La fauna de la Antártida se caracteriza por su adaptación a un entorno extremo y frío.
En las zonas más cálidas, se encuentran insectos ápteros, gorgojos y pequeñas arañas entre musgos y líquenes.
Las aves voladoras, pingüinos y focas son los principales animales superiores, utilizando los bordes del continente como criaderos.
La vida marina es rica en los mares polares, donde diatomeas y algas microscópicas prosperan, contribuyendo a un ecosistema único y diverso.
fauna de la antártida
Entre las matas de musgo y liqúenes de las partes más cálidas de las zonas septentrionales de la Antártida se han descubierto insectos ápteros, gorgojos y pequeñas arañas; es frecuente que las aves voladoras que anidan en los bordes del continente tengan ácaros parásitos y especies de piojos.
Los únicos animales superiores de la Antártida, aves voladoras, pingüinos y focas, utilizan los bordes del continente como criaderos, pero dependen de los mares que lo rodean para su alimentación. Las frígidas aguas polares con temperaturas de unos —34 °C tienen abundancia de vida. Aunque hay menos variedades, los mares polares contienen más animales acuáticos que los de las zonas templadas y tropicales. La escala zoológica comienza con diatomeas microscópicas, algas y otras minúsculas formas que a veces tiñen el hielo del mar con franjas pardo-rojizas al ser apresadas en su eterno esfuerzo por proliferar aun debajo de los témpanos de hielo flotantes. Estos animales y plantas diminutos sirven de alimento a una gran variedad de invertebrados, el más prolifico de los cuales es la Euphausia, rojo y espinoso animalillo semejante a un camarón, de unos 5 cm de longitud, que integra el prodigioso manantial alimenticio del que viven las ballenas, los peces, algunas focas, los pingüinos y las aves voladoras. Los grandes bancos de Euphausia que ocupan hectáreas, parecen a menudo teñir el mar de rojo mientras nadan al unísono en la superficie. A esta fuente pelágica de alimento siguen las mayores concentraciones de fauna marina. Las ballenas y otros animales marinos atraviesan estos bancos de comida ingiriendo hasta hartarse mientras bandadas de aves se alimentan desde arriba. Naturalmente estos bancos de Euphausia son el objetivo de las flotas balleneras y de los animales de presa.
Los más malignos de estos animales de presa son las oreas, ballenas de 6 a 9 m de longitud, que nadan en grupo y atacan a todas las formas de vida, incluso a la gigantesca ballena azul, el animal más voluminoso existente. Las ballenas azules se alimentan exclusivamente de Euphausia, que absorben del agua a través de las barbas (láminas pilosas de substancia plasticiforme) de su boca (v. Ballena). Además de esta especie de ballena hay otras cuatro o cinco afines que también se alimentan de la Euphausia del Antàrtico. Hay otras ballenas antárticas dentadas, como el cachalote, apreciado por la calidad de su aceite, ninguna de las cuales es tan voraz como la orea, así como «black-fish», delfines y marsopas.
Las ballenas, como mamíferos que son, paren sus hijos y los amamantan en el agua. Sin embargo, las focas, otro mamífero acuático, salen del agua de vez en cuando para descansar y parir sus crías sobre el hielo o en tierra. La mayor de todas éstas es, con mucho, la foca elefante o elefante marino, foca de 6 m de longitud que se puede comparar con la morsa del N. La foca elefante, objetivo de los cazadores de focas de principios del siglo xix, actualmente sólo se encuentra en las islas subantárticas. Los cuatro tipos de focas restantes, todas ellas peludas sin oído externo, tienen características completamente diferentes (v. Foca). La foca plateada devoradora de cangrejos habita los témpanos de hielo y tiene dientes óseos modificados para atrapar la Euphausia, su alimento principal. Las adultas tienen por lo general cicatrices que testimonian sus reñidos combates con las oreas. La foca Weddell, obesa, piscívora, de nadar lento y 500 kg de peso, escapa a los ataques de la orea habitando los agujeros que se forman en el hielo a presión dentro de las bahías y en los bajos fondos protegidos donde abundan los peces y no puede darle caza su enemiga. Parecida a la Weddell, pero más rara, es la foca Ross, más pequeña, que se aventura a recorrer las zonas cubiertas de hielo en busca de calamares y sepias. El villano de la familia de las focas es el leopardo de mar, foca de 3,6 m de longitud con cabeza serpentiforme, que pone cerco a las aguas que rodean los criaderos de pingüinos y no permite a estas aves nadadoras aproximarse a sus fuentes de alimento.
