La muerte y el redescubrimiento de la escritura cuneiforme reflejan un viaje fascinante a través del tiempo.
Utilizada en grandes ciudades como Asiria y Babilonia, esta forma de escritura registró transacciones comerciales y conquistas militares, siendo un vehículo de expresión para eruditos.
A pesar de su desaparición tras la adopción del arameo, su legado perduró en la astronomía hasta el siglo I.
Sin embargo, con el tiempo, su conocimiento se desvaneció, dejando un vacío en la memoria colectiva.
muerte y redescubrimiento de la escritura cuneiforme
En las grandes ciudades de Asiria y Babilonia, como Assur, Nínive, Babilonia y Uruk, esta escritura se utilizó durante otro milenio para registrar las transacciones comerciales de sus hombres de negocios y las conquistas militares de sus grandes reyes, como Senaquerib y Nabucodonosor. Sirvió también de vehículo de expresión a los eruditos. En Nínive, el rey Asurbanipal de Asiria poseía toda una biblioteca, con copias de textos de todas las edades. La escritura cuneiforme erudita, en efecto, sobrevivió en más de 500 años a los imperios asirio y babilónico. Aunque el arameo fue adoptado como lengua oficial desde el año 500 a. de J.C., los astrónomos de Babilonia continuaron registrando sus observaciones en escritura cuneiforme hasta el siglo i de nuestra Era. Sin embargo, posteriormente, la «escritura y lenguaje caldeos» (como se denominan en la Biblia, Daniel, 1:4) desapareciendo rápidamente del recuerdo de las gentes. Los viajeros medievales que visitaron esta región no hacen mención alguna de escritura, a la que ni siquiera se le concedió categoría de tal durante algún tiempo al ser redescubierta en Persia durante el siglo xvii. En 1700 se le aplicó por primera vez la denominación latina de «cuneiforme» y en 1850 había sido felizmente descifrada. Pero su redescubrimiento constituye un lento proceso llamado quizás a no conocer nunca fin: después de más de un siglo de asiriología, durante el cual se han descifrado y traducido centenas de millares de textos cuneiformes, quedan por descifrar cifras muy superiores, que esperan su turno en los museos y archivos del mundo entero. Tales textos, sin embargo, no representan sino una pequeña parte de los que, a buen seguro, permanecen en espera del excavador en el subsuelo del Irak y territorios limítrofes de Siria, Turquía e Irán.