La historia de la República Democrática del Congo es un relato complejo que comienza con la llegada del navegante portugués Diego Cam en 1482, quien fue uno de los primeros europeos en explorar la región.
A pesar de los intentos de colonización por parte de los portugueses, su influencia fue efímera.
La verdadera transformación del Congo se inicia en 1876 con la fundación de la Asociación Internacional para la Explotación y Civilización de África Central, liderada por el rey belga Leopoldo II.
historia de la República Democrática del Congo
El primer europeo que visitó la región fue probablemente el navegante portugués Diego Cam, cuya expedición llegó a la boca del Congo por el 1482. Durante el siglo xvi los portugueses realizaron algunos intentos para desarrollar la zona y fundaron efímeras colonias y una catedral. Pero la influencia portuguesa en el Congo, que nunca fue muy intensa, desapareció durante el siglo xvii; por otra parte, la insalubridad del territorio, los bosques ecuatoriales, la hostilidad de los habitantes, la lejanía y la dificultad de acceso alejaron a los exploradores europeos de la cuenca del Congo. Entre los primeros que la visitaron figuran Almeida e Lacerda (1798), J. K. Tuckey (1816), Georg August Schweinfurth (1870) y David Livingstone (1866-71).
La historia moderna del Congo se inicia en 1876, en que se fundó en Bruselas la Asociación Internacional para la Explotación y Civilización de África Central bajo la presidencia de Leopoldo II, rey de los belgas. Leopoldo convino con el explorador Sir Henry Morton Stanley en que éste regresaría al África central para asegurar la soberanía de la Asociación —llamada más tarde Asociación Internacional del Congo— sobre dichos territorios. En nombre de este organismo, Stanley, subvencionado por Leopoldo, inició en 1883 una expedición a la cuenca del Congo, firmó numerosos tratados con los jefes locales y estableció factorías en el río y en sus principales afluentes.
En 1884, Alemania y Estados Unidos reconocieron la soberanía de la Asociación Internacional del Congo y la Conferencia de Berlín (1884-85) garantizó la independencia del nuevo territorio. Se firmaron acuerdos internacionales que velaban por la libertad de navegación por el Congo y sus afluentes, libre comercio para todas las naciones, prohibición de monopolios comerciales, trato adecuado a los indígenas y supresión de la esclavitud. En 1885 el Gobierno belga y otras legislaturas reconocieron al rey Leopoldo como jefe personal del nuevo Estado. Leopoldo declaró oficialmente que el Estado Libre del Congo, como fue llamado, era un país independiente y no una colonia de Bélgica, aunque estuviera relacionado con esta nación a través de su persona.
El Estado Libre del Congo estableció su cuartel general en Bruselas, mientras el gobernador general, jefe de la administración local, se instalaba en Boma. Se organizó un ejército local que en una serie de afortunadas campañas realizadas en los primeros años de la década 1890-1900 logró eliminar a los mercaderes árabes de esclavos. Así acabó en el Congo una larga historia de esclavitud. Durante los primeros años de existencia del Estado se inició una activa explotación de sus recursos, por los belgas principalmente. Diversos convenios firmados con las potencias europeas establecieron las fronteras del país. Ya en 1890 se hizo evidente que Leopoldo no podría financiar personalmente el desarrollo de un país 80 veces más grande que Bélgica; el Gobierno belga le concedió un préstamo a cambio de la seguridad de que Leopoldo legaría el Congo a su nación.
En 1901 y años posteriores Inglaterra denunció las condiciones imperantes en el Congo como violaciones del Tratado de Berlín: empleo de mano de obra forzada en las plantaciones de caucho reales en lugar de establecer contribuciones en dinero, confiscación de los Derechos territoriales de los nativos y restricciones comerciales a los restantes países. También los cónsules y legados elevaron notas de protesta por las deplorables crueldades cometidas por los capataces y otros empleados públicos, pero las autoridades belgas negaron tales cargos. Una comisión investigadora nombrada por Leopoldo aconsejó revisar las leyes territoriales, los impuestos y la administración de justicia. La agitación en contra del gobierno personal de Leopoldo se intensificó a comienzos del siglo xx y en 1908 el Estado del Congo quedó anexionado a Bélgica. Su nombre cambió por el de Congo Belga y su régimen pasó a ser colonial.
