La historia de los celtas se remonta a la Edad del Hierro, alrededor del año 600 a.C., cuando este pueblo comenzó a invadir Europa y a difundir su cultura avanzada, conocida como La Tène.
Aunque a menudo se les clasifica como parte de los caucásicos, algunos estudiosos los consideran un tipo periférico de los nórdicos.
Con un aspecto característico, los celtas se expandieron desde su hogar en el Rin hacia regiones como Britania y España, dejando una huella significativa en la historia europea.
historia del los celtas
Se supone que este pueblo invadió Europa en los promedios de la Edad del Hierro, hacia el año 600 a. de J.C., trayendo consigo una cultura avanzada, conocida con el nombre de La Teñe. Véase La Teñe.
Aunque a veces se considera a los celtas como una subdivisión de los caucásicos, Coon es más preciso al catalogarlos como «tipo periférico» de los nórdicos, (v. Caucásico). Se les describe como gentes de cabello castaño o rojizo, algo menos rubios y menos dolicocéfalos que los propiamente nórdicos, comúnmente altos y esbeltos, de facciones más bien agudas. Se cree que este tipo racial se estableció en Europa en los tiempos neolíticos, aunque su lengua no fue advertida hasta el final de la Edad del Bronce o primeros periodos de la Edad del Hierro.
Desde su solar primitivo a lo largo del Rin, en el S de Alemania, en el periodo de La Tène (final del Hierro), cruzaron Europa desde el Asia Menor a Britania y España. Saquearon Roma, excepto el Capitolio, el año 390 a. de J.C. La superioridad de sus espadas de hierro les dio una ventaja considerable sobre sus vecinos, con los que llegaron probablemente a mezclarse. Los guerreros, provistos de cotas de malla, iban montados en carros de dos ruedas, mientras la generalidad de los soldados esgrimían espadas, jabalinas y hondas, además de arcos y flechas. A lo largo de las costas, los marinos celtas llegaron a presentar combate a las mismas naves de Roma. Nunca formaron un verdadero estado, pero sí grupos semifeudales unidos con propósitos ofensivos o defensivos, Los celtas exigieron tributos incluso a pueblos de superior civilización del área mediterránea, a los que atacaron en diferentes ocasiones. Véase Roma.
En Francia, que llegó a ser su fortaleza, criaron ganado, cultivaron el suelo y levantaron grandes ciudades. Aunque tomaron muchos elementos culturales, como la escritura y la moneda, de Grecia y Roma, permanecieron muy a la zaga de los focos de civilización mediterráneos. Más al N vivían aún mucho más atrasados. Se asegura que en Britania practicaban sacrificios humanos y conservaban las cabezas de sus víctimas como trofeos. Una clase sacerdotal, los druidas, ejercía la jefatura judicial y religiosa. Véase Druidas.
Con la invasión y conquista de las Galias por los romanos y las incursiones posteriores de godos, vándalos y otros pueblos bárbaros, los celtas desaparecieron como pueblo independiente, pero quedan todavía «islas» de lengua céltica en la Bretaña francesa, Gales, Escocia e Irlanda.
Los celtas en España.
Las invasiones célticas en la Península Ibérica se iniciaron en el siglo ix a. de J.C. por los pasos del Pirineo y ya sea mediante dos oleadas o un continuo afluir de gentes lo cierto es que Cataluña recibe en seguida las bandas de incineradores (Urnenfelder) a los que corresponden los topónimos en acum y dunum; entre ellos figura la tribu de los beribraces. Una oleada en el siglo vii trae la cerámica de técnica decorativa basada en los motivos de la excisión que aportan berones y pelendones y cuyos yacimientos más típicos son El Redal y Roquizal del Rullo en el valle del Ebro. Hacia el 600 se instalan los sefes, lugones y los elementos celtas de los vetones y finalmente en el siglo vi llegarían los belgas. Esta posición del profesor Bosch Gimpera no es aceptada por todos los arqueólogos, quienes ven una sola invasión en el siglo viii, como Martín Almagro o Santaolalla, quien después de una preinvasión iliria del año 1000 acepta la llegada de otros preceltas de la «cultura de los túmulos» por el O y de los Urnenfelder por el Levante. Se trata de guerreros, pastores unos y agricultores otros, que difunden por la península el uso del hierro y sus tipos de armas específicos. Gran parte de Cataluña fue ocupada por los campos de urnas (llamados así porque el pueblo llegado incineraba a sus muertos y depositaba los restos en urnas que forman verdaderos campos como necrópolis). Los tipos de urnas son propios de las culturas del Hallstadt europeo: formas bitroncocónicas de cuerpo abultado, cuello alto y borde saliente, hechas a mallo y tapadas con platos cónicos o piedras.
Los motivos decorativos son los acanalados, incisiones en meandros y zigzags; las urnas cinerarias se acompañaron frecuentemente de ofrendas: espadas de antenas, brazaletes y navajas de afeitar. Las necrópolis más típicas de Cataluña y Bajo Aragón son las de Argulla, Punta del Pi, Anglés, Tarrasa y el Molar. Aunque son prácticamente desconocidos los poblados, estos tipos de cerámica aparecen en cuevas (Bora Tuna de Llorá, Cueva del Janet de Tivisa). En el valle del Ebro conocemos el poblado del Roquizal de Fabara, de varias habitaciones rectangulares, y recientemente se ha excavado otro en el Vado de Caspe. De la penetración celta por el Pirineo occidental da cuenta el poblado de Cortes de Navarra. Esta cultura se rastrea también por Castellón (Salzadella) y alcanza a Almería (Caldero de Mojacar). En la meseta la cultura celta alcanza hasta Stefilla (Sevilla) y Carmona.