La tartracina es un colorante azoico que ha sido utilizado desde tiempos antiguos.
Su principal función es aportar un tono amarillo a diversos alimentos, siendo especialmente popular en algunos países.
Este aditivo no solo realza la apariencia de los productos, sino que también juega un papel importante en la industria alimentaria, donde la presentación visual es clave para atraer a los consumidores.