Bajo la autoridad del Gobierno belga se efectuaron numerosas reformas sociales y económicas y se promovió el desarrollo material del país sin explotar a los congoleses. A diferencia de lo que ocurría en otras zonas coloniales africanas, el Gobierno belga no estableció ninguna forma de Gobierno local, sino una administración muy paternalista, aunque su política tendía en definitiva a la concesión de la independencia.
Al concluir la I Guerra Mundial los distritos de Ruanda y Urundi, que hasta entonces formaron parte del África Oriental Alemana, fueron cedidos a Bélgica bajo mandato de la Sociedad de Naciones; en 1946, las Naciones Unidas los transformaron en territorio administrado por Bélgica. En 1927 Bélgica cedía a Portugal parte de Katanga meridional a cambio de una pequeña franja de terreno próxima a Matadi.
Después de la II Guerra Mundial se descubrió que el Congo Belga era una de las pocas regiones que todavía contaban con vastas reservas de materias primas; el extraordinario incremento en la extracción de materias primas y el rápido crecimiento de la industria produjeron una súbita expansión económica del Congo. Al tiempo que se desarrollaba la economía se acentuaron los servicios sociales. A fin de consolidar los claros adelantos alcanzados en el bienestar de la colonia se inició en 1950 un plan decenal durante el que se realizarían fuertes inversiones en proyectos de enseñanza profesional, educación, alojamientos, salud pública, transportes, energía y suministro de agua.
Las corrientes independentistas que en la segunda mitad del siglo XX agitaron a todas las colonias africanas repercutieron intensamente en el Congo. El germen nacionalista que durante largo tiempo había venido incubándose estalló violentamente en 1959 cuando los congoleses exigieron abiertamente una autonomía que el Gobierno belga aún no estaba dispuesto a conceder. La agitación política, centrada en torno a la figura clave del líder nacionalista Lumumba, fue tan fuerte en los últimos meses de 1959 y primeros de 1960 que el 30 de junio de este año Bélgica se vio obligada a reconocer la independencia de su antigua colonia.
Casi inmediatamente la provincia de Katanga, la más rica del Estado, se secesionó, alentada por los belgas, que no se resignaban a perder pasivamente tan importante fuente de beneficios. Instructores belgas armaron y adiestraron a las fuerzas de Tshombe, presidente de Katanga, para hacer frente a los tropas de Mobutu e Ileo Kasavubu, dirigentes del Congo, que proclamaban la soberanía del nuevo Estado sobre la provincia secesionista. La pugna política y bélica, que alcanzó su clímax con el asesinato de Lumumba, llegó a intensificarse hasta tal punto que obligó a intervenir a las fuerzas militares de la ONU para mantener provisionalmente el status quo y conservar una apariencia de paz que que no duró mucho tiempo.
La crisis más grave se produjo en la primavera de 1964 cuando los antiguos partidarios de Patrice Lumumba, con fuerte presencia tribal, realizaron una gran revuelta. Rápidamente se apoderaron del norte del país, barriendo a las desmoralizadas tropas gubernamentales. Tras ser nombrado el prooccidental Moise Tshombe primer ministro, Estados Unidos y Bélgica apoyaran al gobierno central, enviando numeroso armamento. Así mismo se contrató a un millar de mercenarios y en otoño se recuperó la mayor parte del territorio. Arrinconados en Stanleyville, los rebeldes intentaron jugar su última carta, unos dos mil de rehenes occidentales. Ante esta situación el 24 de noviembre de 1964, paracaidistas belgas, que habían contado para el transporte con apoyo logístico norteamericano, tomaron por sorpresa primero el aeropuerto y luego el resto de la ciudad, liberando a la mayoría de los ciudadanos blancos, salvo una treintena que murieron inicialmente. En las siguientes semanas el número superó el centenar, incluyendo numerosas monjas y misioneros, tantos católicos como protestantes. Así mismo, fueron masacrados por los guerrilleros decenas de miles de congoleños. La prensa de la época recoge referencias a torturas, descuartizamientos e incluso canibalismo.
Esta intervención provocó numerosas protestas en los países africanos, lo que motivó que, una vez logrado el objetivo de salvar a la mayor parte de los occidentales rehenes, se retiraran en los primeros días de diciembre las tropas belgas. A partir de ese momento, el protagonismo recayó en las tropas autóctonas, que, bajo la dirección de mercenarios blancos, poco a poco fueron arrinconando a los rebeldes.
