El agua es esencial en la dieta humana, ya que desempeña múltiples funciones vitales en el organismo.
Su presencia adecuada permite mantener en solución las combinaciones químicas necesarias para el funcionamiento del cuerpo.
Además, el agua asegura la circulación sanguínea, regula la temperatura y participa en procesos sensoriales como la visión y el olfato.
También es crucial para la eliminación de desechos, haciendo de su renovación un elemento indispensable para la salud.
el agua en la dieta humana
Desempeña muchas importantes funciones en el cuerpo, por lo que una dieta adecuada debe contenerla en cantidad suficiente para la realización de tales funciones. Sirve para mantener en solución todas las combinaciones químicas que por su interacción mantienen la economía del cuerpo. Por añadidura, garantiza la fluidez de la sangre proporcionándole el volumen exacto requerido para la buena circulación. Actúa también como principal distribuidor y disipador del calor y es parte principal en muchos procesos específicos de determinadas partes del cuerpo. Contribuye, por ejemplo, a la visión, la audición y el equilibrio por medio de los líquidos acuosos del oído y el ojo; por el agua es posible el gusto y el olfato, puesto que solamente las sustancias en soluciones acuosas tienen la facultad de ser percibidas por estos sentidos. Finalmente es el medio por el cual se eliminan los detritus. La renovación del agua en el cuerpo resulta, pues, indispensable para el desarrollo de casi todos los procesos fisiológicos conocidos.
Aunque el cuerpo se encuentre totalmente sumergido en agua, la cantidad que penetra por la piel es mínima, por lo que la proporción necesaria debe ser consumida casi enteramente por la boca y no únicamente en forma de líquido, sino con los mismos alimentos, muchos de los cuales, considerados secos, poseen gran cantidad de agua. Los alimentos húmedos contienen mucha más agua de lo que generalmente se cree. Las verduras se calcula que contienen un 90 a 95 % de agua; un 85 las frutas y del 50 al 75 las carnes. Además hay alimentos que, siendo realmente secos, al ser ingeridos producen agua químicamente como consecuencia del proceso metabòlico del cuerpo. El agua así formada recibe el nombre de agua de oxidación y agua de polimerización o síntesis. Si consideramos la que se toma como tal, llamada también agua preformada, y la que se forma como consecuencia, de oxidación o síntesis, deduciremos que alrededor de nueve décimas partes de la totalidad de la dieta media se componen de agua.
Ésta se elimina de varios modos: normalmente por los riñones en forma de orina, por la piel en forma de sudor, por los pulmones en forma de vapor, por los intestinos formando parte de las heces y, en menores cantidades, por otros varios órganos en forma de lágrimas, saliva y secreción menstrual. También se elimina de una manera más anormal con ocasión de vómitos, heridas y hemorragias. A causa de esta diversidad de formas de eliminación las necesidades de agua en la dieta varían considerablemente tanto en estado de salud como de enfermedad. Supuesta la buena salud, las necesidades dependerán especialmente del clima y la estación del año, ya que aumentarán con el calor y la sequía y disminuirán con el frío y la humedad. Ello se debe principalmente a que la piel y los pulmones han de eliminar grandes cantidades de líquido para estabilizar la temperatura del cuerpo cuando la que le rodea es elevada. De manera semejante, cuando la temperatura del cuerpo sube por causa del esfuerzo muscular, debe ingerirse mayor cantidad de agua para suplir la que se evapora por el calor.
La sensación de sed en circunstancias físicas normales actúa como un regulador automático de las tomas necesarias de agua. El mecanismo funcionará satisfactoriamente con tal de que el agua abunde. En tal circunstancia, un hombre consumirá ordinariamente alrededor de 1 c.c. de agua por caloría alimenticia diaria. De ordinario el hombre ingiere alrededor de 2 l. si no realiza un trabajo fuerte y 3 o 4 l. o más si se desarrolla gran actividad física. De 2 l. ingeridos, alrededor de 1,5 se excretarán en la orina y el resto por la piel, pulmones y, en proporción relativamente pequeña, por el intestino.
Al ingerirse una cantidad inferior a la mínima requerida por el cuerpo surgen en seguida síntomas de deshidratación: sensación de sed, sequedad de boca y piel, orina escasa y concentrada y elevación de la temperatura del cuerpo. Un hombre privado por completo de agua en lugares cálidos y secos, como el desierto, puede morir por deshidratación en un lapso de 36 a 72 h. El cuerpo posee adecuados mecanismos para la eliminación del agua excedente en grandes cantidades. El más importante consiste en una aceleración del proceso de formación de orina. Por ello, a cualquier exceso en la bebida sigue pronto un exceso de micción. En personas normales, esa frecuencia y el exceso de transpiración son los únicos síntomas subsiguientes a la ingestión de grandes dosis de líquido.
