Topografía de la Argentina

La topografía de la Argentina se caracteriza por su notable variedad orográfica.

En el oeste, se alza la imponente cordillera de los Andes, que se estrecha hacia el sur.

Al noroeste, la Puna y las cordilleras salto-jujeñas enriquecen el relieve.

En el centro-norte, destacan las Sierras Pampeanas, mientras que las vastas llanuras del Chaco y la Pampa son fundamentales para la agricultura.

Al sur, la Patagonia presenta una amplia meseta con sistemas orográficos dispersos.

topografía de la Argentina
  1. Argentina presenta cierta variedad orográfica. Una gran cordillera, los Andes, accidenta todo el O del país, con un estrechamiento que se acentúa a medida que se avanza hacia el S; la Puna y las cordilleras salto-jujeñas complican el relieve del ángulo NO; las llamadas Sierras Pampeanas, uno de los rasgos más salientes de la topografía argentina, se localizan en su zona centro-norte; las grandes llanuras del Chaco, Mesopotamia, el Delta del Paraná y la Pampa, cubren la zona oriental del país y constituyen el fundamento de su extraordinaria riqueza agrícola; finalmente, al S, una amplia meseta, Patagonia, aparece cruzada por algunos pequeños sistemas orográficos más dispersos. Los valles, bolsones y altiplanicies comprendidos entre las sierras completan el panorama orográfico de la gran República del Plata.

    Los Andes. La gran cordillera de plegamiento sudamericana, extendida entre el istmo de Darién y la Tierra de Fuego, recorre el O de Argentina entre los 22 y 55° de latitud S en más de 3650 km. Debe su origen a un gigantesco geosinclinal que plegó en el Terciario los sedimentos paleozoicos y mesozoicos depositados en una cuenca larga y estrecha; el plegamiento tuvo diversas fases que. se iniciaron en los tiempos terciarios y se han continuado en los cuaternarios, acompañadas de abundantes efusiones volcánicas. Los estratos no sólo se plegaron, sino que dieron también lugar al corrimiento de grandes bloques, lo que complica la orografía andina. Los Andes argentinos acostumbran a dividirse en dos grandes secciones: áridos al N y patagónicos al S. Los septentrionales afectan a la sección comprendida entre Catamarca al N y Mendoza al S a través de La Rioja y San Juan. Pese a su gran altitud, la aridez del clima hace escasas tanto las nieves y los glaciares como la vegetación. En las cumbres permanecen erguidos los peñascos, però la zona baja está formada de materiales sueltos, acumulados como consecuencia de los desmoronamientos («argayos»). Por su considerable anchura —hasta 50 km en algunos puntos— presentan los Andes cordales paralelos, separados por valles profundos. En Catamarca, al S de la Puna, se alzan macizos tan elevados como los Ojos del Salado (6870 metros) y los cerros de San Francisco, Tres Cruces e Incahuasi, todos de más de 6300 m. Más elevado aún es el Cerro del Bonete (6872 m), ya en La Rioja, que es posiblemente la segunda cima del continente. Al N de la cordillera nevada de la Ramada, completamente en territorio argentino, el Mercedario (6770 m) eleva sus nieves persistentes en la provincia de San Juan. Las cordilleras del Espinillo y Penitentes rematan, por el S, en una serie de cerros (Iglesia, Cúpula, Catedral, Aconcagua) situados en el punto de reunión de otras sierras: Cerrada, de los Indios, del Tigre, etc. Sólo superado en altitud por las cimas asiáticas, el Aconcagua (7032 m) es la cumbre más elevada de América, por lo que se ha erigido en objeto de atracción para los alpinistas, que desde su altura pueden gozar de un paisaje grandioso, en el que las montañas, blancas por la nieve, contrastan fuertemente con la distante llanura argentina o la inmensidad del Pacífico. Las masas de nieve del Aconcagua han formado glaciares que alimentan las cuencas hidrográficas de San Juan y. Mendoza. Al otro lado del valle tajado por el río de las Cuevas, en la misma sección fronteriza, se escalonan los cerros Juncal, del Plomo, Polleras y Tupungato, que alcanzan alturas superiores a 6000 m y que, por recoger mayor cantidad de nieve, forman glaciares importantes, como el del Plomo. El Tupungato, antiguo volcán, una de las grandes cumbres andinas (6800 m), inicia una serie en que aparecen más al S el Overo y el Planchón, además de los volcanes chilenos, más activos. Los pasos son escasos, difíciles y muy elevados, como el del Potro, situado a 5830 m, y aunque más al S van perdiendo altura no por ello facilitan las comunicaciones, dada la mayor abundancia de nieve a partir de los 35° S. En los Andes áridos el límite de las nieves perpetuas se sitúa entre los 5000 y 5500 m. Tras una zona dé transición los Andes áridos dejan paso a los patagónicos y, al atenuarse la aridez, las masas de hielo de las montañas fluyen hacia el Pacífico o el Atlántico de manera constante.

