La historia de la industria de la construcción refleja el desarrollo de la civilización a través de la creación de espacios que permiten la vida sedentaria.
Desde las antiguas civilizaciones egipcia y babilónica, donde se perfeccionaron técnicas como la carpintería y la albañilería, hasta las impresionantes obras de los griegos y romanos, esta actividad ha sido fundamental en el progreso humano.
Edificios emblemáticos como las pirámides y la Gran Muralla son testigos de un legado constructivo que ha perdurado a lo largo del tiempo.
historia de la industria de la construcción
Los progresos de la civilización dependen de la creación y mantenimiento de condiciones adecuadas a la vida sedentaria; por ello, la actividad constructora ha constituido siempre parte importante del esfuerzo productivo del hombre de todas las épocas. Las antiguas civilizaciones egipcia y babilónica ya conocieron las técnicas de la carpintería, albañilería, revocado y muchas otras del mismo ramo.
Los templos de mármol griegos, las vías, calzadas, acueductos, templos y coliseos romanos, las pirámides egipcias, la Gran Muralla china, los templos mayas, son exponente de pretéritas actividades constructoras. En Occidente, edificios y técnicas de edificación experimentaron un sensible retroceso desde la caída del Imperio Romano hasta el siglo x.
Posteriormente, los hombres del medievo orientaron sus esfuerzos hacia la construcción de catedrales, iglesias y monasterios. Es especialmente interesante la construcción de catedrales, que exigía compleja organización, trabajadores especializados, creación de nuevas técnicas, acarreo de materiales y abundante mano de obra; las más monumentales de ellas vieron sucederse varias generaciones antes de recibir remate. Todo edificio occidental de alguna importancia utilizó la piedra como materia prima.
El albañil de más categoría, el «maestro», tenía las mismas atribuciones que un moderno arquitecto y había de desempeñar idéntico trabajo: diseñaba y dirigía la construcción y coordinaba el trabajo de los artesanos de diversas especialidades que intervenían en la erección del edificio. El acarreo de materiales repercutía considerablemente en el costo de la obra: las expediciones de piedra, madera y materiales de construcción fueron importantes partidas del comercio regional e internacional de aquella época. Véase Catedral; Piedra de construcción.
En la Edad Moderna, la actividad constructora, enfocada hasta entonces hacia la creación de edificios eclesiásticos, se orientó a la erección de residencias para la nobleza. Factores que estimularon notablemente esta industria fueron el aumento de población, que hizo surgir las modernas ciudades, y la industrialización. Los canales y carreteras que el transporte requería también fueron incrementándose con ritmo acelerado y después de 1760, la Revolución Industrial dio el impulso definitivo, transformándola y multiplicándola, a la industria constructora. Surgieron las empresas inmobiliarias que hoy se dedican a edificaciones domésticas y apareció el contratista, figura central de toda labor de construcción de importancia.
El 1920 fue un año sin precedentes en la historia de la construcción norteamericana. Durante la década de 1920-30 se alzaron la mayoría de los rascacielos que hoy son símbolo de los Estados Unidos. Numerosas innovaciones en materiales y técnicas aparecieron con la posguerra. Las clásicas fachadas de piedra o ladrillo son remplazadas por las de vidrio, acero inoxidable, aluminio, metales esmaltados, etc. La maquinaria para desmontar terreno, hormigonar carreteras, instalar tuberías o realizar funciones similares, es de uso corriente. Muchos constructores, especialmente los de viviendas, han recurrido a las piezas prefabricadas, aunque éstas no hayan proporcionado ahorros de tiempo y dinero tan fabulosos como en un tiempo se predijo.