La historia del blindaje militar se remonta a inicios del siglo XIX, cuando innovadores como sir William Congreve propusieron proteger los cascos de los barcos con chapas de blindaje.
Aunque sus ideas no fueron inicialmente aceptadas, el trabajo de pioneros como John Stevens sentó las bases para el desarrollo de embarcaciones blindadas.
A través de experimentos y propuestas, se buscaba mejorar la protección de los buques frente a los impactos de la artillería, marcando un hito en la evolución militar.
historia del blindaje (militar)
El London Times del 20 de febrero de 1805 publicaba un artículo de sir William Gongreve en que bosquejaba un plan para proteger los cascos de los barcos contra los impactos de los cañones por medio de unas planchas de blindaje. Esta es la primera propuesta pública que se conoce acerca del empleo de chapas de protección en los buques. En 1812 el americano John Stevens, de Hoboken (Nueva York), sometió al Congreso un proyecto de construcción de un barco blindado. Ni las propuestas de Congreve ni las de Stevens fueron aceptadas. Sin embargo, Stevens, ayudado por sus hijos, prosiguió sus experimentos y, en 1842, presentó al Congreso con todo lujo de detalles los resultados de 30 años de trabajos y desvelos. Su informe incluia los máximos grosores necesarios en las planchas de blindaje para anular los efectos de los disparos de las armas en uso en aquella época. En 1854, al iniciarse la construcción de un barco de guerra blindado, se creyó que sus incansables esfuerzos recibirían adecuada recompensa. El barco, que llevaba el nombre de Stevens Battery, no llegó a terminarse, sin embargo, por falta de fondos. En el mismo año, Francia inició la construcción de cuatro barcos blindados e Inglaterra la de tres.
Los buques blindados recibieron el bautismo de fuego durante la Guerra de Crimea. Tres baterías flotantes francesas (protegidas con chapas de blindaje) llevaron a cabo con éxito el ataque contra los fuertes de Kinburn el 17 de octubre de 1855. El combate entre el Monitor y el Merrimac durante la Guerra de Secesión americana demostró definitivamente la conveniencia de que todos los barcos de guerra llevaran protección blindada. De este tiempo data el duelo entre la coraza y el proyectil, que continúa en nuestros días.
El primer blindaje empleado consistía en simples chapas de hierro forjado, ya que no se disponía a la sazón de otro metal en cantidad suficiente para cumplir este cometido. Los americanos emplearon el hierro laminado, al no disponer el país de instalaciones adecuadas para producir chapas del grosor apropiado.
Hacia el año 1876 se fabricaron proyectiles de hierro fundido y templado al frío, que penetraban blindajes de 0,559 mm de hierro forjado. Mientras tanto se llevaban a cabo experimentos intensivos que dieron por resultado la fabricación de chapas de acero. Aunque éste ofrecía gran resistencia al proyectil, se resquebrajaba fácilmente con sus impactos. De aquí surgió un nuevo tipo de blindaje, llamado compuesto, conseguido mediante la fusión del acero sobre la superficie de una chapa de hierro forjado o la inserción de acero derretido entre una chapa de acero y otra de hierro. El compuesto resultó un 25 por ciento más eficaz que el blindaje sencillo de hierro forjado. En 1889 la casa Schneider introdujo el níquel para estos usos. La adición de un pequeño tanto por ciento de níquel aumentaba la fortaleza y dureza del acero, con lo que mejoraba la calidad del blindaje. Simples chapas de acero vinieron pronto a sustituir a los blindajes compuestos. En 1890 H. A. Harvey produjo una revolución en la fabricación de blindajes en Estados Unidos mediante un procedimiento consistente en impregnar de carbono una de las superficies de la chapa de acero al ponerla en contacto directo con hueso carbo-nizádo u otros productos carbonosos y someterla luego a temperaturas elevadas de dos a tres semanas. El método de templar las placas de acero rociando su superficie con agua a presión ya había sido inventado en Inglaterra por Tressider tres años antes. Este método de templar el acero por el agua fue adoptado para fabricar el blindaje Harvey. El procedimiento Harvey aumentó la resistencia a la penetración en un 15 o 20 por ciento.
