La expresión “historia: la casa americana” evoca la evolución de la vivienda en América, desde las sencillas cabañas de los primeros colonos ingleses en Massachusetts, con su diseño funcional y materiales rudimentarios, hasta las casas más elaboradas que imitaron estilos europeos.
En Hispanoamérica, las influencias de los conquistadores dieron lugar a viviendas alargadas y bajas, con patios y elementos decorativos que reflejan la riqueza cultural de la región.
historia: la casa americana
Las viviendas de los primeros colonos ingleses de Massachusetts solían adoptar la forma de cabañas de hogar central compuestas de dos habitaciones: una servía de sala de estar y cocina y la otra de dormitorio. Con tabiques de madera se improvisaban compartimientos en las habitaciones. A veces servía de división la misma escalera que conducía al ático. Las vigas y pilastras eran de madera desnuda, que contrastaba en el exterior con las superficies enyesádas. La altura de los techos era escasa (de unos 2 m) y las ventanas, pequeñas. Posteriormente se construyeron viviendas más refinadas imitando los estilos europeos de la época.
En Hispanoamérica las viviendas reflejaban el influjo de sus conquistadores, andaluces y extremeños en su mayoría. Sus casas eran alargadas y bajas en torno a patios cerrados. Al exterior abrían ventanas enrejadas y puertas labradas. Las cubiertas solían ser de tejas. En climas secos eran frecuentes las azoteas. En las zonas montañosas se utilizaba el adobe y en las bajas, la madera. En las costas central y septentrional del Brasil los tejados eran a cuatro vertientes al estilo portugués.
La primera casa de estilo norteamericano aparece a finales del siglo xviii con la granja típica del Middle West, en que toda la vida gira en torno al hogar. La cocina era lo bastante amplia para dar cabida a todos los braceros que acudían en la época de la recolección. Por la noche la familia leía en la cocina a la luz de la lámpara de petróleo. Las camas se instalaban en las frías habitaciones del piso superior. Muchas casas disponían de una pretenciosa sala de visitas, que sólo se utilizaba en las grandes ocasiones. Los exteriores eran desvaídos y desnudos, como el paisaje de los campos ondulantes y desarbolados. Sus líneas rimaban tan poco con el paisaje como sus inquilinos. Este tipo de morada se edificó también en las ciudades pequeñas que se extendieron por las inmensas praderas.