Historia de Zaragoza

La historia de Zaragoza se remonta a tiempos antiguos, cuando diversas tribus como los iberos y celtíberos habitaban la región.

En el siglo II a.C., la Roma imperial incorporó Zaragoza a sus dominios, transformando su estructura social y política.

A pesar de las invasiones germánicas, la ciudad resistió hasta ser conquistada por los musulmanes en el siglo VIII, lo que marcó un periodo de autonomía y desarrollo cultural en la zona.

historia de Zaragoza
  1. Al alborear los tiempos históricos varias tribus ocupan el suelo aragonés: los iberos lacetanos en las estribaciones pirenaicas; los ilergetes por la llanura del Segre al Gállego; y tribus celtíberas en los páramos y serranías ibéricas, desde el Moncayo hasta Albarracín.

    Sempronio Graco, en el siglo II a. de J.C., sometió la región a la poderosa Roma, que la incluyó primero en la España Citerior y más tarde en la provincia Tarraconense. La impetuosa ola de los pueblos germánicos, de principios del siglo v, fue salvada, a pesar de estar tan cerca del camino de entrada, al rechazarse con brío la furia de los alanos; sin embargo, a mediados de siglo la asimilaron los visigodos.

    A los dos años de la batalla de Guadalete (713) las huestes musulmanas de Muza y Tarik se apoderaron del territorio aragonés. La posición lejana, con respecto a Córdoba, hará que la tierra aragonesa, gobernada por el valí de Zaragoza, guarde cierta autonomía, hasta que en el siglo xi, rota la unidad cordobesa, se forma aquí el reino de taifa de los Beni Hud zaragozanos y en la zona montañosa ibérica el de los Beni Razin. La posición fronteriza con Francia hizo que los ultrapirenaicos enviaran expediciones a la zona del Ebro, infructuosas, como la célebre de Carlomagno en el 777. En seguida en los riscos pirenaicos empiezan a forjarse núcleos cristianos, que llevarán a cabo la reconquista del país; los primeros años se ven envueltos en tinieblas y es difícil desentrañar lo histórico de lo legendario. Relacionados con los vascos de Navarra y los franco-carolingios se formarán tres núcleos independientes: condado de Aragón, con capitalidad en Jaca, situado a lo largo del río que le dio nombre, fundado por el conde Aznar Galindo; el reino de Sobrarbe, a lo largo del alto Cinca, con Ainsa como capital, tomada por Garci Jiménez; y el condado de Ribagorza, relacionado con el núcleo catalán y con capital en Roda. Por enlaces matrimoniales se unieron los tres núcleos y pasaron a depender del vecino reino de Navarra; el rey Sancho III, en 1034, al dividir el reino entre sus hijos, hizo a Ramiro primer soberano del nuevo reino de Aragón, que en seguida asimiló los condados de Sobrarbe y Ribagorza, dejados a su hermano Gonzalo.

    El pequeño reino naciente tiene como misión descender de lo pirenaico a las tierras bajas del Ebro, reconquista que efectúa en el largo batallar de los siglos xi y xii. Los primeros reyes, Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I, desde sus castillos-fortalezas de Alquézar y Loarre, con heroica belicosidad abren las puertas de Graus, Barbastro, Huesca, Monzón, que a lo largo del Cinca y sus afluentes conducen al Ebro, antes de que navarros y castellanos por el O, y catalanes por el E, les cerraran el paso, dejando reducido el reino a lo pirenaico. A principios del siglo xii la suerte estaba decidida en favor de Aragón, que se ensancha vigorosamente con las grandes conquistas de Alfonso I el Batallador, quien asimila el valle del Ebro, actual provincia de Zaragoza, al tomar Zaragoza, Tarazona y Calatayud. Alfonso II completa la reconquista aragonesa con la conquista de la actual provincia de Teruel (Alcañiz y Teruel) y por unión matrimonial surge un poderoso reino unido a Cataluña. El resultado de la unión de la belicosidad aragonesa y la tradición marinera catalana fue glorioso para la corona de Aragón, engrandecida con la reconquista del reino de Valencia e Islas Baleares, efectuadas por Jaime I en el siglo xiii, y su gran expansión por el Mediterráneo: Córcega, Cerdeña, Sicilia, Nápoles, Atenas..., que hará decir a los cronistas de la época que «hasta los peces del Mediterráneo llevaban las barras del reino de Aragón»; naves catalanas y los impetuosos almogávares pirenaicos realizaron tan enorme conquista.

    Cuando Fernando el Católico contrae matrimonio con Isabel de Castilla, Aragón se ligó al reino hermano, y surge la España unida, que absorbe ambos reinos en bien de la unidad política.

    La monarquía aragonesa ofrece un gran equilibrio de gobierno entre el rey y los ricos-hombres, reflejado en la frase «nos, que valemos tanto como vos, y todos juntos más que vos, os elegimos rey, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades». La célebre institución del Justicia de Aragón juzgaba las cuestiones que pudiera haber entre el rey y los ricoshombres, dueños de poderosos señoríos, así como entre los nobles y el último de sus súbditos. El poder político nobiliario culminó con el privilegio de la Unión, que arrancaron los nobles al débil Alfonso III; fue Pedro IV quien decidió terminar con él, consiguiéndolo después de vencer a los nobles coaligados en las batallas de Epila y Mislata, rasgando con un puñal el antedicho Privilegio. Una tercera fuerza reguladora estaba representada por los municipios y ciudades, que gozaban de privilegios y libertades; eran como señoríos colectivos, con aldeas que les debían vasallaje. Los reyes reconocían los límites de su autoridad e incluso se vanagloriaban de las libertades que disfrutaban sus súbditos; Alfonso IV respondió a su esposa Leonor de Castilla, que le incitaba a castigar a quien le había increpado audazmente, «reina, reina, nuestro pueblo es libre y no está subyugado como el de Castilla».

    El órgano legislativo residía en las Cortes, convocadas por el rey y compuestas por los cuatro elementos principales de aquella sociedad: nobles, caballeros, municipios —llamados universidades— y el clero desde 1300. El rey Felipe II acabó con los fueros y privilegios del reino de Aragón. Aprovechando los sucesos de Antonio Pérez, el Rey quiso juzgarlo por las leyes centrales que regían el Tribunal de la Inquisición; violentamente los zaragozanos lo llevaron a ser juzgado, como aragonés que era, según el «derecho de manifestación», que lo ponía en manos del Justicia; en los tumultos Antonio Pérez huyó a Francia, las tropas castellanas entraron en Aragón, el Rey ordenó ejecutar al Justicia y acabó así con los fueros aragoneses.

    La población judía, abundante desde la época romana, vivía en barrios aparte; los judíos pasaban por súbditos directos del Rey, al que, a cambio de la ayuda pecuniaria que prestaban, pedían protección; las violentas persecuciones del siglo xv no alcanzaron en Aragón la intensidad de otras partes; los moriscos que quedaron también vivían en barrios aparte, llamados «morerías», y eran agricultores y súbditos de los nobles.

    Para más información ver: Aragón.
Actualizado: 23/02/2015


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A. = alemán o antes
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