Kriapp. Las fábricas de acero alemanas de esté nombre idearon (1893) un nuevo método para la elaboración de acero a base de níquel y cromo, que podía ser forjado adecuadamente y tratado al fuego. Quizás el más importante de los descubrimientos de Krupp consistiera en su sistema de endurecer el blindaje sin adición de carbono. Por este método, conocido con el nombre de decarburación o endurecimiento progresivo, se controla la profundidad de la dureza calentando una de las caras de la placa hasta conseguir la temperatura crítica a la deseada profundidad y derramando entonces el agua'en la parte sobrecalentada. La ventaja del blindaje Krupp se puso de manifiesto inmediatamente hasta el extremo que apenas se empleó otro procedimiento en su obtención. Se comprobó que superaba al de Harvey en alrededor de un 15 por ciento.
Métodos de fabricación. En este proceso Krupp se basó la fabricación de los aceros empleados en las construcciones navales. Desde 1900 no se han introducido cambios sustanciales en los métodos de fabricación. Sin embargo se han mejorado éstos tan considerablemente que permiten la obtención de blindajes de alta calidad, un 10 por ciento más eficaces que los primitivos de Krupp.
Aunque el blindaje Krupp sobrepasaba en calidad a todos los tipos hasta entonces fabricados, su progreso no llegó a superar el conseguido en materia de proyectiles y cañones. Hacia el año 1900 se empleó por vez primera el proyectil perforante de capacete, que resultó de una eficacia sorprendente. Desde entonces la coraza no ha logrado recuperar la supremacía sobre el proyectil.
Antes de la I Guerra Mundial no se prestó demasiada atención al blindaje de vehículos, tales como carros de combate. Si se exceptúan los empleados en las construcciones navales, los blindajes se redujeron a delgadas planchas protectoras de las piezas de artillería y sus medios de transporte.
En la primera posguerra, la aparición de nuevos métodos científicos de investigación contribuyó a que los estudios relacionados con el comportamiento del blindaje en las diferentes condiciones de uso fueran proseguidos con mayor ahinco. Aunque la mayoría de estos ensayos se dirigieron a la protección de navios, la información obtenida se aplicó en gran escala al blindaje de los carros. Las investigaciones prosiguieron a lo largo de la II Guerra Mundial hasta determinar las características preferibles del blindaje y los factores metalúrgicos con ellas relacionados. Al propio tiempo se sustituyeron las anteriores pruebas balísticas de control por otras más perfeccionadas, que permitían conocer la capacidad de penetración de los proyectiles en los distintos tipos de blindaje.
En la II Guerra Mundial se hizo un uso sin precedentes de toda suerte de blindajes. Cientos de diferentes tipos de vehículos blindados, carros de combate, piezas acorazadas, destructoras contra-carro, vehículos para diverso uso: exploración, transmisiones, municionamiento, transporte; e incluso cabinas de tractores emplearon chapas blindadas, cuyo grosor variaba, según los vehículos, desde 12,50 mm hasta 250. En el duelo entre la coraza y el proyectil, éste siguió conservando su superioridad con la aparición del proyectil perforante con capacete de gran eficacia, del proyectil con carga hueca y los cañones de grandes velocidades iniciales. Estos adelantos en armas y proyectiles colocaron al blindaje en condiciones de creciente inferioridad en su duelo con ellas.
Durante la II Guerra Mundial se llegó a la aplicación de la coraza a los aviones. Tanto los de bombardeo como los de caza empleáronla para proteger sus partes vitales, así como a la tripulación, contra los fragmentos de los proyectiles antiaéreos y las fuertes explosiones de las balas de ametralladoras antiaéreas. Se ensayaron igualmente corazas de protección corporal no sólo para las tripulaciones aéreas sino también, hacia el final de la guerra, para las tropas de tierra. Véase Coraza.