    Frente a la sección andina septentrional, pero más al E, se alinea una serie de sierras que reciben, en conjunto, el nombre de Precordillera. Sus sedimentos primarios fueron plegados en esa misma época, pero se vieron realzados por el plegamiento terciario, en ocasiones hasta los 4000 m. Las sierras de Jagüel, Umango, Jáchal, Talacasto, Totonal y Zonda son las principales; más al S la Sierra Pintada y el valle del Atuel constituyen el límite meridional de la Precordillera. Estas montañas están separadas de los Andes por anchos valles, de dirección N-S, altitud comprendida entre 1700 y 1800 m, fondo horizontal y grandes mantos de sedimentos, erosionados de las montañas que los rodean; los principales son los de Galingasta, Barreal y Uspallata. Por el E una gran fractura tectónica, en la que son frecuentes las manifestaciones sísmicas, separan la Precordillera de las sierras pampeanas, bastante próximas.

    Con el avance en latitud hacia el S los Andes, cambian así en el aspecto físico como en su constitución geológica. Características del tramo septentrional de los Andes patagónicos son: desviación de la cordillera principal hacia el O, disminución de anchura y altura, aumento de la humedad que tiene como consecuencia la formación de corrientes continuas de agua hacia el Atlántico, descenso del nivel de las nieves perpetuas, aparición del rosario de lagos, que tanta belleza prestan a los Andes meridionales, y presencia de grupos volcánicos, algunos tan famosos como el Payún Matrú y el Domuyo. Los Andes patagónicos se inician en el paso de las Damas, cerca de los 35° S. En una zona de transición que abarca varios grados de latitud no desaparece la Precordillera, sino que por el contrario ostenta las mayores cumbres, como el citado volcán Domuyo (4709 m), límite septentrional de la Cordillera del Viento. El río Atuel separa las sierras Pintada y Nevada (3810 m) que forman los puntos de la Precordillera más avanzados hacia el E y que se diferencian por su naturaleza geológica, pues en Sierra Nevada hacen su aparición los basaltos, que anuncian ya la Patagonia y obligan a dicho río a salvar las cataratas de Nihuil. Entre la rama andina principal y las montañas precordilleranas se encuentra una meseta, en la que se ubica la laguna de Llancanelo, y entre la Cordillera del Viento y los Andes discurre el Neuquén por un valle de dirección N-S. La cordillera limítrofe disminuye mucho en altitud (volcán Copahué, 2980 m) y presenta numerosos pasos y algunas depresiones transversales que ocupan lagos o valles fértiles, llamados «vegas» en el país. Entre los primeros destacan el Lácar, Huechulaufquen y sobre todo el célebre Nahuel Huapí, sumamente ramificado y extenso (550 km2), que tiene una longitud de 75 km de NO a SE y cuya extraordinaria belleza ha justificado la creación de un Parque Nacional. De las vegas es famosa la de Maipú. Aunque la altitud media de los Andes ha descendido, todavía se encuentran picos de más de 3000 m, como el famoso Tronador (3554), en la zona del Nahuel Huapí, y el esbelto cono volcánico del Lanín (3774). La moderada altitud de los pasos —que aprovechan las depresiones transversales— facilita el acceso a las zonas andinas, en las que el aumento de la humedad favorece el desarrollo de los glaciares, bosques y lagos, que crean un paisaje alpino de notable belleza y gran interés turístico.

