Historia de la artillería

La historia de la artillería se remonta a los tiempos más antiguos, donde la humanidad desarrolló ingenios bélicos para asediar ciudades.

La Biblia ya menciona su uso contra las murallas de Jerusalén, destacando el arco y la honda como precursores de las primeras piezas artilleras, como la ballesta y la catapulta.

Estas máquinas, utilizadas en asedios, evolucionaron con el tiempo, dando paso al cañón en la Edad Media, cuya invención se atribuye a Berthold Schwarz.

historia de la artillería
  1. La humanidad creó ingenios bélicos en los tiempos más remotos; ya la Biblia menciona su empleo contra las murallas de Jerusalén ocho siglos antes del nacimiento de Cristo. El arco y la honda fueron predecesores de las dos primeras «piezas artilleras»; la ballesta y la catapulta. La primera lanzaba flechas, bodoques y piedras; la catapulta arrojaba piedras o materias

    incendiarias. Ambas máquinas, muy pesadas y engorrosas, fueron utilizadas casi exclusivamente en los asedios prolongados de las ciudades fortificadas, aunque Julio César las empleó al parecer para apoyar el desembarco de sus fuerzas en Britania. Una catapulta perfeccionada, el trabuco, apareció en la Edad Media. El más poderoso de ellos podía lanzar una piedra de 135 kg a una distancia de 270 metros.

    No abundan los datos que esclarezcan los orígenes del cañón, si bien suele atribuirse su invención a Berthold Schwarz, monje alemán del siglo xiv. La primera descripción concreta de un cañón aparece en 1313; el primer dibujo, en un manuscrito de 1327, nos lo muestra en forma de jarrón de cuello estrecho que disparaba un dardo de hierro. Eduardo III de Inglaterra utilizó contra los escoceses (1327) ingenios bélicos, llamados «cuervos de guerra», pero no conservamos descripción alguna de ellos. Sir John Froissart, en sus Chronicles of England, Franee, and Spain, relata que los ingleses rechazaron a los franceses en el sitio de Tournai (1340) «asustando sus caballos con armas que promovían gran estrépito y disparaban piezas de hierro». Eduardo III utilizaba, en 1344, los servicios de 12 artilleros; se cree empleó bombardas en la batalla de Grécy (1346). Niebla fue, en la España de la Reconquista, en la lucha entre cristianos y musulmanes, uno de los lugares en que se usó por primera vez la pólvora en Europa. El perfeccionamiento de la artillería en Europa se desarrolló a pasos agigantados a partir de la segunda mitad del siglo xiii. Lós artilleros eran especialistas civiles. Los -maestros artilleros pertenecían a un gremio que celosamente ocultaba sus secretos profesionales. Los servidores de las piezas y los carreteros eran obreros a sueldo y no soldados. Los proyectiles de piedra substituyeron a los dardos y los botes de metralla, recipientes metálicos llenos de piezas de hierro, producían efectos similares a las granadas posteriores. Aunque Venecia ensayó, en 1376, una cápsula explosiva y en 1400 conocíanse ya proyectiles macizos de hierro fundido, su uso no se generalizó hasta muchos años más tarde.

    Los primeros cañones eran tubos metálicos construidos con barras de hierro aseguradas con aros y reforzadas por arrollamientos de alambre o cuero. No eran pocos los de retrocarga, cuyo mecanismo de cierre consistía en un bloque cilindrico de metal que mantenía en posición una lengüeta. El escaso desarrollo de las artes mecánicas no permitía fabricar metales de resistencia apropiada y los ajustes no tenían la precisión necesaria para impedir la fuga de gases por la parte posterior del cañón; a menudo reventaba el bloque de cierre. Los cañones no podían soportar grandes cargas de pólvora; el rey Jacobo II de Escocia murió a consecuencia de la explosión de un tubo de cañón durante una prueba.


    Cañones mayores: Los gigantescos cañones fabricados en el siglo xv tenían calibres muy superiores a todos los utilizados posteriormente. Destaca entre todos ellos la bombarda de bronce fundido que Mohamed II utilizó contra las murallas de Constantinopla (1453). Con más de 5 m de longitud y 19 t de peso, podía disparar siete veces al día un proyectil de piedra de 635 mm de diámetro y 270 kg de peso; 200 hombres y 60 bueyes eras precisos para moverla. En 1807 fue utilizada todavía contra la flota inglesa. La Gran Bombarda de Gante, construida en 1382, de barras de hierro forjado soldadas entre sí y sujetas por zunchos, tenía 635 mm de calibre y disparaba una piedra de granito que pesaba 315 kg. El Mons Meg, utilizado en Escocia en 1455, con 495 mm de calibre, podía lanzar proyectiles de hierro a 1288 m y de piedra a 2625 m. En la actualidad está expuesto en el castillo de Edimburgo, donde disparó por última vez en 1650. El Gran Mortero de Moscú, fabricado hacia 1525, tenía el mayor calibre conocido: 915 mm; con 5,50 m de longitud, disparaba una bala de piedra de 1830 kilogramos.

