La historia de la astronomía está marcada por avances significativos en la observación del cielo.
En el siglo XVI, el astrónomo danés Tycho Brahe realizó meticulosas observaciones de los planetas, que más tarde sirvieron a Kepler para calcular trayectorias con mayor precisión.
Sin embargo, fue Galileo, en 1610, quien revolucionó la astronomía al utilizar el telescopio para descubrir fenómenos asombrosos, como la composición de la Vía Láctea y los satélites de Júpiter.
historia de la astronomía: primeras observaciones telescópicas
El astrónomo danés Tycho Brahe llevó a cabo, en el siglo siguiente, una larga serie de cuidadosas observaciones sobre las posiciones aparentes de los planetas, observaciones que fueron utilizadas más tarde por el alemán Kppler como base de laboriosos cálculos que señalaban con más precisión las trayectorias planetarias. Galileo fue el primero en aplicar el Telescopio a la observación del cielo (Italia, 1610). Con sus telescopios, pequeños y rudimentarios comparados con los actuales, este investigador genial hizo asombrosos descubrimientos: que la Vía láctea estaba compuesta de tenues estrellas; que había manchas negras sobre la superficie del Sol, supuesta incorruptible o «inmaculada»; que la superficie lunar se encontraba deformada por cráteres y montañas; y que Venus, contrariamente a la teoría de Tolomeo, pasaba, al igual que la Luna, de la fase de creciente a la fase llamada gibosa. Galileo descubrió asimismo cuatro satélites de Júpiter, los cuales, al girar alrededor de éste, constituyen con él un modelo en pequeño del sistema solar descrito por Copérnico. Los descubrimientos de Kepler, Galileo y otros astrónomos contemporáneos suyos proscribieron la teoría tolemaica y abrieron el camino a la magnífica concepción actual del Universo.
A medida que se fueron ampliando y perfeccionando los telescopios en los tiempos posteriores a Galileo, continuaron acumulándose los descubrimientos, por ejemplo: el hallazgo de nuevos satélites en torno a los planetas; el anillo delgado y plano, totalmente despegado del planeta, que rodea a Saturno, espectáculo único en el Universo hasta ahora conocido; los cambiantes cinturones de nubes que envuelven a Júpiter; las marcas permanentes de luz y sombra que distinguen a Marte, así como sus blancos casquetes polares, que, al igual que la nieve, se funden al permanecer expuestos al Sol mucho tiempo; las rotaciones del Sol y de algunos planetas alrededor de su eje; los eclipses de los satélites de Júpiter, que ayudaron a Roemer a determinar por vez primera la velocidad de la luz; el carácter doble de algunas estrellas (a pesar de que el telescopio, por la distancia enorme de ellas, no podía ofrecerlas con aumento sensible) y el hecho, descubierto ulteriormente, de que las acompañantes giraban alrededor de sus primarias; la existencia, en fin, entre las estrellas, de numerosos objetos nubiformes débilmente luminosos que fueron llamados Stellae nebulosae y, posteriormente, nebulosas simplemente. Véase Nebulosa.