    Más al S la cordillera andina acusa una disminución en la altura de las cumbres máximas, si bien la altitud media es similar. Tres cordones montañosos de desigual constitución geológica se alargan de N a S: el fronterizo está formado por granitos, el central por esquistos y el oriental por materiales sedimentarios más recientes o por basaltos de origen volcánico; entre los dos últimos se hunde la depresión de El Bolsón (250 m), de gran valor humano. Las depresiones, cada vez más extensas, están ocupadas por amplios lagos, algunos de los cuales se reparten políticamente entre Chile y Argentina. Los principales son el Buenos Aires (2240 km2), Wintter, San Martín, Viedma y Argentino; estos dos últimos desaguan hacia el Atlántico. La masa de aire húmedo procedente del O derrama sobre la cordillera andina meridional gran cantidad de nieve, que ha dado lugar a dos gigantescos campos de hielo, separados por el fiordo de Baker: uno al SO del lago Buenos Aires, en territorio chileno, y otro más al S, al borde del cual levanta el Fitz Roy sus masas de dioritas hasta 3375 m. Esta gran abundancia de hielos origina grandes glaciares, como los de Viedma y Upsala, éste uno de los más largos del mundo.

    El tramo más meridional de los Andes se fractura cada vez más intensamente y se incurva hacia el E hasta terminar en la isla de los Estados o incluso prolongarse en las llamadas Antillas australes. Disminuye la altura de las cumbres, pero también el nivel de las nieves persistentes, que queda reducido a 800 m. Dos grandes depresiones del suelo, ocupadas por el lago Fagnano la del N y el canal de Beagle la del S, están separadas por las cordilleras de Valdivieso y Sorondo, la primera de las cuales culmina en el Monte Olivia (1370 m), cercano a la ciudad más meridional del Globo: Ushuaia.

    La Puna y las Sierras Subandinas. Con el nombre de Puna se conoce una gran altiplanicie, subdividida en diversas depresiones rodeadas de elevaciones. Es comarca arreica, que sólo en su zona más septentrional tiene desagüe hacia el Atlántico por el rió San Juan, de la cuenca del Pilcomayo. Las depresiones, de disposición horizontal, reciben el nombre de salares y abundan en minerales de bórax; se sitúan por encima de los 3500 m y aparecen delimitadas no sólo por las montañas del borde de la Puna, sino también por grupos volcánicos entre los que destacan el gigantesco Llullaillaco, el grupo de Antofalla y los que en forma de arco se extienden entre Zapaleri y Socompa. La intensa erosión de las montañas de la Puna ha sido debida más a las alternativas de temperatura, que han fraccionado las rocas, que a la acción de las aguas, ya que éstas son escasas. La Puna desborda los límites políticos de Argentina y se extiende por Chile (Atacama) y por la altiplanicie boliviana. En el interior de la Puna la Sierra de Calalaste, que limita los salares de Antofalla y Arizaro es, como otras montañas interiores, muy antigua; tiene carácter esquistoso, pero presenta bloques muy dislocados.

    En el E la Puna aparece bordeada por una serie de macizos y sierras, que la separan de las llanuras del Chaco. Entre las sierras destacan las de Santa Victoria y Aguilar; entre los macizos, los de Chañi y Acay. A partir de este punto se estrecha para cerrarse en el Cerro de San Francisco, de la cordillera andina. La dirección general de los cordones orientales de la Puna es la NNE-SSO; entre las cordilleras se abren profundas y estrechas quebradas, por las que discurren los ríos de la vertiente atlántica, tales como las de Humahuaca y el valle Calchaquí. Pese a su fortísimo desnivel (más de 2000 m) sirven de vías de acceso hacia la Puna, a la que se accede por las llamadas «abras». Con estas quebradas, de formación erosiva fluvial, contrastan los valles, de origen tectónico y grandes depósitos sedimentarios, que, al facilitar la agricultura, han favorecido el poblamiento humano; entre ellos destacan los de Jujuy, Campo Santo y Lerma.

