La historia de Bélgica es un relato fascinante que abarca desde los periodos romano y franco hasta la actualidad.
En la antigüedad, el territorio estuvo habitado por tribus célticas y germánicas, conocido como Gallia Bélgica, donde la dominación romana trajo paz y prosperidad.
Posteriormente, el influjo de los francos transformó la región, dando paso a un periodo feudal caracterizado por la fragmentación política en pequeños principados, como Flandes y Brabante.
historia de Bélgica
Periodos romano y franco. El actual territorio belga estuvo habitado en la época romana por tribus célticas y germánicas, los belgae, sometidos a duras penas por Julio César en una serie de campañas que culminaron en el año 50 a. de J.C. Bajo la dominación romana dicho territorio se denominó Gallia Bélgica y disfrutó de una paz y prosperidad relativas hasta romanizarse casi enteramente. El continuo influjo de los francos, iniciado en el siglo iii, terminó por arrojar a los romanos. La dominación franca duró hasta el siglo x, en que se desmembró el Imperio Franco.
Periodo feudal. El régimen feudal constituyó en sus principios un verdadero caos político, pues el país quedó fragmentado en multitud de pequeños principados, que poco a poco fueron fusionándose hasta formar dominios mayores. En la Alta Edad Media destacaron el condado de Flandes, los ducados de Brabante y Luxemburgo, los condados de Hainaut y Limburgo y el obispado de Lieja. Flandes formó parte de Francia y el resto de Bélgica quedó dentro de los límites del Sacro Romano Imperio.
Periodo borgoñón. Durante el siglo xv, casi toda Bélgica quedó unificada bajo la soberanía de Felipe el Bueno (1396-1467), duque de Borgoña. Felipe es considerado el fundador de la nación belga y su reinado se caracteriza por un gran florecimiento artístico, cultural y económico. A Felipe sucedió su hijo Carlos el Temerario (1433-77), quien soñó con unificar los Países Bajos con Borgoña, mas sucumbió en sus belicosas ambiciones. A su muerte casó su hija María (v. María de Borgoña) con Maximiliano de Habsburgo, más tarde (1493) Maximiliano I, emperador de Alemania. El hijo de ambos, Felipe el Hermoso, casó con Juana de Aragón y Castilla, con lo que se preparó la unión de los Países Bajos a España. Carlos de Habsburgo (1500-58), hijo de éstos, heredó los Países Bajos en 1506 y el reino de España en 1516; durante su reinado prosperaron los Países Bajos, particularmente Amberes y Bruselas (v. Carlos V). A Carlos sucedió su hijo Felipe II (1527-98), quien no supo granjearse el afecto de los flamencos. La oposición al régimen de Felipe cristalizó en 1568 con el estallido de la revolución bajo el caudillaje de Guillermo el Taciturno. Las provincias del N continuaron la lucha, cuyo resultado fue la declaración de la independencia de Holanda en 1581. Las del S permanecieron fieles a la Corona de España.
En 1648 los holandeses cerraron al comercio la desembocadura del Escalda, con lo que provocaron la virtual eliminación de Amberes como gran ciudad comercial. El declinar de Amberes fue paralelo al de otras ciudades belgas, que cedieron la hegemonía comercial a Holanda. La depresión continuó durante el siglo xvii y España, en su declinar, arrastró a Bélgica en su caída. Por el Tratado de Utrecht (1713), que liquidó la Guerra de Sucesión española, las provincias españolas de los Países Bajos fueron cedidas a Austria.
Periodo francés. En 1792 Francia ocupó dichos territorios, que no abandonó (durante la República y el Imperio) hasta 1814. La Paz de Viena no tuvo en cuenta las diferencias de raza y religión y unificó Bélgica y Holanda bajo la monarquía de Guillermo I.
Independencia. En 1830, Bélgica se sublevó y rompió con Holanda. En 1831 un Congreso Nacional redactó la Constitución y ofreció la corona a Leopoldo de Sajonia-Coburgo, que reinó bajo el nombre de Leopoldo I. Los holandeses trataron de someter a los belgas, pero hubieron de ceder ante la intervención de Francia e Inglaterra. En 1831 se firmó el Tratado de Londres, que garantizaba la neutralidad de Bélgica.
Holanda reconoció el tratado a regañadientes en 1839.
1839-1914. Leopoldo I gobernó sabiamente hasta su muerte en 1865. Durante su reinado, Bélgica conservó su independencia y sobrevivió a una serie de crisis internacionales. A Leopoldo I le sucedió su hijo Leopoldo II, que permaneció en el trono hasta 1909. Fue un sagaz hombre de negocios y adquirió gran parte del Africa central con carácter más bien de propiedad privada. Véase Congo.
Los partidos Liberal y Católico cooperaron hasta 1840, mas pronto se enfrentaron por cuestiones religiosas, especialmente el problema de la enseñanza. Durante el siglo xix predominó el Partido Liberal, pero en la segunda mitad del siglo, el Socialismo, originariamente movimiento urbano, se erigió en el Partido más poderoso.