    La invención de la artillería de campaña se atribuye a Juan Ziska, que colocó sobre carretas sus cañones de bronce durante las guerras hussitas de Bohemia (1419-24), en las que las catapultas realizaban todavía la labor pesada de asedio. Cuando a fines de siglo hicieron su aparición las primeras armas de fuego para la infantería, desplazaron durante algún tiempo á los cañones montados sobre carretas, poco más efectivos, pero continuó el perfeccionamiento de la artillería de sitio. Los Reyes Católicos dotaron de artillería su ejército permanente y Carlos I, para rivalizar con los «doce pares» de Francisco I, fundió los «doce apóstoles».


    Gustavo Adolfo de Suecia: mejoró notablemente la artillería durante la Guerra de los Treinta Años. Percatado de la utilidad de los cañones para romper las formaciones macizas de piqueros y mosqueteros, substituyó los pesados cañones de la época por armas más ligeras que a su mayor movilidad unían una potencia de fuego más rápida y certera. Su primer cañón, un cilindro de cobre reforzado por bandas de hierro, ligado con cuerda encastrada en cemento y envuelto en una cubierta de cuero, no tuvo éxito. Su jefe de artillería, Lennart Torstensson, construyó otro de hierro fundido, que pesaba 295 kg y disparaba proyectiles de 1,8 kg; servido por tres hombres, era arrastrado por dos caballos. La artillería hipomóvil ha venido utilizando desde entonces las cureñas con gualderas tal y como fueron proyectadas en un principio, salvo ligeras modificaciones. El proyectil y la carga exacta de pólvora se envolvían en un paño o en un cartucho de papel. Gustavo reunía su artillería en baterías de dos o más piezas en la proporción de seis cañones por cada 1000 infantes. Los cañones de ánima lisa y avan-carga fueron clasificados por el peso de sus proyectiles. Por tanto, decir que el cañón más pesado de Gustavo Adolfo era de 5 kg y que su arma más eficaz fue una semiculebrina de 4 kg es indicar que dichas piezas disparaban proyectiles de 5 y 4 kg de peso respectivamente. Este sistema todavía está en vigor para -algunos tipos de cañones, especialmente en los países de habla inglesa. Más corriente es clasificar las armas rayadas de acuerdo con su calibre, que es el diámetro del ánima expresado en pulgadas o milímetros. También es corriente expresar la longitud de los cañones en función de su calibre. Así, una pieza del 75/20 tiene 75 mm de calibre y una longitud 20 veces superior a su calibre, esto es, 75x20=1500 mm=l,50 metros.

    Los éxitos de la artillería sueca en las batallas de Breintenfeld (1631) y Lützen (1632) movieron a otras naciones a imitar a Gustavo Adolfo. Fueron muy utilizados los cañones de bronce fundido en calibres de 25 a 152 mm con longitudes de 15 a 20 calibres; las piezas ligeras podían efectuar hasta 100 disparos diarios. Utilizaban cartuchos que eran encendidos a través de un orificio de cebado con ayuda del botafuego o de una mecha lenta. Disparaban proyectiles macizos de hierro colado; proyectiles huecos de hierro rellenos de pólvora que se hacía explotar con mechas lentas; botes de metralla, recipientes llenos de balas de mosquete; y, finalmente, metralla, colocada en armazones que contenían cierto número de balas de hierro. Los holandeses inventaron el obús, arma dotada de gran ángulo de tiro y alcance superior al mortero, que lanzaba proyectiles al interior de las fortificaciones. Los numerosos asedios originados por las guerras que mantuvo Luis XIV de Francia (1638-1715) motivaron el resurgir de los cañones pesados de sitio y el perfeccionamiento del mortero, arma de tubo cortísimo, pequeño alcance y ángulo de tiro muy abierto.

    Federico el Grande de Prusia (1740-86) introdujo la artillería a caballo (para apoyar a la caballería) y mejoró su movilidad prescribiendo ejercicios para los cañones con avantrén. Utilizó los caballos como montura de los sirvientes de las piezas, en lugar de destinarlos únicamente al arrastre de los cañones. Empleaba de dos a cinco piezas por cada 1000 hombres, situaba los cañones ligeros delante de la infantería y reunía las piezas pesadas en grandes baterías. Maritz de Suiza inició (1740) la fabricación de cañones por perforación de tubos macizos metálicos en vez de fundir la pieza.


    Jean Baptiste Vaquette de Gribeauval: padre de la moderna artillería de campaña, acometió una serie de reformas en el ejército francés en 1765. La construcción de cañones carecía de todo método, lo que daba por resultado una gran variedad de tipos, tamaños y marcas. Gribeauval unificó y limitó el número de modelos, diseñó cureñas apropiadas, introdujo los furgones para el transporte de municiones e implantó.gran número de mejoras técnicas. Los tornillos elevadores substituyeron a las cuñas y el empleo de alzas permitió mayor exactitud en la puntería. La prolonga, soga con ganchos y palancas acodilladas que une el avantrén con la cureña cuando se suelta la clavija, permitía mover a brazo las piezas en trechos cortos. Los conductores eran soldados en vez de civiles y la artillería quedó organizada en compañías. Los caballos, enganchados por parejas en vez de en tándem, podían entrar en acción al galope.

