El dióxido de azufre es un gas con propiedades interesantes y útiles.
Es muy soluble en agua, formando una solución de ácido sulfuroso, que puede cambiar el color del tornasol.
Este gas se licúa fácilmente bajo ciertas condiciones de temperatura y presión, y es más denso que el aire.
Aunque no es combustible, puede reaccionar con ciertos metales.
Además, actúa como un reductor potente, capaz de transformar halógenos y decolorar sustancias.
propiedades del dióxido de azufre
El dióxido de azufre es bastante soluble en el agua, pues un volumen de agua disuelve 50 de gas a la temperatura ordinaria. Se liquida con bastante facilidad: a presión atmosférica basta con enfriarlo a —10 °C y una presión de 2,7 atm produce su licuefacción a los 15 °C. Es unas 2,2 veces más denso que el aire. No es ni combustible, es decir, ni arde en el aire ni activa la combustión de otros cuerpos, aunque ciertos metales como el sodio o el potasio arden con llama brillante en atmósfera de dióxido de azufre. Gomo este gas es en realidad el
anhídrido del ácido sulfuroso, al disolverse en el agua se obtiene una solución de dicho ácido, bastante débil, pero capaz de enrojecer el tornasol azul: H2O + SO2 -> H2SO3
El Ácido sulfuroso es un reductor bastante enérgico, convierte los Halógenos en haluros de hidrógeno y destruye ciertas sustancias colorantes. La acción reductora y decolorante que el dióxido de azufre ejerce sobre una solución ácida de permanganato potásico permite identificar al gas. El dióxido de azufre, en presencia de un reductor fuerte, puede actuar como oxidante; por ejemplo, reacciona con el sulfuro de hidrógeno para formar agua y azufre: 2H2S + SO2---> 2H2O + 3S
Reacciona con algunos Hidrocarburos no saturados o sus derivados para dar polisulfonas termoplásticas resinosas. Véase Sulfona.