La historia de la cerámica en la imitación romana revela un fascinante proceso de adaptación y evolución artística.
A partir del año 200 a.C., la cerámica romano-aretina surgió en Arezzo, influenciada por los vasos griegos gracias a ceramistas griegos prisioneros.
En Etruria, se desarrolló una cerámica greco-romana, destacando por sus vasos rojos y negros.
Aunque basada en la tradición griega, la cerámica romana aportó innovaciones, especialmente en el diseño de lámparas y técnicas de barnizado.
historia de la cerámica: imitación romana
La cerámica romano-aretina, imitadora de los vasos griegos, comenzó en el año 200 a. de J.C. en Arezzo, como resultado de las Guerras Púnicas, durante las cuales numerosos ceramistas griegos, hechos prisioneros por los romanos, obtuvieron permiso para practicar su arte. Hasta 100 años a. de J.C. no se utilizaron, sin embargó, sellos con el nombre del ceramista. Son especialmente interesantes los vasos en que figuran los nombres del artesano, el esclavo alfarero, y de su amo.
También en Etruria se copió el vaso griego; allí los ceramistas romanos produjeron una cerámica etrusca o greco-romana —vasos rojos y negros— desde el año 100 a. de J.C. hasta el siglo iii de la Era cristiana.
Aunque la cerámica romana procede de la griega, con sus dibujos en negro y rojo y sus superficies lustrosas, el número y variedad de las lámparas romanas, a menudo de exquisitos relieves, constituyen una aportación original. Se considera, además, que con el perfeccionamiento del barnizado y vidriado, los alfareros romanos contribuyeron un poco al adelanto del primitivo arte de la cerámica.