Los sentidos en las aves son fascinantes y varían en su desarrollo.
La vista y el oído son altamente sofisticados, permitiendo a las aves percibir su entorno con gran precisión.
Sus ojos, que ocupan gran parte del cráneo, presentan formas adaptadas a sus necesidades, como en las lechuzas y halcones.
En contraste, el tacto y el olfato son menos desarrollados.
Esta combinación sensorial les permite sobrevivir y prosperar en diversos hábitats.
los sentidos en las aves
Los sentidos de las aves están o muy desarrollados o poco desarrollados. Mientras que la vista y el oído son excelentes, el tacto y el olfato son elementales. La visión es aguda y los ojos ocupan la mayor parte del cráneo. En la mayoría de las aves, los ojos tienen forma de esferas aplanadas; en la lechuza son tubulares y en los halcones están provistos de una córnea protuberante. Un anillo de huesos escleróticos contribuye, en parte, a mantener estas formas. Exteriormente, el ojo está casi totalmente cubierto por dos grandes párpados. La forma de la córnea y la del cristalino están reguladas por músculos de tal manera que el campo visual va desde lo telescópico hasta lo casi microscópico. La agudeza visual de algunos halcones es ocho veces superior a la del hombre y la concentración de las células visuales en la retina es de 1000000/mm2 aproximadamente. Algunas aves cantoras solamente tienen 200000 (v. Ojo, Acomodación visual). Esta cifra se refiere a la concentración en la fóvea, que es el punto de la retina de vista más aguda. Algunas aves tienen más de una fóvea. Gotitas de aceite rojas, amarillas y anaranjadas actúan probablemente en el ojo como filtros del color y los experimentos realizados demuestran que las aves distinguen los colores. Su percepción del azul es escasa. Hay dos estructuras que no se comprenden perfectamente: la membrana nictitante o tercer párpado, que es una reminiscencia reptil, y el peine, estructura que se proyecta hacia el interior del ojo desde la retina y que probablemente desarrolla una función nutritiva. La mayor parte de las aves tienen visión lateral y perciben una imagen diferente con cada ojo. Las aves rapaces y los seres humanos tienen visión binocular, es decir, las imágenes vistas por los dos ojos se fusionan y forman una imagen estereoscópica.
El sentido del oído es bueno, pero no tan amplio como el humano (v. Oído). El pabellón exterior no existe y el tímpano o tambor está situado en una depresión del cráneo, detrás del ojo, escasamente protegido de las placas auriculares especiales. El tímpano es grande, tiene forma de embudo y se une a la lámina de la base del oído interno por medio de una colum-nita que convierte las ondas sonoras que chocan contra el tímpano en vibraciones de fluido del caracol u órgano del oído. El equilibrio es inusitadamente bueno debido a los conductos semicirculares sorprendentemente grandes y a los otolitos del oído interno. De este modo, las aves pueden mantener su nivel de vuelo en niebla cerrada, hazaña que los pilotos humanos no pueden realizar sin ayuda de instrumentos.
Teniendo en cuenta que los lóbulos. olfatorios del cerebro son pequeños, el olfato está poco desarrollado. Sin embargo, el kiwi de Nueva Zelanda parece que huele las lombrices de tierra que tienta con su largo pico, pero su lóbulo olfatorio está muy desarrollado. El sentido del Tacto está restringido y muy localizado. Las cerdas del pico tienen terminaciones nerviosas en el folículo de la base. El opérculo de la paloma, situado en la base de la mandíbula superior, es sensible; también lo es la punta del pico de la chocha. Evidentemente las aves sienten a través de las patas los impactos lejanos transmitidos por la tierra.