La historia de las danzas o bailes norteamericanos del siglo XX se caracteriza por la ruptura con la tradición europea y el surgimiento de movimientos revolucionarios.
La machicha y el cakewalk marcaron el inicio de una nueva era en la danza, seguidos por el fox trot y el shimmy.
Tras la I Guerra Mundial, el frenético charlestón y el black bottom irrumpieron con su mezcla de movimientos audaces.
Estas danzas, junto con su música rag-time, desafiaron las convenciones establecidas, introduciendo un individualismo extremo y una energía innovadora en los salones de baile norteamericanos.
Historia de las danzas o bailes norteamericanos del siglo XX
La machicha, oriunda de España y nacionalizada en Brasil, y el «cakewalk», de origen negro, irrumpiendo estrepitosamente en los salones norteamericanos a fines de siglo xix, rompieron con la tradición del baile europeo e iniciaron una nueva era en la historia de la danza: la del individualismo extremo.
A principios de siglo apareció el fox trot, que, con sus enormes posibilidades, dio origen a un sinnúmero de variaciones, como el shimmy, con su característico movimiento de hombros y caderas.
Le sigue después de la I Guerra Mundial el frenético charlestón y, pisándole los talones (1926), el black bottom, mezcolanza de deslizamientos, vueltas, zapateados, pataleos y saltos. En contraste con el monótono girar del vals y el empalagoso saltar de la polca, estas danzas y sus sucesoras, revolucionarias en la forma, se bailaban al compás de una música también revolucionaria por derecho propio. Se bautizó al principio (1890-1920) esta música con el nombre de rag-time, que fue sucesivamente cambiando por los de jass, jazz, buggie, swing, re-bop, be-bop o, simplemente, bop, nombres que no fueron muchos comparados con los centenares de danzas de este tipo que apasionaron a la juventud norteamericana durante medio siglo hasta llegar a los actuales rock-and-roll y twist. Estos no son sino un nuevo nombre de la misma tendencia coreográfica que venía imperando desde hacía cuarenta años.
La popularidad de la danza y música hispanoamericanas en Estados Unidos, iniciada con la machicha brasileña, hizo furor antes de la I Guerra Mundial con el tango argentino. Este, sin embargo, complicado como era y difícil de aprender y ejecutar, se vio sustituido por la rumba cubana, más accesible y llamada a gozar de una popularidad más duradera. Vistosa y pegadiza, se bailaba al compás de una música auténticamente exótica y, aunque llegó al norte expurgada, conservó su audaz erotismo, expresado en sus excitantes ritmos y los ondulantes movimientos de hombro y caderas que el público norteamericano aceptó con salvaje entusiasmo. En los promedios del siglo XX aún mantenía su hegemonía sobre otras importaciones hispanoamericanas, como la samba, la conga, el mambo y el cha-cha-cha, que gozaron de una popularidad relativamente espasmódica.