La lengua y literatura de Dinamarca tienen sus raíces en inscripciones rúnicas del año 300, reflejando un antiguo tronco común con otras lenguas escandinavas.
A lo largo del tiempo, el danés se ha diversificado en dialectos como los de Skane, Sjaelland y Jutlandia, siendo el de Sjaelland el que evolucionó hacia la lengua literaria moderna.
Aunque la literatura nacional comenzó a florecer en el siglo XVIII, las baladas populares son una notable excepción anterior.
lengua y literatura de Dinamarca
Los monumentos escritos más antiguos del idioma danés son indudablemente algunas inscripciones rúnicas de alrededor del año 300. La lengua constituye una variante de un antiguo tronco común a todas las lenguas escandinavas. Dentro de ella se distinguen tres dialectos: los de Skane, Sjaelland (Selandia) y Jutlandia. De los tres fue el segundo el que; a partir de los siglos xiv y xv, fue transformándose gradualmente en la lengua literaria de la moderna Dinamarca. Mientras tanto empezó a experimentar fuertes infiltraciones germanas, especialmente formas de expresión del bajo alemán empleadas en el comercio, la navegación y la industria. Durante algunos años el danés fue lengua de las clases oficiales y educadas de Noruega, aunque hablada con entonación un tanto más dura.
Apenas si existió nada parecido a una literatura nacional en Dinamarca con anterioridad al siglo xviii. Cabe una importante excepción en favor de una colección de baladas populares, conocida con el nombré de Kaempeviser, de antiguo aunque un tanto dudoso origen puesta por escrito hacia la mitad del siglo xv. Durante la Edad Media la lengua literaria del país fue el latín pero en esta lengua sólo fue creada una obra memorable, la Historia Dánica, de Saxo Grammatikus. (siglo xii). En 1479 se fundó la Universidad de Copenhague. La imprenta se introdujo en 1490. Si se exceptúa una traducción de la Biblia (1550), la literatura danesa se limitó a imitar las vaciedades de la escuela silesiana de la poesía germana. El himnólogo Tomas Kingö (1634-1703) fue el único poeta original de este periodo. Puede decirse que quien procuró a Dinamarca un lugar permanente en el mundo de las letras fue el genio de Ludvig Holberg (1684-1754). Este autor, noruego de nacimiento, se distinguió en la esfera de la historia, la ciencia, la filosofía y la jurisprudencia; pero ante todo fue el creador del drama verdaderamente nacional y mereció el dictado de padre de la literatura danesa. La segunda mitad del siglo xviii —periodo llamado de la ilustración— se caracterizó por una corriente reformadora utópica y una perniciosa influencia germanizante que encadenó y sofocó toda posible creación original. Hubo, sin embargo, actividad literaria en el seno de numerosas sociedades y clubs y se publicaron revistas críticas como Minerva de Knud Rahbek, y Den Danski Tilskuer. La casa de Rahbek (1760-1830), crítico sutil, se convirtió en lugar de reunión favorito de los literatos. Fue entonces también cuando Peter Suhm, siguiendo las huellas de Langebek (fundador de la Real Sociedad Histórica Danesa), escribió su Historie af Danmark, obra voluminosa aunque ayuna de crítica. El mejor poeta de este periodo, Johannes Ewald (1743-81), produjo algunos poemas líricos de exquisita belleza, mientras que el noruego J. H. Wessels (1742-85), enriquecía la literatura nacional con la ingeniosa parodia Kjerlighed uden Strómper (El amor sin medias), en que satirizaba deliciosamente los ampulosos dramas trágicos de estilo francés a la sazón en boga.
Movimiento romántico.
Con el Romanticismo llegó la verdadera transformación de la literatura danesa. Trascendentales en extremo fueron a este respecta las conferencias pronunciadas en Copenhague por el joven noruego Henrik Steffens (1773-1845), que a su regreso de Alemania era portador del espíritu del romanticismo y de una gran admiración por la filosofía de Schelling. Entre sus discípulos descolló Adam Oehlenschläger (1779-1850), el más grande poeta romántico danés, cuyo Aladdin señaló el comienzo de una nueva era literaria. De la misma escuela fueron Nikolai Grundtvig (1783-1872), espíritu profundamente religioso, que aún en mayor medida que Oehlenschláger, acertó a interpretar románticamente la vieja mitología escandinava, si bien la mayor parte de sus energías se encaminaron a atacar el racionalismo y todas sus obras; P. M. Möller (1794-1838), principal defensor de la escuela contra los sarcasmos de Jens Baggesen; J. C. Hauch (1790-1872), creador de la novela psicológica danesa y poeta de alto rango; y B. S. Ingeman (1789-1862), principal novelista de la escuela, cuyas narraciones históricas acusan profundamente la huella de Walter Scott.
El Romanticismo empezó a decaer en el segundo cuarto del siglo xix. La figura más prominente de este periodo, J. L. Heiberg (1791-1860), era crítico por naturaleza, dramaturgo por elección, poeta por oficio, discípulo de Hegel y admirador e imitador del drama clásico español. Al paso que atacó las extravagancias de Oehlenschläger, inventó en sus famosos «vaudevilles» una curiosa aleación de picante sátira y pintoresco idealismo.
Periodo moderno.
Empieza con Steen S. Blicher (1782-1848), que escribió estampas y relatos, principalmente en el dialecto de Jutlandia. Cabe atribuir a Fru Gyllembourg-Ehrensvärd (1773-1856), madre de Heiberg, el papel de precursora del relato realista danés. Espíritu afín de Heiberg es Henrik Herz (1798-1870), satírico gracioso y cáustico, amén de dramático. Emil Aarestrup (1800-56) fue insuperable como autor de poemas eróticos vividos y esplendentes. Frederik Paludan-Muller es famoso por su Adam Homo (1841), novela satírica en verso que figura como una de las obras maestras de la lengua danesa.
Único por su genio y carácter es el umversalmente renombrado Hans Christian Andersen (1805-78), autor de cuentos de hadas. Otra figura universal es la del excéntrico y poético Sören Kierkegaard (1813-55), maestro del arte dialéctico y uno de los más grandes filósofos modernos. Su influencia se hizo sentir tardíamente en la Europa del siglo xx con el advenimiento del Existencialismo.
A partir de 1870 los daneses se ocuparon cada vez más de los problemas ordinarios de la vida. A semejante movimiento realista vino a dar impulso Georg Brandes (1842-1927), cuyos escritos críticos ejercieron gran influencia sobre numerosos autores daneses, en especial el decadente y pesimista Herman-Bang (1857-1912). El irónico Henrik Pontoppidan compartió en 1917 el Premio Nobel con otro danés, Karl Gjellerup. El mismo galardón obtuvo en 1944 Johannes V. Jensen, autor de Den Lange Rejse (El Gran Viaje, 1929) y notorio por añadidura en el campo de la Historia y la Arqueología.
Citaremos además como autores notables del siglo xx a Helge Rode, poeta, satírico; Karin Michaelis, novelista muy traducido; Sven Lange, crítico y dramaturgo; y Martin Andersen-Nexo (1869-1955), famoso por sus novelas proletarias.