Los efectos fisiológicos del alcohol son el resultado de la rápida absorción del alcohol etílico en el organismo, ya sea en estado puro o en bebidas alcohólicas.
Este compuesto se transporta por la sangre al hígado, donde se transforma en diversas sustancias, como el acetaldehído y el ácido acético.
Aunque inicialmente puede parecer que el alcohol estimula, en realidad deprime el sistema nervioso central, afectando funciones vitales y, en dosis altas, puede ser mortal.
Efectos Fisiológicos Del Alcohol
El alcohol etílico, sea en estado puro, sea en forma de bebidas alcohólicas (cuyo contenido alcohólico varía entre 3,2 y 50 %) es rápidamente absorbido del estómago e intestinos y llevado por la sangre al hígado, donde se escinde (oxida) en otras substancias. Sin embargo, una pequeña parte es excretada, como alcohol, en la orina, la saliva y la respiración. El primer producto de transformación del alcohol es el acetaldehído, que después se convierte en ácido acético, el cual se emplea en esta forma o puede sufrir transformaciones posteriores.
El alcohol deprime el sistema nervioso central: primero las funciones inhibidoras del Cerebro, luego las funciones intelectuales, después las actividades sensoriales y reflejas, más tarde las funciones motoras. Si se ingieren cantidades venenosas, pueden provocar una depresión de los centros nerviosos vitales de la respiración y circulación y como resultado producir la muerte. Véase Sistema nervioso autónomo.
La aparente acción estimulante del alcohol sobre el cerebro es una ilusión. El alcohol, al deprimir los centros cerebrales superiores (los que controlan el juicio, el sentido de responsabilidad y la integridad moral), libera de inhibiciones los centros inferiores. El individuo alcoholizado se vuelve locuaz, excitado e incluso violento, de manera que parece estimulado. En realidad esta estimulación alcohólica es el primer signo de da depresión. Ninguna cantidad de alcohol estimula las funciones intelectuales.
Hay personas que poseen una mayor tolerancia al alcohol por el hecho de ser sus células nerviosas más resistentes a sus efectos. En tales casos pueden ingerirse mayores cantidades de alcohol sin reacción apreciable. Por otro lado, muchos individuos son incapaces de tolerar ni siquiera cantidades relativamente pequeñas de alcohol.
El alcohol aumenta la secreción de saliva y de jugos gástricos, especialmente del ácido clorhídrico, y también la cantidad de orina. Aunque algunos licores fuertes e inadecuadamente envejecidos produzcan ocasionalmente lesiones temporales en el hígado, no hay actualmente ninguna prueba definida de que la cirrosis hepática sea ocasionada por el alcohol solamente. Es más probable que sean las deficiencias dietéticas que acompañan al uso crónico del alcohol los factores principales que contribuyen a la aparición de esa enfermedad.
La ingestión de alcohol produce un ligero aumento del tono cardiaco, una tenue elevación de la presión sanguínea y un pulso radial más fuerte. Estos efectos son más bien de naturaleza refleja y pueden producirse también por la introducción de cualquier líquido irritante en el estómago. Sin embargo, el rubor y el enrojecimiento de la piel acompañados de. sensación de calor son debidos a la acción del alcohol sobre el sistema nervioso, que estimula la dilatación de los vasos sanguíneos en la piel.
El alcohol, en dosis muy pequeñas, produce un estímulo transitorio, pero su acción final es depresora de la función nerviosa, en especial de las zonas cerebrales más especializadas, o sea, la corteza cerebral. Al disminuir la regulación cortical, predomina la actividad de los centros nerviosos inferiores, tanto de los situados en el mesencéfalo como los que se encuentran en la medula. Véase Alcohol, Efectos fisiológicos.