    Las sierras subandinas, o salto-jujeñas, sólo están separadas del borde oriental de la Puna por diferencias de constitución geológica. Están formadas por un basamento cristalino plegado, recubierto por los sedimentos mesozoicos de la llamada «serie petrolífera». El límite físico entre ambas unidades orogénicas son la Sierra de Tilcara y los valles de Jujuy y Lerma. La altitud de las sierras subandinas es, por lo general, inferior a 2000 m y desciende al avanzar hacia el E hasta perderse de forma casi insensible en la llanura. Son las más notables las de Tartagal, Baja de Orán, Calilegua, Zapla, Maíz Gordo y Lumbrera. Presentan «abras» que aprovechan los ríos (Bermejo, Pasaje, Salí, etc.) para descender a la llanura y que sirven de vía de acceso a todo el complicado conjunto montañoso del NO argentino.

    Sierras pampeanas. Aunque menos altas que los Andes, constituyen quizá el rasgo más saliente de la orografía del país y han contribuido a la formación de la nacionalidad argentina. Región muy amplia, entra en contacto con casi todas las otras formaciones orográficas del país: por el N penetra en las provincias del NO argentino y afecta a parte de Salta y Tucu-mán, sin que pueda fijarse un límite preciso por el parecido que presentan algunas sierras pampeanas y las subandinas de Salta; por el NO se funde con la Puna, dentro de Catamarca; al O, en las provincias de La Rioja y San Juan, limita con las precordilleras andinas e incluso con los mismos Andes; finalmente, en las provincias de Santiago del Estero, Córdoba y San Luis, traba contacto con las grandes llanuras del Chaco y la Pampa. Las mayores alturas de estas sierras se encuentran hacia el O, por lo que el descenso hacia la llanura es más suave a través de las llamadas «costas» o zona de contacto entre los roquedos serranos y las capas sedimentarias de la llanura. Por el contrario, el descenso hacia el O es más brusco a lo largo de las denominadas «cuestas», surgidas como consecuencia de una fractura terciaria que provocó la aparición de rocas muy antiguas. En términos generales las sierras pampeanas, que integran en parte el macizo de Brasilia, están formadas por materiales muy antiguos que constituyeron un basamento cristalino sobre el que posteriormente se depositaron sedimentos. Los bloques graníticos fracturados sufrieron los efectos de la orogenia terciaria, que los levantó. El conjunto de las sierras pampeanas penetra en las llanuras septentrionales y meridionales por algunas sierras que reciben el nombre de «puntas», como la de San Luis de la Punta, en la zona S. De todo este conjunto orogràfico sobresalen las sierras, pero tienen también gran importancia, sobre todo humana, las planicies, que ocupan más de la mitad de la superficie total y presentan diversos aspectos: bolsones o valles cuando, como en el N, están comprendidas entre sierras y a gran altitud; llanos cuando están a más bajo nivel y más directamente en contacto con las grandes planicies circundantes. Entre los campos son los más famosos los del Arenal (2300 m de altitud) y Belén. La región es bastante seca y son escasos los ríos que tienen salida al exterior; los que terminan en una depresión interna forman las «salinas», cerca de las cuales existen zonas pantanosas, que cuando son duraderas se llaman «ciénagos» y si son temporales «barreales».

    Las sierras pampeanas arrancan en el N de Tucumán con modestas elevaciones, como las sierras de Medina, Campo y Nogalito*. Mucho más importante es, junto al río Salí, el macizo de las Cumbres Calchaquíes (4570 m), prolongado hacia el S por la sierra de Aconquija, que se eleva a 5450 m en el nevado del Candado y, por ser más húmeda que.las otras, está cubierta de bosques y da nacimiento a numerosas corrientes de agua. Entre las sierras de Aconquija y Ambato al E y las de Chango Real y Fiambalá al O se extiende en los campos el Arenal y Belén, separados por las sierras de Capillitas y Belén. El bolsón de Fiambalá separa la sierra de este nombré de la precordillera andina. Una importante llanura elevada, el valle de Santa María (1800 m), separa la alineación Cumbres Calchaquíes-Aconquija de otra situada más al O, conocida con el nombre de Sierra del Cajón o Quilines, que a su vez tiene más al O la de Chango Real.

