La historia de los cuentos en la literatura se remonta a tiempos antiguos, comenzando en Egipto con relatos como el de Setna, que datan de 1400 a.C.
A lo largo de los siglos, estas narraciones cortas han evolucionado, integrándose en textos religiosos y literarios de diversas culturas.
Durante la Edad Media, las influencias árabes y latinas dieron lugar a fabularios y ejemplarios, mientras que los fabliaux franceses ofrecieron historias breves y humorísticas para el público burgués.
historia de los cuentos (literatura)
La narración corta se remonta a una gran antigüedad en Egipto, donde en 1400 a. de J.C., tenemos ya Setna y el libro mágico (Papiro Doulaq). Hasta cierto punto se podría contar dentro del género el Libro de Ruth (450 a. de J.C.), que forma parte del Antiguo Testamento. En Oriente los antiguos tratados religiosos abundan en narraciones e historietas, que traducidas al árabe se difunden durante la Edad Media por Europa y aparecen incluidas en multitud de obras españolas, francesas e italianas. De este mismo tiempo y fruto de esta influencia, combinada con la influencia clásica latina, son multitud de fabularios y de «ejemplarios», constantemente empleados en las obras didácticas y en la predicación.
Pero además durante esta época surgen también algunos géneros propios de narración corta, como los fabliaux franceses, pequeñas historietas destinadas al público burgués, frecuentemente de carácter jocoso y picante. Asimismo dentro del género de la narración corta se podrían incluir los famosos lais de María de Francia (siglo xii).
En la historia del género es decisivo el Decamerón de Giovanni Boccaccio (escrito seguramente entre 1350 y 1355), conjunto de cien cuentos que acusan influencia de las colecciones orientales y de los fabliaux franceses. Los protagonistas de los cuentos de Boccaccio no son esforzados caballeros, sino buenos burgueses, que componen un cuadro de auténtica vida, que nada tiene de heroica: son historias de seducciones, de fraude y de burlas, sin ningún intento moralizador, sino simplemente escritas para divertir. Un valor parecido tienen los Cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer (escritos probablemente entre 1386-1400), que constituyen un cuadro de la sociedad inglesa de fines del siglo xiv.
Hasta el siglo XIX no aparece el cuento como un género literario distinto, posiblemente debido a dos razones: 1) porque el arte de la narración había madurado ya lo suficiente en todos los países de. Europa y los autores, como si dijéramos, «estaban preparados» para su cultivo; 2) porque se crea durante este tiempo un interés teórico por el género: autores y críticos escriben tratados referentes a la técnica y composición de esta clase de literatura.
La mayoría de los autores modernos han intentado el cultivo del cuento: en la literatura inglesa, Edgar Allan Poe, Scott, Dickens, Thackeray, Stevenson, Kipling, Mark Twain y Katherine Mansfield; en la francesa, Balzac, Gautier, Merimée, Maupassant y Daudet; en la rusa, Pushkin, Gogol, Turgueniev, Dostoïevski y Chekov. En Alemania debemos recordar las Historias del Buen Dios de Rilke. Muy pobre es la literatura española moderna en este género literario a pesar de los intentos de Clarín, Azorín, Gabriel Miró y otros.