La octava cerrada es un término que se refiere a un periodo de ocho días que no permite la celebración de otras festividades o la conmemoración de santos.
Este concepto se aplica, por ejemplo, a la octava de Pentecostés, donde la solemnidad se mantiene sin interrupciones.
En este contexto, la octava cerrada resalta la importancia de una celebración específica, reservando el tiempo para su reflexión y devoción.