    Al S del campo de Belén y de Tinogasta se forman dos grandes alineaciones, separadas por el bolsón de Chilecito, a 900 m de altitud, que desciende hacia el S; la más oriental de dichas alineaciones es la Sierra de Velasco (4500 m), formada por un bloque cristalino, que por el E desciende hacia la llanura riojana. La ancha cuenca de hundimiento de Aimogasta se convierte hacia el S, en Sanagasta, en una quebrada estrecha que da paso a los ríos que marchan hacia la llanura de La Rioja. Al O del bolsón de Chilecito se alza la Sierra de Famatina, cuyo cerro La Mexicana (6200 m) es la cumbre más elevada del sistema; formada por materiales cristalinos, es una rica región minera, que puede explotarse en las ásperas quebradas que tan abrupto hacen el relieve de esta región. Prolongada hacia el S por las sierras de Sañogasta, Vilgo y Paganzo, la Sierra de Famatina domina por el O los valles de Vinchina y Villa Unión.

    Las sierras más occidentales del sistema pampeano se comunican por el N con el bolsón de Fiambalá y por el S con los llanos riojanos, a través del valle del Zanjón, que separa la Sierra de Pie de Palo de las precordilleranas. Estas sierras se inician en el campo de Talámpaya, que domina en 300 m el valle del Guadañeo! y está situado entre las sierras de Sañogasta y Vilgo por el E y la de Jáchal por el O. Al S dél mismo se extienden las sierras del Valle Fértil, Huerta y Gigante, que dominan hacia el O el campo de Punta del Agua. Al S de la Sierra de Velasco el paisaje cambia notablemente, pues en lugar de rodear !as sierras a los llanos, son éstos los que circundan a las pequeñas sierras, de altitud inferior a 2000 m; son las principales sierras las de Chepes y Malanzán, que forman un grupo separado por la depresión de Solea, y las de Ulapes, más al S. Los Llanos de La Rioja se caracterizan por la abundancia de salinas, la más amplia de las cuales es la de Salinas Grandes (8400 km2), en la que los campos salinos se hallan rodeados por vegetación boscosa. Otras salinas notables son la Antigua y la pampa de las Salinas, al O de la cual existe una alineación montañosa que procede del N (San Juan) y está formada por las sierras de Guayaguas, Colorados y Alto Pencoso, de alturas casi siempre inferiores a los 1000 m. Más al E queda la Sierra de San Luis, amplio macizo de vertientes disimétricas: abrupta la que por el O cae sobre los valles de los ríos Nogolí y San Francisco y más suave la del E sobre el valle del Conlara, que separa las sierras de San Luis y Comechigones. La máxima altitud de la Sierra de San Luis es el cerro Retama (2152 m), situado al O. Al E de la citada sierra se forma un grupo volcánico, el del Morro, de formas geométricas, que culmina a 1686 m en el cerro Mogote.

    Finalmente, el grupo más oriental de las sierras pampeanas es el denominado Sierras de Córdoba, que se levantan directamente sobre la Pampa y, al ser fácilmente accesibles, disfrutan de un clima sano y un paisaje agradable; se han convertido en región turística. De ellas forma ya parte, en su zona occidental, la Sierra de Comechigones, en la que el Champaquí se alza a 2884 m. Hacia el NO de este cerro !as sierras de Pocho, Guasapampa y Serrezuela limitan por el O la pampa de Pocho; se trata de una serie de cerros volcánicos, de formas cónicas, que llegan por el N hasta Salinas Grandes. Desde el Cham-paquí hacia el N se alarga la Sierra Grande, que en su tramo más meridional forma una elevada meseta de 2000 m de altitud, llamada pampa de Achala. Paralela a la sierra de Comechigones y separada de ésta por el valle de Calamuchita, se encuentra la Sierra de Cóndores; paralela a Sierra Grande corre Sierra Chica, con el cerro de Uritorco (1949 m), separada de la anterior por el valle de Punilla. Todas estas sierras cordobesas reciben bastante humedad, que genera corrientes de agua como los ríos Primero y Tercero, tan aprovechados por la industria merced a los grandes embalses construidos. Sierra Chica se prolonga hacia el N por la de Isehilín y Macha —separadas por la depresión de Deán Funes— y todavía más al septentrión (ya en Santiago del Estero), por las sierras Norte, Sumampá y Ambargasta. Al O de la ciudad de Santiago del Estero y al S de la de Río Hondo se alarga la Sierra de Guasayán, que completa el cuadro orográfico de la provincia y de todo el conjunto de las sierras pampeanas.

