La dinastía Manchú fue un periodo crucial en la historia de China, que comenzó en el siglo XVII con la llegada de los manchúes, una tribu del norte.
En 1644, un líder manchú se convirtió en emperador, marcando el inicio de un gobierno que expandió las fronteras y alcanzó el apogeo del Imperio Chino.
Durante este tiempo, se consolidaron territorios como el Tíbet y se enfrentaron a potencias europeas, lo que transformó la dinámica del comercio y la política en la región.
dinastía Manchú (historia de China)
Una nueva tribu del N, los manchúes, comenzó a penetrar en China a principios del siglo xvii. En la anarquía de los últimos días de los Ming, un grupo de chinos solicitó apoyo de los manchúes y en 1644 el hijo de un jefe manchú fue proclamado emperador. Bajo la serie de emperadores manchúes, de los cuales los más destacados fueron Kang Hsi (1661-1722) y Kien Lung (1736-96), se ensancharon las fronteras y en algunos aspectos el Imperio Chino llegó a su apogeo. En el N, los manchúes rechazaron a los mogoles, pacificaron el Tibet e hicieron de él un estado tributario. En las guerras de Annam, Birmania y Nepal protegieron las fronteras y lograron el reconocimiento temporal de la soberanía china. Formosa fue tomada en 1680 y las Islas Ryukyu siguieron siendo tributarias.
La amenaza a la dinastía manchú y a la China tradicional llegó de Europa y de la europeizada Norteamérica. El comercio europeo en el siglo xviii era pequeño pero creciente y se concentraba en el Macao portugués o con los comerciantes chinos de Cantón. Aunque la filosofía y el arte chinos, a menudo mal interpretados, ejercían considerable influencia en Europa, los comerciantes se vieron frustrados en sus esperanzas de hallar un rico mercado o fuente de abastecimientos en China. Las embajadas eran consideradas como misiones portadoras de tributos al emperador y se demostró imposible el establecimiento de relaciones diplomáticas regulares.