).
El censo.
David indujo a Israel a abandonar su existencia puramente interna y casi desconocida y a contemplarse desde el exterior, tal como la veían los gentiles. Además obligó a un empadronamiento general. Los israelitas se percataron de que con tales estadísticas se acrecía el poder real más allá de las normas democráticas de igualdad. El arrepentimiento de David por haber ordenado el censo se resalta en la Biblia por dos veces (I Par. 31; II Reg. 24).
La verdadera grandeza de David descansa en su categoría religiosa y en sus gestas políticas. No fue sólo el «dulce cantor de Israel». Llevó el Arca de la Alianza a Jerusalén y estableció allí el centro del culto judío. Dirigió a los israelitas en la expulsión fuera de sus fronteras de los últimos enemigos no sojuzgados. Fundó una fuerte monarquía sobre las ruinas de la débil dinastía iniciada por Saúl. En fin, y ello es lo más importante para los cristianos, representó la estirpe de la que diez siglos más tarde nacería el Mesías en la persona de Jesucristo. Véase Judíos, Historia de los, El primer estado nacional.
