Los sentidos del bebé son fundamentales para su desarrollo y adaptación al mundo.
Desde el nacimiento, la vista del recién nacido comienza a evolucionar, permitiéndole distinguir objetos y colores en los meses siguientes.
Por otro lado, el oído está relativamente desarrollado al nacer, aunque puede verse afectado por el líquido amniótico.
Con el tiempo, el bebé aprende a reconocer sonidos y voces, lo que fortalece su vínculo con el entorno y sus cuidadores.
sentidos del bebé
Vista. Las células especiales empleadas para la visión no están aún completamente desarrolladas en los ojos del recién nacido, sino que se van desarrollando gradualmente. Al cabo de un mes, el bebé puede ya ver los objetos grandes y a los cuatro meses es capaz de distinguir bien las formas y los colores. Al primero o segundo mes, el niño puede seguir con los ojos una luz móvil y poco después comienza ya a dar muestras de que reconoce objetos familiares.
Oído. La mayor parte de los autores creen que el sentido auditivo está bien desarrollado en el momento del nacimiento. Sin embargo, en su mayoría, los recién nacidos permanecen total o parcialmente sordos durante los primeros días hasta que se evacúe el líquido amniótico que pueda haber llenado el oído medio. Los ruidos sobresaltan fácilmente al niño pequeñín y los sonidos fuertes provocan su llanto. Muy temprano sabe ya distinguir los sonidos; si está llorando, cesa en cuanto oye la voz de su madre. A medida que va creciendo, el niño imita los sonidos que percibe y de esta manera es como va aprendiendo a hablar.
Gusto. El sentido de los sabores se manifiesta muy temprano en la infancia. La mayoría de los bebés sienten preferencia por las sustancias de sabor dulce, aunque algunos pueden preferir los sabores amargos.
Olfato. Se cree que el sentido del olfato está bien desarrollado en el momento del nacimiento. Cuando llega a los siete u ocho meses, el bebé sabe ya usar su olfato husmeando y oliendo y parecen gustarle diversos olores.
Tacto. El niño posee gran sensibilidad de tacto especialmente en la lengua y labios, pero se cree que apenas es sensible al dolor durante su primera infancia. Reacciona en seguida al calor y al frío y suele rechazar el alimento si éste varía de temperatura unos pocos grados.
