La lactancia materna enriquece la afectividad entre madre e hijo debido a varios factores. En primer lugar, durante la lactancia, se establece un contacto físico cercano y constante entre la madre y el bebé, lo que promueve la liberación de hormonas como la oxitocina, conocida como la hormona del amor. Esta hormona no solo ayuda a fortalecer el vínculo emocional entre ambos, sino que también tiene efectos calmantes y relajantes tanto en la madre como en el bebé.
Además, la lactancia materna implica una interacción constante entre la madre y el hijo, ya que el bebé necesita ser alimentado con frecuencia. Esta interacción regular y prolongada crea un espacio de intimidad y conexión emocional entre ambos, permitiendo que se establezca una relación de confianza mutua.
Otro aspecto importante es que la lactancia materna favorece la comunicación no verbal entre la madre y el bebé. Durante la lactancia, se establece un lenguaje propio entre ambos, a través del contacto visual, las caricias, los gestos y los sonidos que se intercambian. Esta forma de comunicación no verbal fortalece el lazo emocional y ayuda al bebé a sentirse seguro y amado.
Adicionalmente, la lactancia materna promueve la liberación de endorfinas tanto en la madre como en el bebé, lo que genera una sensación de bienestar y felicidad en ambos. Esta experiencia placentera durante la lactancia refuerza los lazos emocionales entre madre e hijo y contribuye a una relación afectiva más sólida.
En resumen, la lactancia materna enriquece la afectividad entre madre e hijo debido a la liberación de hormonas como la oxitocina, la interacción constante y prolongada, la comunicación no verbal y la sensación de bienestar que genera. Estos factores contribuyen a fortalecer el vínculo emocional y a crear una relación de amor y confianza entre ambos.
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