Como otras sensaciones cutáneas, presenta este dolor una distribución discontinua o punteada. Los puntos receptores del dolor, como cabía esperar de su misión protectora, sobrepasan en número a todos los demás «puntos» unidos. Así toda la piel del cuerpo humano posee unos 30000 puntos para el calor, 200000 para el frío, 500000 para el tacto y más de 3 000 000 para el dolor. Al igual que los demás receptores sensoriales, los del dolor tienen una distribución irregular. Los puntos táctiles se concentran al final de las extremidades, como las puntas de los dedos, mientras que los puntos dolorosos son más numerosos en las raíces de los miembros. En las palmas de las manos, plantas de los pies y punta de la nariz sólo se cuentan de 40 a 70 puntos dolorosos por centímetro cuadrado, mientras que en la axila ascienden a unos 200.
Como era de suponer dada la naturaleza primitiva de la sensación dolorosa, sus receptores sensoriales son los menos diferenciados. De hecho son en su mayor parte, si no en su totalidad, terminaciones libres y desnudas de fibrillas nerviosas que resultan afectadas directamente por los estímulos dolorosos sin necesidad de «corpúsculos» o «cuerpos» celulares especiales (v. Piel). Prueba de ello es la exclusiva sensibilidad al dolor de los dientes, membrana del tímpano y córnea de los ojos, todos ellos dotados solamente de terminaciones nerviosas libres indiferenciadas. Otra prueba de esta naturaleza autónoma del dolor es que, al anestesiar con cocaína las mucosas, no desaparecen simultáneamente todas las sensaciones conducidas .por el mismo nervio. De parecido modo, en una lesión destructora de la medula espinal (siringomielia) la conducción del dolor queda generalmente abolida antes que la de la temperatura y el tacto.