La palabra dupa proviene del germánico y se utiliza para referirse a una persona que se ha dejado engañar o que es fácilmente manipulable.
Este término refleja una característica de vulnerabilidad ante las artimañas de otros, sugiriendo una falta de astucia o precaución.
En contextos coloquiales, puede emplearse de manera despectiva para señalar a alguien que no es capaz de ver la realidad o que se deja llevar por las apariencias.