Los principios fundamentales de la democracia son esenciales para entender cómo se organiza una sociedad justa y equitativa.
En su núcleo, la democracia valora al individuo y su igualdad, permitiendo que cada persona desarrolle su personalidad en un entorno seguro.
A diferencia de los sistemas totalitarios, donde el individuo es subordinado, en la democracia el pueblo es el verdadero soberano, sustentando valores como la libertad y la igualdad ante la ley.
principios fundamentales de la democracia
Aunque la democracia es en realidad un principio, cuya realización práctica puede adoptar muy diversas formas, comprende varios matices fundamentales que trataremos de señalar. En el punto central, dicen los autores, se halla la valoración del individuo; su igualdad es el postulado que deriva de aquél. Los individuos pueden velar en seguridad por el desarrollo de su personalidad. Cierto es que los hombres presentan caracteres muy diferentes, pero importan más los comunes. Frente al Estado totalitario, donde el individuo es simplemente una pieza o un servidor de la máquina estatal, en el Estado democrático el individuo es un punto central. Sobre la voluntad del conjunto, considerado como una unidad, el pueblo, descansa el Estado. La democracia reposa sobre las ideas de igualdad y libertad. La igualdad significa igualdad ante la Ley, igualdad de opción para los cargos públicos, igualdad de sufragio e igualdad en los impuestos, sin discriminación por razón del sexo y otras circunstancias. De hecho no siempre se han producido tales igualdades, frustrando así uno de los principios esenciales de las democracias. En cuanto a la libertad, prescindiendo del estudio de su sentido filosófico y profundo, ha plasmado en la promulgación de unas tablas de derechos que integran los textos constitucionales. Estos derechos o libertades aparecieron proclamados tanto en Estados Unidos, con la Constitución de Virginia en 1776, como en Francia en 1879, y se han reproducido en casi todos los países y Constituciones.
La división de poderes, aunque constituye una institución no precisamente democrática sino liberal, ha formado parte esencial de la ideología democrática.
Los principios se complementan con las instituciones en que han cristalizado las realizaciones de aquéllos. En primer término figura la Constitución, cuyo contenido esencial radica en garantizar los derechos y libertades del individuo y determinar la división de poderes, constitución que, por reminiscencias pactistas, debe ser escrita, solamente promulgada por el poder constituyente y rodeada de las seguridades que impidan su caprichosa mutación por el legislativo ordinario. Suele acompañarse de un especial proceso de reforma y de medios para controlar la constitucionalidad de la legislación que posteriormente se promulgue.
Como quiera que la totalidad de los ciudadanos no puede concurrir a la dirección de los asuntos públicos y, según la teoría que esbozara Siéyes en Francia, es consustancial a la democracia la idea de representación, el pueblo, mediante el sufragio, procedimiento típico, designa sus representantes, quienes, en su nombre, asumen el ejercicio efectivo de la soberanía nacional. Esta representación integra el poder legislativo, el Parlamento, al que corresponde, aparte de la representación del pueblo concebido como cuerpo electoral, la elaboración de las leyes, la aprobación de los recursos económicos y la fiscalización del poder ejecutivo, singularmente en los regímenes parlamentarios propiamente dichos.
Consustancial, por último, se ha mostrado el sistema de los partidos políticos; siendo la democracia un régimen basado en la opinión pública, los partidos concretan esta opinión y, de otra parte, la modelan. Véase Partidos políticos.