Los estilos arquitectónicos de las catedrales son un reflejo de la historia y la evolución de la arquitectura a lo largo del tiempo.
Estas majestuosas edificaciones no solo representan las formas más puras de diseño, sino que también marcan épocas de transición.
Desde el bizantino, con su distintiva cúpula y planta en cruz griega, hasta el románico, que se caracteriza por su planta en cruz latina y robustas bóvedas, cada estilo narra una historia única de fe y arte.
estilos arquitectónicos de las catedrales
Las catedrales constituyen un tratado vivo de historia de la Arquitectura, ya sean reflejo de las formas más puras, ya señalen épocas de transición.
El bizantino, típico de las iglesias orientales, se caracteriza por su planta en forma de cruz griega, por el elevado tambor, por su alta bóveda y, sobre todo, por la cúpula, que domina el edificio interior y exteriormente. Desde ella, situada sobre el crucero, la masa se distribuye en pechinas que enlazan armoniosamente las líneas circulares de la cúpula con las rectangulares de la planta.
El románico adoptó la planta en cruz latina, con tres naves y crucero. Las naves bajas se cubrían con bóvedas de arista, las altas con la bóveda continua de cañón que exigía el empleo de poderosos muros para resistir su empuje. También se sostuvieron las bóvedas con arcos transversales, apeados en las crujías y contrarrestados directamente por contrafuertes exteriores.
El arco apuntado, que aparece en el siglo xii, marca ya el advenimiento del Gótico, el estilo que ha producido las más bellas catedrales, que concebía las iglesias como masas de espacios vacíos, montados sobre una armadura cuidadosamente estudiada, cuyos caracteres esenciales fueron, además del arco ojival que sustituye al de medio punto, la bóveda de crucería y los arbotantes, destinados a transmitir la carga de los arcos formeros y transversales soportada por los contrafuertes. Las altas y puntiagudas ventanas, así como los rosetones, aparecen adornados con vidrieras polícromas que iluminan el interior y reproducen escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. Tanto en el interior como en el exterior, el arte escultórico —toda la historia de la Humanidad y el Cristianismo— rivaliza con el arquitectónico para dar insuperable belleza al conjunto.
El renacimiento continuó utilizando la armazón gótica, pero ornamentada al estilo clásico con columnas y capiteles grecorromanos. De Oriente tomó la planta en cruz griega y, posiblemente, la típica cúpula renacentista, que difiere de la bizantina por estar situada sobre el altar y porque, si bien domina la construcción, de cerca se funde con ella.
El barroco tomó como base los modelos renacentistas, pero buscando efectos visuales y sensoriales. La policromía, los sobredorados, la exuberante ornamentación y los sorprendentes efectos luminosos hacen pasar a segundo término la importancia del esqueleto del edificio. El estilo, trasplantado a América, encontró allí expresión sorprendentemente bella en las iglesias proyectadas por la arquitectura colonial.