El reino de Jerusalén surgió tras la coronación de Godofredo de Bouillon en 1099, marcando el inicio de una sociedad feudal en Oriente, inspirada en modelos occidentales.
Inicialmente limitado a Jerusalén, el reino se expandió por Palestina a través de conquistas y alianzas.
Sin embargo, algunos territorios permanecieron bajo el control de jefes árabes y sirios, mientras que otros fueron otorgados como feudos a caballeros cruzados, creando un complejo sistema de gobernanza.
el reino de jerusalén (historia de las cruzadas)
Con la coronación de Godofredo de Bouillon (11 noviembre 1099) se inicia en Oriente el desenvolvimiento de una sociedad feudal moldeada según el patrón de Occidente.
El reino de Godofredo, que al principio comprendía solamente la ciudad de Jerusalén, fue extendiéndose por conquistas sucesivas y negociaciones hasta abarcar casi la totalidad de Palestina. Algunos territorios y ciudades fueron, sin embargo, gobernados por jefes árabes y sirios locales como vasallos del rey, mientras que otros fueron otorgados en feudo a los caballeros cruzados. Los principados de Edesa y Antioquía fueron conferidos respectivamente a Balduino y Boemundo, quienes, lo mismo que sus sucesores, ejercieron el gobierno con relativa independencia, pues la subordinación al rey dependía en gran parte de la fuerza relativa. En idéntica situación se encontraron, como príncipes de Trípoli, Raimundo de Tolosa y sus sucesores. Véase Feudalismo.
Los cruzados, atentos al establecimiento de iglesias y jerarquías eclesiásticas en los territorios conquistados, impusieron, occidentales como eran, el rito latino en detrimento de los ritos griego, sirio y armenio, con lo que no llegaron a identificarse con los núcleos cristianos -de rito oriental- existentes. Al tiempo de la conquista de Jerusalén habían sufrido una crisis las relaciones con el Imperio Bizantino. Las diferencias de cultura y religión ahondaron cada vez más las divergencias en los objetivos políticos y diplomáticos que perseguían bizantinos y occidentales.
Las dificultades con que tropezaron los cruzados en sus relaciones con sus vecinos viéronse agravados por las querellas intestinas sobre prerrogativas, herencias y feudos, así como por antagonismos puramente personales. Rara vez tuvo el rey de Jerusalén fuerza suficiente para atajar las disensiones y poner freno a las demasías de los nobles. No obstante, la debilidad del reino, dadas las divisiones que asimismo minaban el poderío musulmán, era menos peligrosa de lo que a la vista de tales antecedentes pudiera imaginarse.
La falta de cooperación con los bizantinos hizo cada vez más difícil la utilización de las rutas orientales, necesarias para el envío de soldados y colonos que el nuevo reino precisaba angustiosamente para supervivir y desarrollarse.
Las ciudades italianas de Pisa, Venecia y Génova acumularon riquezas con el monopolio del comercio mediterráneo, mientras el reino y principados latinos instituidos por los cruzados no lograron nunca un bienestar permanente.
A principios del siglo xii vinieron a robustecer la situación militar considerablemente las órdenes de caballería. Los Caballeros de San Juan u Hospitalarios, organizados en un principio con fines caritativos, consideraron imprescindible dedicar algunas de. sus actividades a la defensa de sus instituciones. Propósito más específico perseguían los Templarios, orden religiosa de caballería dedicada a la defensa de Tierra Santa. Tanto Hospitalarios como Templarios construyeron castillos y fortalezas en puntos estratégicos, al tiempo que acumulaban riquezas y se hacían con tierras. Estas órdenes, con su capacidad de permitir un aflujo constante de refuerzos tanto militares como económicos y de imponer un principio de unidad y disciplina, raro entre la caballería secular, desempeñaron un papel especialmente importante en los asuntos del reino. Véase Hospitalarios; Templarios.