Tras cinco años de extrema inestabilidad y descontento civil, el militar Joseph-Désiré Mobutu, ahora teniente general, apoyado por la CIA, derrocó mediante un golpe de Estado a Kasavubu en 1965, se estableció un sistema político de un solo partido y Mobutu se autoproclamó Jefe de Estado. Ocasionalmente llamaba a elecciones donde él era el único candidato.
Al paso del colapso de la Unión Soviética, las relaciones con Estados Unidos se enfriaron, Mobutu ya no era un aliado necesario en la Guerra Fría, y sus oponentes dentro de Zaire dieron un paso al demandar reformas al sistema político. Esta atmósfera contribuyó a que Mobutu declarara la «Tercera República» en 1990, cuya constitución supondría un paso hacia la democratización. Las reformas resultaron ser meramente superficiales y Mobutu continuó gobernando.
A mediados de la década de 1990 la situación empeoró radicalmente. Dentro del marco de la gran crisis de refugiados de los Grandes Lagos, el genocidio ruandés provocó una avalancha de refugiados que huían de la guerra reinante en Ruanda y Burundi. La incapacidad de Mobutu de manejar esta crisis, acompañado de la pérdida de apoyo por parte de occidente permitió a sus opositores iniciar una gran campaña en su contra que terminó con su huida y la proclamación por parte del líder rebelde Laurent-Désiré Kabila de la República Democrática del Congo, en mayo de 1997. Pero los aliados de Kabila pronto se volcaron en su contra y su régimen fue desafiado por una rebelión apoyada por Ruanda y Uganda en agosto de 1998. Tropas de Zimbabue, Angola, Namibia, Chad y Sudán intervinieron para apoyar al nuevo régimen en Kinsasa, iniciándose una devastadora guerra conocida como la "Segunda Guerra del Congo" o Guerra Mundial Africana, el conflicto que más vidas ha costado en el mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Un cese al fuego fue declarado el 10 de julio de 1999; aún así, la lucha continúa tomando fuerza especialmente en la zona este del país, financiada por los ingresos de la extracción ilegal de minerales como coltan, casiterita y diamante. Kabila fue asesinado en enero de 2001 y su hijo Joseph Kabila fue nombrado Jefe de estado. El nuevo presidente rápidamente comenzó negociaciones para finalizar la guerra y se firmó el Acuerdo de Pretoria, en Sudáfrica, en 2002. A fines de 2003, una frágil paz prevalece desde que se instauró el Gobierno de transición. Kabila nombró cuatro vicepresidentes, dos de los cuales habían luchado para expulsarlo desde julio de 2003. Gran parte del este del país sigue siendo inseguro, principalmente por el conflicto de Ituri y las continuas actividades de las Fuerzas Democráticas para la liberación de Ruanda en las provincias de Kivu del Norte y de Kivu del Sur.
El 30 de julio de 2006 se celebraron en el país las primeras elecciones multipartidistas y libres desde la independencia en 1960.
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Preguntas de los visitantes
La esclavitud en el Congo Belga: breve historia
Nombre: Santiago - Fecha: 23/08/2023
¡Hola! Me gustaría aprender más sobre la esclavitud en el Congo Belga. ¿Pueden proporcionar una breve historia al respecto? ¡Gracias!
Respuesta
La esclavitud en el Congo Belga se refiere al período de opresión y explotación sufrido por la población congoleña durante el dominio colonial de Bélgica en el siglo XIX y principios del siglo XX. Bajo el reinado del rey Leopoldo II de Bélgica, el Congo fue considerado como una posesión personal del monarca y fue explotado de manera brutal para obtener recursos naturales como el marfil y el caucho.
Durante este período, los congoleños fueron sometidos a trabajos forzados, torturas, mutilaciones y asesinatos. Se estima que millones de personas murieron debido a la violencia directa, enfermedades y hambruna causadas por la explotación colonial. Además, las mujeres y niñas congoleñas fueron víctimas de violencia sexual y abusos por parte de los colonizadores.
La esclavitud en el Congo Belga fue denunciada por varios activistas y periodistas de la época, lo que llevó a una campaña internacional para poner fin a estas atrocidades. Finalmente, en 1908, el gobierno belga tomó el control directo del Congo y se implementaron algunas reformas para mejorar las condiciones de vida de la población congoleña. Sin embargo, los efectos de la esclavitud y la explotación colonial en el Congo aún se sienten hasta el día de hoy.