El shock quirúrgico es una complicación que puede ocurrir durante o después de una cirugía, caracterizada por una disminución crítica en el flujo sanguíneo y la presión arterial.
Con los avances en anestesia y técnicas quirúrgicas, se ha logrado minimizar este riesgo.
Se presta especial atención a la temperatura de los órganos y se evitan manipulaciones innecesarias.
La formación de médicos en anestesiología ha sido clave para reducir la incidencia de este fenómeno, mejorando así la seguridad del paciente.
No es poco lo aprendido acerca de la prevención del shock quirúrgico (v. Shock). Actualmente el shock se ha reducido al mínimo al hacer la anestesia lo más corta y ligera posible. Se presta sumo cuidado a evitar el enfriamiento de los órganos internos; cuando es necesario exponerlos al aire, se aplican sobre ellos compresas calientes empapadas en una solución salina. Las manipulaciones y particularmente los estiramientos de los órganos internos se reducen al mínimo. El tiempo de la operación se acorta al máximo, sin menoscabo de la perfección. Algunas operaciones se practican en dos o más tiempos, a fin de que se divida también el shock sobre el paciente. La posibilidad de shock quirúrgico ha quedado aún más reducida al encargarse de administrar la anestesia médicos especializados en anestesiología. Por otro lado, los estudios de Hans Selye y otros autores, concernientes al estado general del paciente y el shock, han venido a suministrar una importante información acerca del valor del tratamiento endocrino en la prevención y corrección del estado de shock. Selye ha descubierto que el sistema hipofiso suprarrenal desempeña un papel fundamental en el shock; una hormona, la desoxicorticosterona, promueve el desarrollo del shock y otras, la Cortisona y el ACTH, corrigen la reacción de «alarma» que caracteriza al shock.