La historia del desarrollo de cohetes durante la Segunda Guerra Mundial es un fascinante capítulo que muestra cómo este conflicto global impulsó la innovación en tecnología militar.
Durante este periodo, se crearon diversos tipos de cohetes para aviones, destacando modelos como el HVAR y el Tiny Tim, que mejoraron la eficacia de los cazas y bombarderos.
Además, las lanchas de desembarco y vehículos terrestres incorporaron sistemas de lanzamiento que resultaron cruciales en operaciones anfibias y ataques a fortificaciones.
historia del desarrollo de cohetes durante la segunda guerra mundial
La II Guerra Mundial dio un gran impulso al desarrollo de los cohetes.
Se idearon gran variedad de tipos de cohetes para uso de aviones, entre los que destacaron el HVAR de 77, 115 y 125 mm (apodado «Holy Moses») y el de 300 mm («Tiny Tim»). Los cazas y bombarderos de ataque podían llevar desde dos de los más grandes hasta ocho o diez de los pequeños. Ello aumentó grandemente su eficacia contra objetivos aislados como barcos, casamatas, trenes, etcétera.
Las lanchas de desembarco fueron provistas de múltiples plataformas para el lanzamiento de cohetes de fuego rápido, que ayudaron sustancialmente al éxito de las operaciones anfibias aliadas. En carros, camiones y auto-orugas se instalaron bastidores con cuatro o cinco docenas de cohetes, que podían dispararse aisladamente en rápida sucesión o en masa. Tal instalación se reveló un arma poderosa en el ataque a fortificaciones terrestres de las islas del Pacífico.
Apareció como innovación de gran importancia el jato (cohete aplicado al despegue de aviones), diseñado para su instalación bajo las alas o el fuselaje de los mismos. Con ayuda de uno o dos de estos cohetes y la fuerza de sus motores, el avión alcanzaba la velocidad de despegue en mucho menos tiempo y podía elevarse con cargas mucho mayores. La importancia de este invento en tiempos de paz es también evidente. Una vez agotado el jato, se desprende para su recarga y nuevo uso. Las primeras bombas cohete fueron utilizadas en 1941 por los rusos contra los tanques alemanes en la batalla de Moscú.
Mayores fueron todavía los avances conseguidos en Alemania en el mismo periodo. Los alemanes dispusieron de cohetes para aviones antes que los Aliados y sobre todo prestaron atención al proyectil A-4, llamado por los Aliados V-2. En realidad, las autoridades militares alemanas se interesaron ya por los cohetes hacia 1930. Ante las restricciones impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles se pensó en la posibilidad de que los cohetes sustituyeran a la artillería y permitieran a Alemania mantenerse a la altura, y tal vez a la cabeza, de sus vecinos. En 1932 comenzó la instalación de un campo de pruebas en Kumnersdorf, donde se progresó tan rápidamente que en 1933 se construía una gran base experimental en Peenemunde, a orillas del Báltico. Así nacieron en rápida sucesión los proyectiles A-1, A-2, A-3 y A-5, todos ellos prototipos del A-4.
A partir de setiembre de 1939 la atención hacia los cohetes dependió de los altibajos de la guerra: mientras cosecharon triunfos en el frente, los alemanes descuidaron un tanto los trabajos sobre el A-4, pero, al producirse los primeros reveses, los impulsaron ardorosamente con la esperanza de que la nueva arma pudiera devolverles el prestigio perdido. Aunque el primer lanzamiento con éxito tuvo lugar en octubre de 1942, hubieron de transcurrir casi dos años antes de que comenzara su producción y empleo útil.
A pesar de ello superáronse las dificultades y el 8 de setiembre de 1944 el primer A-4, o V-2, cayó en Chiswick, barrio de Londres. Desde esa fecha hasta la tarde del día 27 de marzo de 1945 sembraron la destrucción en Inglaterra 1050 bombas volantes, que ocasionaron gravísimos daños en haciendas y vidas con un trágico balance de 2754 muertos y 6500 heridos graves. Tal fue el fruto de 12 a 15 años de investigaciones alemanas en materia de cohetes con un gasto de 300000000 de dólares.
Continúa: ver el artículo "Cohetes A4 o V-2" y el artículo "Cohetes"
