La palabra garda tiene su origen en el término germánico y se refiere al trueque de una alhaja por otra.
Este concepto implica un intercambio, donde dos partes acuerdan cambiar objetos de valor, sin necesidad de dinero.
La garda refleja prácticas antiguas de comercio y relaciones sociales, donde la confianza y la negociación eran fundamentales para obtener lo que se deseaba.