Aparte de las aves terrestres que se limitan a habitar las islas al S de Nueva Zelanda, las aves de la Antártida se pueden agrupar ampliamente en tres tipos: las voladoras que frecuentan el borde del continente antàrtico, las que generalmente se asocian con la capa de hielo y los notorios pingüinos no voladores, los más conocidos de la fauna del Antàrtico.
Como es de suponer, las aves, así como los animales, varían considerablemente de un extremo a otro de la Antártida y en especial de las latitudes más altas a las más bajas. El ejemplar más meridional es la gaviota del Polo Sur o de McCormick (skua), vista muy al interior por los miembros de casi todas las partidas que en trineo se han aventurado por el corazón del continente. Una de estas aves visitó a Robert F. Scott en la meseta polar de unos 3000 m de altitud, a menos de 325 km del Polo Sur y más de 950 del mar. La skua, ave de gran tamaño, que mide 1,5 m o más con las alas extendidas, hace presa en otras aves robando sus polluelos y sus huevos, ataca incluso a las crías de foca y suele nutrirse de los desperdicios de todas las bases de las expediciones antár-ticas.
El niveo Petrel de blanco plumaje, mucho más pequeño, y el petrel antàrtico pardo y blanco anidan en los afloramientos de las rocas abrigadas, a veces de 56 a 80 km al interior de la fuente más próxima de alimento para sí y sus polluelos. El diminuto petrel de Wilson, el fulmar gris plata y el pichón del Cabo también aparecen en algunas ocasiones al S del paralelo 78° S, aunque es más corriente hallarlos con las aves de la capa de hielo, lugar donde invernan algunas aves como los petreles niveo y antàrtico y algunos pingüinos.
La aves voladoras de la capa de hielo comprenden el albatros y muchas especies de petreles, golondrinas de mar y cormoranes. Algunas de estas aves crían en las costas de la península de Palmer y en las islas subantárticas de temperatura más cálida en verano. Notables entre ellas son las golondrinas de mar antár-ticas que todos los años van del Artico al Antàrtico y viceversa.
De todos los animales es el pingüino emperador el que parece haber escogido el modo de criar más difícil. Los individuos de esta especie de la familia de los pingüinos, la más corpulenta, alcanzan casi 45 kg de peso y miden casi un metro desde el pico a los pies. Aunque parece que las piernas de los pingüinos son cortas, en realidad son muy largas, ya que el animal anda casi sentado para de este modo conservar las patas calientes. El pingüino emperador cría durante el obscuro invierno polar cuando, como se ha comprobado por medición, la temperatura de los criaderos es inferior a —56,5 °C. Los padres sostienen el huevo, y más tarde el polluelo, entre sus pies para darles calor. En verano, durante la época de la muda, en que no pueden penetrar en el agua en busca de pesca, los emperadores se desplazan a menudo hacia el interior al parecer por curiosidad. El pequeño pingüino de Adelia, de 38 cm de altura y unos 6,5 kg de peso, cría en grandes colonias y, más razonable que el anterior, en la soleada estación veraniega. Es frecuente que estas aves se instalen sobre la capa de hielo que va al mar y permanezcan en ella durante el invierno. Hay unas 15 especies de pingüinos, la mayoría de las cuales están limitadas a las frías latitudes australes. De éstas, los pingüinos Gentoo, los anillados, los macarrones, los saltadores de rocas y el pingüino rey están realmente asociados con las condiciones climáticas de las regiones subantárticas y antárticas.