I Guerra Mundial. A Leopoldo II sucedió en 1909 su hijo Alberto I, monarca muy popular, bajo cuyo reinado estalló la I Guerra Mundial. Hasta 1914, la neutralidad de Bélgica, garantizada por los tratados de 1831 y 1839, fue considerada inviolable. Sin embargo, Alemania solicitó paso franco de sus tropas por Bélgica. Ante la negativa de Bélgica, ésta fue invadida y dominada por los alemanes a pesar de su heroica defensa. Organizado el Ejército belga, tomó parte activa en la ofensiva de otoño de 1918 y prestó considerable ayuda a los aliados. En noviembre de 1918 el rey Alberto hizo una triunfal entrada en la capital. Las condiciones del tratado de paz obligaron a Alemania a otorgar a Bélgica fuertes reparaciones en numerario y carbón, a devolver tesoros artísticos y reintegrar los distritos de Eupen y Malmédy. Por esta época Bélgica recibió de la Sociedad de Naciones el fideicomiso de Ruanda-Urundi, antiguo territorio alemán de África.
Entre las dos guerras mundiales. La recuperación de Bélgica después de la I Guerra Mundial fue lenta, enfrentada como se vio con problemas gravísimos: racionamientos, inflación, daños de guerra, des-mantelación de fábricas. La inflación, sin embargo, quedó conjurada a fines de la siguiente década y con ello vino la normalidad. La atención se enfocó sobre dos importantes problemas: la política de defensa nacional y la controversia lingüística. Los problemas que suscitó el bilingüismo de los belgas fueron de los más serios y amenazaron con destruir la unidad del país, ya que junto a él floreció el sentimiento flamenco nacional que desembocó en el separatismo. Poderosas facciones abogaban por una autonomía cultural o política para Flandes. De esta agitación nació la ley lingüística de 1921, que estableció el uso legal del flamenco en los negocios y asuntos administrativos y dividió a Bélgica en dos secciones lingüísticas. La parte flamenca comprendió las provincias de Amberes, Limburgo, Flandes oriental y occidental, junto con parte de Brabante. La porción francesa incluía las provincias de Hainaut, Namur, Lieja, Luxemburgo y sectores de Brabante. Bruselas continuó siendo bilingüe. La ley de 1921 fue robustecida por nuevas legislaciones en 1928, 1932 y 1935. El rey Alberto murió en un accidente de alpinismo (1924) y le sucedió su hijo Leopoldo III. Los comienzos de la década 1930 se vieron sumidos en la depresión económica, pero los temores políticos terminaron por sobreponerse a los económicos. Bélgica sintió gran ansiedad ante la política alemana, el resurgir del separatismo y el movimiento político fascista.
Segunda Guerra Mundial. En 1940, Bélgica fue invadida una vez más por los alemanes. Toda defensa fue vana. Las fuerzas belgas capitularon por orden del rey Leopoldo mientras que las tropas francesas e inglesas continuaron la resistencia. La capitulación del rey fue repudiada por el Gobierno belga. La segunda ocupación, que duró de 1940 a 1944, vino acompañada de grandes penalidades y sufrimientos: rígido racionamiento, trabajos forzados, deportaciones, tropelías de la Gestapo, etc. El 3 de setiembre de 1944, Bruselas fue liberada por las tropas inglesas y al siguiente día entró en la ciudad la Brigada Belga, formada en Inglaterra. El 8 de setiembre el Gobierno retornó del exilio en Inglaterra.
Posguerra. Aunque el rey Leopoldo III había sido internado por los alemanes en calidad de prisionero durante la guerra, tardó en ser repuesto después de la liberación a causa de los cargos que se le imputaban de colaboración con el enemigo. Su hermano, el príncipe Carlos, se hizo cargo de la regencia y una comisión imparcial investigó la colaboración de Leopoldo con Alemania. Aunque los fallos de la comisión y el referéndum de 1950 fueron favorables al rey, no lograron amortiguar las controversias sobre su conuucta durante el tiempo de guerra. Finalmente, Leopoldo abdicó en 1951 en favor de su hijo Balduino I, que en 1961 casó con Doña Fabiola de Mora, de la nobleza española.
La recuperación económica de Bélgica fue la más rápida de cualquiera de los estados europeos combatientes en la II Guerra Mundial. Esta recuperación se debió al hecho de que el puerto de Amberes fue el principal de los aliados occidentales durante la guerra e inmediata posguerra y a los grandes créditos acumulados durante el conflicto por los suministros de cobre, uranio y otros minerales procedentes del Gongo. En esta recuperación tuvieron también buena parte el hecho de no haber sufrido apenas el país los daños de la guerra, la actividad y energía de los belgas y la sana política de su Gobierno. En 1947, Bélgica, Luxemburgo y Holanda llevaron a cabo un acuerdo concertado en 1944 en Londres e instauraron la unión aduanera conocida con el nombre de Benelux.
En 1951, Bélgica fue una de las firmantes del Plan Schuman (Comunidad Europea del Carbón y Acero) y más tarde gran defensora de la Comunidad de Defensa de Europa. Las elecciones de 1954 dieron por resultado un Gobierno de coalición de los partidos Socialista y Liberal bajo la dirección del liberal Achille van Acker. A pesar de la prosperidad imperante, basada en los puntales de plenitud de trabajo, ausencia de paro, elevada producción industrial y sólida situación financiera, Bélgica hubo de enfrentarse en 1960 con una gravísima coyuntura económica: la pérdida del Congo, que constituía una de sus principales fuentes de riqueza.