La domesticación del caballo ha sido un proceso clave en la historia de la humanidad, transformando a este animal de llanura, que vive en manadas bajo la guía de un garañón, en un compañero indispensable para el hombre.
Aunque su uso como fuente de carne se remonta a tiempos prehistóricos, evidencias en el Turquestán y antiguos registros egipcios muestran que hace miles de años ya se empleaba en la guerra y el transporte, marcando así su evolución y adaptación a diversas culturas.
domesticación y evolución del caballo
El caballo es esencialmente un animal de llanura; cuando vive en estado se-misalvaje, se reúne en manadas conducidas por un garañón. Al servicio del hombre se ha aclimatado en cualquier parte del globo en que la vida sea posible. No se sabe precisamente cuándo fue domesticado el caballo, pero existe la prueba de que sirvió al hombre prehistórico al menos como suministrador de carne. Las más recientes indicaciones sobre la domesticación en los tiempos históricos se han encontrado en el Turquestán ruso; se dice que los restos de un caballo similar al E. przewalskii han sido extraídos de un estrato que data del año 4500 a. de J.C. Monumentos y antiguas inscripciones de Egipto indican que se utilizaba el caballo en ese país hace unos 3500 años, indudablemente para arrastrar los carros de guerra. El animal de ese periodo poseía un parecido asombroso con el caballo salvaje que se encuentra en el Asia central. Es también evidente que desde los más antiguos tiempos se hicieron esfuerzos determinados para mejorar la raza. Los escritos de Jenofonte en el siglo iv a. de J.C. se ocupan de la equitación y de la crianza de los caballos para el servicio de la caballería. Se cree que el caballo doméstico, tal como se conoce hoy en día, proviene de dos especies salvajes ahora extinguidas: el caballo de Norseman de Europa o del NE de Asia y el E. libycus, que antiguamente se encontraba en el N de África.
Los numerosos caballos fósiles encontrados por todo el Periodo terciario (la Edad de los Mamíferos) y del Pleistoceno aportan una historia casi completa de la evolución del caballo. Las formas más antiguamente conocidas son el hyracotherium del Eoceno Inferior de Inglaterra y el eohippus, encontrado en el Eoceno Inferior de América. Son casi idénticas; la más notable diferencia estriba en la mayor complejidad de los dientes del eohippus. El animal tenía 30 cm de altura y una frente fina, en la cual las órbitas estaban incompletamente cubiertas de hueso por la parte posterior. El cuello era corto. Los antebrazos y las piernas presentaban cada uno dos huesos separados. Las largas patas posteriores hacían que el lomo fuera arqueado. Los pies eran cortos; los de las patas delanteras estaban provistos de cuatro dedos completos, mientras que los de las posteriores tenían solamente tres con vestigios de dos más. La dentadura, que era relativamente simple, carecía de cemento y estaba escasamente coronada por pequeñas y redondas prominencias en los molares.
Algunos millones de años después, en el Eoceno Medio, vivió el orohippus, similar en casi todos los aspectos al eohippus, pero que medía alrededor de 40 cm de altura. El dedo medio de este animal era algo mayor y los vestigios de los dos dedos de los pies posteriores habían desaparecido. Los dientes tenían todavía la corona corta y no poseían cemento, pero los cuatro premolares parecían verdaderos dientes molares. El mesohippus del último periodo del Oligoceno comprendía varias especies. Era de un tamaño parecido al del coyote y, aunque todavía sin constituir especie, mostraba un cuello más largo con articulaciones rudimentarias por diartrosis y una fusión parcial de los huesos del antebrazo. Solamente presentaba tres dedos en cada pie con el dedo medio muy ensanchado. Los dientes, de coronas cortas, no poseían cemento y habían formado crestas completas en las coronas. Los premolares segundo, tercero y cuarto tenían aspecto total de molares. El merychippus del Mioceno Medio es interesante debido a sus sorprendentes dientes transitorios. Los molares permanentes poseían coronas moderadamente largas, fuertemente cementadas, pero los de leche eran de corona corta y tenían poco o ningún cemento. Fue el pliohippus del Plioceno el primer ejemplar monodígito. En él los dedos laterales se reducían a meros sobrehuesos casi tan largos como la canilla. Más tarde, en este mismo Periodo, apareció el plesippus, que exhibía un esqueleto muy moderno, casi comparable en tamaño y proporciones al del actual caballo árabe. En ambas formas los dientes tenían coronas más largas y cornetes esmaltados, pero aún diferían considerablemente de los del moderno caballo. La reducción del peroné en la pata posterior fue un avance importante que hizo que el peso entero del animal descansara sobre la tibia. El equus, género de los caballos modernos, apareció durante el periodo Pleistoceno.
Los cambios más significativos concernientes a la evolución del caballo se pueden sintetizar así: continuo aumento de tamaño; progresiva complejidad de los dientes; alargamiento del pie con reducción de los dedos laterales y aumento de longitud del tercer dedo; prolongación de la cara y completo cerco de las órbitas por el hueso; alargamiento del cuello y desarrollo de las articulaciones por diartrosis en las vértebras del cuello; alargamiento de las piernas con fusión de la tibia y el peroné, así como del cúbito y el radio; y fortalecimiento de la columna vertebral.