La estructura y características de las plantas de cereales son fundamentales para entender su desarrollo y función en el ecosistema.
Estas plantas, pertenecientes a la familia de las herbáceas, presentan raíces fasciculadas, tallos delgados y huecos, y hojas largas con vainas que abrazan los tallos.
Sus flores, pequeñas y sin valor decorativo, se agrupan en espiguillas, rodeadas por brácteas como las glumas.
La forma de su inflorescencia varía según la especie, lo que influye en su cultivo y uso.
estructura y características de las plantas de cereales
La estructura de la planta es similar a la de otros miembros de la gran familia de las herbáceas. Las raíces son fasciculadas y los tallos relativamente delgados, huecos a menudo, salvo en los nudos. Las hojas son estrechas, largas y paralelinervias, con fundas o vainas que rodean los tallos. Las flores son pequeñas, sin pétalos ni sépalos y carentes de valor decorativo; culminan en pequeñas celdas llamadas espiguillas, cada una de las cuales tiene en su base un par de brácteas escamosas y duras llamadas glumas o cáscaras. Además, cada flor está rodeada por dos brácteas, lemma y palea, que envuelven a veces los granos maduros; estas brácteas se conocen también con el nombre de cascabillos. La forma de inflorescencia (racimos de espiguillas) varía. En el trigo, la cebada y el centeno tiene forma de espiga, mientras que en la avena y en el arroz adopta la forma de panículo abierto. Las flores de todos los cereales, excepto las del maíz, son perfectas; es decir, cada flor lleva estambres y pistilos. En el maíz, las flores son imperfectas: unas portan estambres y otras pistilos formando hileras sobre la panocha, que puede considerarse una espiga compuesta. El fruto de los cereales es del tipo cariopside: fruto seco de una semilla en que la membrana del ovario y la piel de la semilla se funden en el proceso de maduración.