El servicio consular tiene sus raíces en el resurgimiento del comercio mediterráneo durante las Cruzadas, cuando ciudades como Barcelona, Valencia, Génova y Amalfi comenzaron a enviar agentes consulares a los puertos de Levante.
Estos cónsules, considerados magistrados, se encargaban de resolver conflictos de Derecho marítimo y proteger los intereses de sus connacionales.
Con el tiempo, los estados europeos reconocieron la importancia de estos servicios, consolidando así el papel del cónsul en la diplomacia.
origen, historia y desarrollo del servicio consular
Con el despertar del comercio mediterráneo de su largo letargo, durante las Cruzadas, reapareció en los países ribereños la oficina consular. Ya en el siglo xii las ciudades de Barcelona —patria probable del famoso Llibre del Consolat de Mar—, Valencia, Génova y Amalfi empezaron a enviar agentes consulares a los puertos de Levante. Pronto se generalizó la práctica de elegir cónsules o destacarlos del propio Estado para que sirvieran a las nuevas comunidades de comerciantes. Prevalecía a la sazón la doctrina de que un extranjero sólo se hallaba sujeto a la ley de su país y no a la del en que viviera. Los cónsules actuaban en consecuencia como magistrados en el arreglo de cuestiones de Derecho marítimo y comercial y trataban con las autoridades locales de los asuntos relativos a la protección de las embarcaciones y propiedades de sus connacionales. Los recién constituidos estados nacionales europeos de los siglos xv y xvi, percatados del valor de estos servicios, enviaron «cónsules de ultramar» en sustitución de sus semioficiales predecesores.
A medida que los estados occidentales se hicieron más nacionalistas, los extranjeros perdieron el derecho de acogerse a sus propias leyes, salvo en algunas naciones predominantemente no cristianas. Turquía y China, entre otras, concluyeron algunos acuerdos de extraterritorialidad que, sin embargo, se vieron prácticamente anulados por la II Guerra Mundial. Véase Extraterritorialidad.
La mayoría de los sistemas consulares se basan en el francés, instaurado antes de la Revolución, reorganizado en 1836 y modificado en tiempos posteriores, en que el servicio consular quedó vinculado estrechamente al diplomático.