El término fruto del pecado se refiere, en su acepción más común, a un hijo ilegítimo, es decir, un niño nacido de una relación que no se considera moralmente aceptable o fuera del matrimonio.
Esta expresión evoca la idea de que el nacimiento de este hijo es consecuencia de acciones consideradas pecaminosas o inmorales.
La frase también invita a reflexionar sobre las implicaciones sociales y emocionales que conlleva esta situación.