El término irenarca proviene del contexto de la antigua Roma, donde se refería a un magistrado encargado de mantener el orden público.
Su función era esencial para garantizar la seguridad y la paz en la sociedad romana, actuando como un vínculo entre la autoridad y los ciudadanos.
Este concepto refleja la importancia de la gobernanza y el control social en la vida cotidiana de la época, destacando el papel de los líderes en la administración del bienestar común.