Desarrollo de los dientes humanos

El desarrollo de los dientes humanos es un proceso fascinante que comienza mucho antes del nacimiento.

Se inicia entre los 34 y 38 días tras la concepción, cuando se forman células en el revestimiento de las prominencias mandibulares.

A medida que avanza el tiempo, estas células depositan sales de calcio, lo que da lugar a la calcificación de los dientes de leche.

Este proceso culmina en la formación del esmalte y la dentina, esenciales para la salud dental.

desarrollo de los dientes humanos
  1. Los dientes comienzan a formarse mucho antes del nacimiento. En el ser humano se inicia su desarrollo entre los 34 y 38 días siguientes a la concepción mediante una formación especial en el revestimiento blando de las diminutas prominencias mandibulares. Esta formación, al principio, consiste en células de tejido blando, pero unos cinco meses antes del nacimiento esas células depositan sales de calcio, con lo que principia el endurecimiento (calcificación) de los dientes de leche desde la corona a las raíces. Los dientes permanentes no comienzan a calcificarse hasta después del nacimiento. En cuanto a la esmaltación termina en todos ellos, menos en la muela del juicio, a los 8 años. En el proceso de calcificación va depositándose cada día una finísima capa de sales de calcio (4/1000 mm) hasta formar el esmalte y la dentina, sustancias dentarias duras. El proceso queda interrumpido con el nacimiento del niño, cuyo sistema digestivo, al comenzar a funcionar independientemente por vez primera, interrumpe la formación normal de los dientes, en los que queda una señal permanente reveladora de tal circunstancia, parecida al anillo anual de un tronco leñoso. Tal es él «anillo neonatal», descubierto en 1936 por Schour. Después del nacimiento los dientes continúan su crecimiento en profundidad hasta completarse la raíz, mucho después de su erupción a través de las encías (v. Dentición). El diente definitivamente formado comprende cinco tejidos distintos, cada uno de los cuales desempeña una función diferente.

    El esmalte, que recubre la parte visible del diente, se caracteriza por su gran densidad y su gran dureza, superior a la del acero, lo que hace de él, con mucho, la sustancia más dura del cuerpo. Se compone casi enteramente (97 %) de sales de calcio, dispuestas en forma de fibras hexagonales (prismas de esmalte) unidas por un aglutinante orgánico. Forma una capa de revestimiento más gruesa en los bordes de los dientes anteriores y en la superficie masticatoria de las muelas, donde es mayor el esfuerzo de trituración. El revestimiento se hace gradualmente menos denso a medida que se acerca a la encía, debajo de la cual desaparece totalmente. Como carece de vasos sanguíneos o nervios, no puede recomponerse por sí mismo ni provocar dolor alguno.

    La dentina, llamada también marfil, se encuentra inmediatamente debajo del esmalte. No es tan dura como éste, ya que en su composición entran sólo las sales de calcio en la proporción de dos tercios. Integra la mayor parte del diente, incluso la raíz, pero se ahueca en el centro. Esta cavidad formada dentro de la dentina se ensancha en la corona, se estrecha luego para recorrer la raíz y atraviesa el ápice por un diminuto orificio (foramen). En la cavidad se aloja la pulpa, el llamado «nervio», de la que parten paralelamente en suave curva microscópicas fibrillas algésicas (fibrillas de Tomes), contenidas en finos canales (túbulos), para recorrer toda la dentina. Junto al esmalte, sin embargo, se ramifican bruscamente en numerosas fibrillas menores anastomosadas, que convierten la región dentinal próxima al esmalte en la más rica en nervios y, por tanto, la dentaria más sensitiva.

    La pulpa es una masa de tejido conjuntivo que contiene vasos sanguíneos, nervios y células especiales capaces de producir dentina ante la amenaza de caries o el desgaste mecánico. Para proteger a la pulpa de estos peligros se forma una nueva capa de dentina dentro de la parte pulposa próxima a la zona amenazada. Esta dentina, llamada secundaria, se distingue por su coloración más oscura que la normal. Los vasos sanguíneos y nervios de la pulpa se unen a través del foramen del ápice con los vasos y nervios que atraviesan los maxilares. La pequeñez del foramen limita grandemente la capacidad de los vasos sanguíneos para bombear la sangre a la pulpa y defenderla contra el ataque bacterial cuando la caries dental traspasa la dentina. Por esta razón la pulpa suele degenerar y morir una vez inflamada.

    El cemento consiste en una capa delgada y dura de tipo óseo que recubre la raíz. Por disponer de aporte sanguíneo es susceptible de regenerarse después de deteriorado.

    La membrana periodontal, que une la raíz a la mandíbula, forma un revestimiento delgado y blando, con vasos sanguíneos, nervios y fuertes fibras que, en diferentes direcciones, se dirigen del cemento al hueso y encías sujetando firmemente el diente. Sirve de amortiguador no sólo de los golpes sino también de las presiones, ya que permite al diente moverse ligeramente cuando, durante la masticación violenta, se ve presionado contra el alvéolo. Esta presión comprime y distiende alternativamente en la masticación los vasos sanguíneos de la membrana periodontal, estimulando la circulación en beneficio de la alimentación del hueso, el diente y las encías mejor que cualquier masaje o estímulo artificial.

    El proceso alveolar, o parte ósea que rodea los dientes, constituye una prolongación (proceso) del maxilar, que crece en torno a las raíces dentarias cuando éstas se desarrollan en la infancia. El funcionamiento normal de los dientes ayudará luego al desarrollo de este hueso hasta formar los alvéolos en que se implantan las raíces.

    Para más información ver: diente.
Actualizado: 26/11/2016

Autor: Leandro Alegsa


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