La historia del cemento se remonta a tiempos antiguos, cuando se buscaba una materia plástica para unir piedras y ladrillos en la construcción.
Desde el uso de arcilla y barro por los primeros pueblos, hasta la sofisticación de los asirios con asfalto natural, cada civilización aportó innovaciones.
Los egipcios utilizaron morteros de yeso y cal, mientras que los romanos perfeccionaron el cemento al mezclar cenizas volcánicas con cal, creando el famoso cemento de puzolana.
historia del cemento
No es nueva la idea de emplear una materia plástica para unir las piedras, ladrillos o materiales similares usados en la construcción. Muy probablemente fueron la arcilla y el barro ordinario los primeros cementos utilizados con tales fines. Los antiguos asirios perfeccionaron el sistema con el empleo de asfalto natural para unir sus ladrillos de barro secados al sol. Los egipcios emplearon morteros de yeso y argamasas de cal en la construcción de sus monumentales pirámides y edificios. Los romanos, verdaderos maestros de la construcción en ladrillo y piedra, deben buena parte de su éxito al descubrimiento de un cemento que fabricaban mezclando cenizas volcánicas con cal viva. Un depósito de tales cenizas que se encontraba en la vecindad de Puteoli (hoy Pozzuòli) dio nombre a este tipo de cemento: cemento de puzolana. También fabricaron los romanos morteros de cal puros y enlucidos de yeso. Estos materiales fueron los únicos cementos de construcción empleados hasta la era moderna.
La era moderna del cemento de construcción empieza en 1760. Por aquella fecha, el ingeniero inglés John Smeaton, persiguiendo la composición más adecuada de cementos hidráulicos (que fraguan bajo el agua), descubrió que la caliza arcillosa daba mejores resultados que la caliza pura y dura, hasta entonces preferida. Este tipo de cemento se fabrica todavía con el nombre de cemento natural o de roca.
Pocos años más tarde tuvo lugar un nuevo descubrimiento de verdadera importancia: el del cemento pórtland, atribuido generalmente a otro inglés, Joseph Aspdin, que combinó cantidades determinadas de caliza y arcilla, calcinó la mezcla en un horno de cocción hasta obtener una escoria porosa y dura (clinca) y pulverizó esta escoria. El polvo resultante, mezclado con agua, proporcionó un cemento hidráulico de calidad muy superior a todos los conocidos hasta la fecha.
Aspdin lo patentó en 1824 con el nombre de cemento pórtland por su similitud con una piedra natural que se obtenía en las canteras de la isla de Portland, en aguas inglesas.