La historia del arte chino está intrínsecamente ligada a la porcelana, un material que nació en China hace más de mil años y que ha fascinado al mundo.
Este delicado arte no solo refleja la maestría de los artesanos, sino también la importancia cultural y económica que tuvo en la sociedad china.
Las ciudades florecieron gracias a los pedidos imperiales, donde hasta setenta personas podían participar en la creación de una sola pieza, evidenciando la complejidad y el cuidado necesarios en su manufactura.
historia del arte chino: porcelanas
China es la cuna de la porcelana, que ha exportado a Europa durante siglos, conservando siempre para sí los mejores especímenes (v. Porcelana). La porcelana, que requiere gran cuidado en cada etapa de su manufactura, se fabricó por vez primera en China hace, al menos, mil años. Algunas ciudades nacieron y vivieron a expensas de los grandes pedidos de los palacios imperiales. Tal obra de arte exigía la división del trabajo hasta el punto de intervenir hasta setenta personas en la producción de una bella porcelana. Incluso los hábiles artistas que decoraban las. piezas tenían su propia especialidad de modo que a veces trabajaban varios en la manufactura de un solo jarrón.
Mientras que algunas porcelanas chinas son tan finas que puede leerse á su través, otras, por el contrario, aparecen tan gruesas y pesadas que un hombre solo no puede transportarlas. La fabricación de porcelanas con destino a los emperadores y coleccionistas se consideraba un delicado arte de excepcional importancia. Aun los artículos de calidad inferior ejecutados por artesanos vulgares para el uso común poseían indudable mérito artístico. Algunos de los hermosos jarrones que se exhiben actualmente en los museos se dedicaron probablemente en su origen a menesteres culinarios.
Laca.
Generalmente el término laca significa una especie de película protectora (v. Laca) . Pero los chinos, que inventaron la laca, la utilizaron de muy diversas formas. En antiguas tumbas chinas muy anteriores a la Era cristiana se han hallado muy finas copas, una mesita cubierta de adornos y otros muchos objetos de laca. En el apogeo de su desarrollo, quizás alrededor del siglo vii, se introdujo la laca en el Japón, donde fue bien recibida y llevada a una perfección técnica no conseguida por los artistas chinos. Como la laca requiere tratamiento muy lento, los mejores productos se destinaban exclusivamente a las clases ricas, que podían permitirse el lujo de pagar meses de paciente labor. Aunque la laca, en sí, es incolora, se añadían como colores favoritos el negro y el rojo, sobre cuyo fondo se aplicaban adornos en oro. Veamos, por ejemplo, cómo se confeccionaba una caja o cofre. Sobre una estructura de madera muy delgada o tela impregnada de laca y posteriormente endurecida se aplicaba una pasta de laca semejante a masilla con polvos negros o rojos. Una vez secado este revestimiento, se pulía con abrasivos. Si la caja había de ser lisa con adornos pintados, se aplicaban docenas de capas sucesivas de laca sobre esta base; cada capa era sometida a un nuevo proceso de secado y pulimento antes de aplicar la siguiente. Finalmente venía la decoración ornamental, en espesa pintura de laca sobre la bruñida superficie, para lo que se requería extraordinario dominio del pincel.
Otra forma predilecta, la más frecuente, de decoración es la de la laca tallada. Si nuestra caja hubiera de ser tallada, recibiría en lugar de finas capas de laca varias manos de pasta hasta conseguir unas paredes gruesas y sólidas, que luego se labrarían exactamente igual que si fueran de madera, salvo que con mayor dificultad, dada la dureza de la laca. Para hacerse una idea de la importancia de esta industria o arte basta considerar que los tronos de los emperadores eran laqueados, que había un trono en cada sala de audiencia imperial y que por doquier abundaban muebles, mesas, sillas y biombos de laca. Este mobiliario, de sólida estructura de madera, se recubría con pasta de laca, que, en los ejemplares más delicados, aparece minuciosamente tallada centímetro a centímetro. La lentitud del proceso y la gran demanda inducían a la simplificación de la labor. La mayor parte de los objetos de laca existentes son de imitación. Las cajas se hacen de metal, para aumentar su pesó, y la mayor parte del labrado se realiza directamente en la madera, que se reviste de una ligera capa de laca o de pintura y barniz.
Aunque no se haya practicado durante siglos, existe además la modalidad de la «laca seca», utilizada casi exclusivamente en los ritos religiosos. Los modelos se hacían casi exclusivamente de arcilla, que se recubría de tela impregnada de laca. Al endurecerse ésta formando una especie de cascarón, se retiraba la arcilla. Por este procedimiento se hacían imágenes de tamaño natural, tan ligeras que podían transportarse fácilmente a hombros en las procesiones. Estas estatuas huecas duraban siglos, a menos que se rompiesen deliberadamente.