    El arma de artillería influyó decisivamente en las victorias de Napoleón, quien inició su carrera militar como oficial de la misma. Napoleón mantenía en reserva gran número de piezas que utilizaba en acción de masa sobre los puntos neurálgicos; también puso las baterías a las órdenes del mando divisionario en lugar de a las del jefe de batallón. Cada batería comprendía seis cañones; la artillería de campaña disponía de piezas de 2,75/4 y 5 kg, con un obús de 140 mm por cada cinco cañones. Los ingleses introdujeron en 1808 la granada Shrapnel, que remplazó al bote de metralla y, en 1814, el cohete Congreve o cohete de guerra; utilizaron también la brigada (batería) de cinco cañones y un obús. Los fulminantes de fricción aparecieron cuando se consiguió aislar el fulminato de mercurio (1800). Otras diversas mejoras coñvirtieron a la artillería en arma muy especializada. Por ejemplo, después de la Guerra de Crimea, organizaron los ingleses su artillería en la disposición siguiente: artillería de posición, cañones de 8 kg y obuses de 203 mm; artillería pesada de campaña, cañones de 5 kg y obuses de 14 kg; artillería de campaña, cañones de 4 kg y obuses de 10 kg; artillería a caballo, cañones de 2,75 kg y obuses de 5 kg; y artillería de montaña, cañones de 1 kg y obuses de 100 mm. Napoleón III organizó sus baterías con piezas de calibre uniforme e introdujo (1852) el cañón de bronce de 5 kg que tomó su nombre, muy utilizado en América durante la Guerra de Secesión.

    En esta guerra la artillería estaba repartida, más o menos por igual, entre el cañón rayado de 76 mm, con alcance de 2,5 km, y el Napoleón de 5 kg, que no sobrepasaba los 1385 m. En la primera fase de la contienda, el ejército federal utilizó baterías de seis cañones, que posteriormente fueron reducidos a cuatro. Cada brigada tuvo asignada una batería, pero, más adelante, la artillería quedó bajo el mando divisionario y sus reservas a las órdenes de los mandos de cuerpos y ejércitos. El estriado helicoidal de los cañones rayados, utilizados por vez primera en la Guerra de Crimea por las fuerzas inglesas, no dio los resultados apetecidos. Sin embargo, los cañones rayados que emplearon los franceses en la Guerra de 1859 tenían más alcance que los austríacos de ánima lisa. Durante la Guerra Austro-Prusiana, los cañones de acero y retrocarga prusianos superaron a las piezas rayadas y de avancarga austríacos.

    Durante la Guerra Franco-Prusiana, Prusia adoptó una organización similar, pero abolió la reserva general. Todas las piezas eran de acero y retrocarga, en número de 3,7 por cada 1000 fusiles. La concentración artillera en grandes masas era norma general en aquella época. Francia, que aún poseía cañones de avancarga, utilizó artillería menos agresivamente.

    La adopción del cañón de acero y retrocarga fue el avance más importante logrado por la artillería en varios siglos. Desde los tiempos de Gustavo Adolfo el retroceso del cañón venía soportado por el movimiento de la cureña; después de cada disparo era necesario emplazar de nuevo la pieza utilizando alzas muy toscas que únicamente permitían enfilar aproximadamente el objetivo. El espeso humo de la pólvora retrasaba á menudo la operación de emplazamiento: un disparo cada media hora era un régimen de fuego satisfactorio.

    Las mejoras se sucedieron con rapidez ininterrumpida en los últimos años del siglo xix. La pólvora sin humo apareció en 1895. La artillería francesa se colocó en cabeza del mundo con su modelo 1897, de tiro rápido, retroceso largo y 75 mm de calibre, que se hizo famoso durante la I Guerra Mundial. Aunque se ocultaron celosamente los detalles de su mecanismo de retroceso y construcción interior, otras naciones pudieron construir tipos similares de retroceso largo, cuyos rudimentarios recuperadores absorbían la energía del retroceso. El empleo de estos mecanismos permitió aplicar a las piezas miras telescópicas, telémetros, telescopios de observación y otros instrumentos para dirigir el tiro. El perfeccionamiento de los instrumentos de observación permitió a los artilleros alcanzar con precisión objetivos más distantes y la exactitud de las alzas hizo posible el tiro con puntería indirecta, que permite disparar con exactitud desde asentamientos ocultos sobre blancos que no se hallan a la vista. Aumentó la rapidez de tiro con la utilización de munición de vaina, en que proyectil y carga explosiva forman una unidad; media una enorme distancia entre los ingenios bélicos que disparaban un tiro cada media hora y los cañones de campaña de 75 mm capaces de realizar de 20 a 25 disparos por minuto. Sin embargo, este régimen sólo podía ser mantenido durante un corto periodo debido a que el cañón se recalentaba. La media normal eran dos o tres disparos por minuto y pieza.

    Para más información ver: artillería.
Actualizado: 01/03/2015


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m. = sustantivo masculino
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