La historia de la cirugía es un fascinante recorrido que comienza en el antiguo Egipto, donde se documentaron prácticas quirúrgicas en papiros de 1700 a.C.
A lo largo de los siglos, la medicina ha evolucionado, y la cirugía moderna, que se consolidó en el siglo XIX, destaca por su complejidad y dramatismo.
Aunque los primeros cirujanos, como los discípulos de Hipócrates, realizaban intervenciones sencillas, fue con Ambroise Paré que la cirugía comenzó a fundamentarse en principios científicos, marcando un hito en su desarrollo.
historia de la cirugía (medicina)
La cirugía moderna data del siglo xix y es una de las especialidades médicas más espectaculares y dramáticas. Los primeros escritos referentes a la cirugía se han hallado en papiros egipcios de 1700 años a. de J.C., aproximadamente. Los discípulos de Hipócrates (v. Hipócrates) y sus sucesores se limitaron en su mayor parte a practicar intervenciones quirúrgicas de poca importancia y escaso derramamiento de sangre. Sin embargo, ocasionalmente, se intentaron operaciones más difíciles. Los instrumentos usados en la época de Hipócrates eran de asta, metal, madera e incluso de vidrio. Hasta finales del siglo xvi, gracias a la pericia de Ambroise Paré (v. Paré, Ambroise), cirujano del Ejército francés, no se abordaron los problemas quirúrgicos sobre bases científicas.
La cirugía luchaba antaño desventajosamente contra dos factores: 1) el dolor causado por las incisiones en el organismo y por las manipulaciones sobre los órganos internos. Muy pocas personas poseían la fortaleza de ánimo suficiente para soportar una cirugía tan cruenta y, si se decidían a operarse, era más que probable que murieran de shock quirúrgico, si no inmediatamente, muy poco después de la operación; 2) la falta de conocimientos acerca de la infección. Prácticamente toda herida quirúrgica se infectaba y, cuando no, era por pura casualidad y no por el empleo de una técnica adecuada.
Lucha contra la infección y el dolor.
La conquista de la infección empezó con Pasteur (1860) y fue aplicada a la cirugía por Lord Lister una década después. El problema de la anestesia fue resuelto poco antes. Sir Humphry Davy, en 1800, descubrió accidentalmente en su propia persona los efectos anestésicos del gas hilarante (v. Anestesia), pero no los utilizó. En realidad, no fue aplicado a los pacientes hasta aproximadamente el año 1844, en que el dentista americano Horace Wells hizo la primera aplicación formal del óxido nitroso, el llamado gas hilarante. En 1842, Crawford W. Long usó por primera vez intencionadamente el éter como anestésico. En 1847 Sir James Young Simpson aplicó cloroformo a la práctica obstétrica y en 1846 realizaron la primera demostración pública de la anestesia con éter, en el Massachusetts General Hospital, William Thomas Green Morton y Charles T. Jackson.
Dominada la infección y aplicable la anestesia, el panorama de la cirugía experimentó un cambio radical, aunque fueron necesarias muchas generaciones y experiencias para lograr los frutos consiguientes. Todavía se oye hablar de la necesidad de rapidez y destreza que precisa el cirujano. Es verdad que el cirujano ha de operar lo más rápidamente posible para abreviar la operación y disminuir la duración del shock. Sin embargo, la velocidad ha de ser razonable a fin de poder actuar con cuidado y precisión; de todos modos, las condiciones de la operación son hoy bastante distintas de las existentes con anterioridad al uso de la anestesia. Cuando uno de los primeros cirujanos de Kentucky, Ephraim McDowell, realizó la primera ovariotomía en Danville (Kentucky), la única anestesia con que contaba la paciente era su fe en Dios y su concentración en repetir el salmo 23. McDowell hubo de hacer la operación a la máxima velocidad posible. Los minutos y hasta los segundos, tenían importancia. Hoy día los cirujanos prestan más atención a operar bien que a hacerlo de prisa, puesto que no necesitan precipitarse.
Una vez que la rapidez dejó de ser esencial y pudo dominarse la infección prácticamente en todas las circunstancias, salvo casos excepcionales, fue posible refinar y perfeccionar la técnica quirúrgica, de tal modo que las operaciones de hoy no tienen la más remota semejanza con las realizadas hace poco menos de cien años. Ahora es posible operar, prácticamente, en cualquier zona del cuerpo humano. El cerebro y la medula espinal, que durante tantos años estuvieron vedados a los cirujanos, son asequibles hoy en día, dado el actual dominio sobre la infección. El cirujano puede operar en el tórax y actuar no sólo en los pulmones y glándulas intratorácicas, sino también en el corazón y los grandes vasos. Puede abrir y cerrar una articulación sin temor a la infección. Puede, en fin, operar en la cavidad abdominal, dentro del saco peritoneal, sin miedo a complicaciones, seguro de la eficacia de las técnicas de asepsia.
Enseñanza.
La formación del cirujano moderno ha dejado de ser obra del azar, como comúnmente lo era hasta el comienzo de la I Guerra Mundial. En aquella época, casi todos los graduados en una Facultad de Medicina se titulaban «médico y cirujano». Durante su juventud realizaban relativamente poca cirugía, a no ser la cirugía menor. Trabajando en un hospital al lado de un cirujano de mayor edad y experiencia, adquirían gradualmente la técnica, confianza y reputación de cirujanos que les capacitaban para actuar por propia cuenta. Muchos de los más famosos cirujanos de generaciones no lejanas se formaron de esta manera. En la actualidad se requiere entrenamiento más rápido y al mismo tiempo más científico. Antes de que un médico pueda realmente llamarse cirujano, ha de realizar además de su adiestramiento en la Facultad de Medicina y en su internado, un curso de postgraduado en un hospital de gran movimiento quirúrgico, donde observa, ayuda y finalmente empieza a operar. Tras esta enseñanza, continúa vinculado a algún gran centro médico, donde lleva una vida activa en calidad de ayudante de algún cirujano famoso, a veces en el campo de alguna especialidad. Una vez completada esta extensa preparación postgradual, se establece generalmente como colaborador de otro cirujano de mayor edad y experiencia hasta que, por último, se independiza. En casi todos los países se precisa además el título de especialista en cada una de sus ramas para poder ejercer como tal.