    Las llamaras y sus pequeños macizos montañosos. Ya ha quedado indicado que una gran parte del suelo argentino está constituido por amplias llanuras. En el ángulo NE del país la Mesopotamia se extiende entre los cursos de! Uruguay al E y del Paraná al O, sobre las provincias de Misiones, Corrientes y Entre Ríos. Aunque las corrientes fluviales dan unidad a la región, en el aspecto topográfico existen ciertas diferencias. La zona septentrional —Misiones— es una meseta abovedada, inclinada al SO y formada de rocas lateríticas rojas y eruptivas descompuestas. Guarda parecido con las vecinas comarcas del Paraguay y Brasil y, aunque por no haber sido plegada no ofrece grandes altitudes, presenta algunas modestas sierras (Imán, Misiones, Victoria), que no exceden de los 800 m. Hacia el S, ya en Corrientes, el suelo se deprime, las aguas invaden gran parte de la llanura y forman anegadizos y esteros que aparecen bordeados por médanos de arena; el drenaje de la región es imperfecto, pero en general deriva hacia el Paraná. Si la zona N de Corrientes participa del carácter meseteño de Misiones, la meridional es similar a Entre Ríos, donde la planicie aumenta de nivel y se ondula en numerosas «cuchillas» o «lomadas» de alturas siempre inferiores a 100 m, que, al S sobre todo, sirven de divisoria de aguas. Al S de Entre Ríos da comienzo la zona deltaica del Paraná, formada por multitud de islas separadas por canales y ríos (Paraná Bravo, Paraná Guazú, Paraná Miní y Paraná de las Palmas). Estas islas son de muy escasa altitud, qué a veces disminuye en el centro mientras el borde forma una pequeña eminencia llamada «albardón». Han formado esta llanura los aluviones del Paraná, que hundieron los sedimentos pampeanos más antiguos. Las buenas condiciones físicas, climáticas, biológicas y humanas del Delta del Paraná le han convertido en una región natural de características propias.

    Por el N penetra en Argentina una de las llanuras más interesantes del Globo en el orden agrícola: la constituida por el Chaco y la Pampa. Se inicia en Paraguay y Bolivia, cruza la frontera política por el río Pilcomayo y se prolonga por el S hasta las cercanías del río Colorado, mientras por el E alcanza los cursos del Paraguay y Paraná y las costas del Atlántico y por el O asciende suavemente hasta las sierras pampeanas: zona vital en la Argentina, especialmente en el sector de las Pampas, pues el Chaco, mucho más despoblado y menguado de recursos agrícolas, es ante todo una región boscosa en que el quebracho constituye la gran riqueza, aunque el algodón ha desenvuelto un nuevo tipo de economía. El Chaco, limitado al S por el curso del río Salado del Norte, es zona de imperfecto avenamiento por su excesiva horizontalidad; abunda en esteros, anegadizos y lagunas, a la par que carece de ríos que tengan un cauce constante. Sus suelos, de arenas y arcillas, aunque fértiles, resultan más adecuados para el crecimiento de los árboles. Contrasta ésta riqueza arbórea con el carácter herboso de la Pampa, que por sus diversas condiciones de humedad se divide tradicionalmente en Pampa húmeda (la oriental) y Pampa seca (la occidental); ésta es más elevada y aparece dispuesta en forma de plano ligeramente inclinado hacia las montañas del O. Los límites de separación, determinados por la humedad, no son muy precisos, pero pueden situarse aproximadamente en el meridiano 64° O de Greenwich. La zona más oriental de la Pampa húmeda recibe el nombré de «Pampa ondulada», pues sus pequeñas elevaciones, separadas por amplias zonas ligeramente deprimidas, le dan ese carácter. La altitud es siempre inferior a 100 m y el suelo, formado por los efectos de la erosión eólica, se distingue por la presencia de loes y de ricas tierras negras, sumamente fértiles. Una ligera inclinación en todas las direcciones hace que se hable de una «Pampa deprimida», tanto hacia el N como al S y al O; por sus características topográficas el avenamiento fluvial es difícil e impreciso y abundan las lagunas, esteros y arenales movedizos. La Pampa se eleva hacia las proximidades de la Sierra de Córdoba y se hace más movida en la zona SE de la provincia de Buenos Aires, entre los sistemas montañosos de Tandilia y Ventania. Estos dos sistemas son los únicos que rompen la uniformidad pampera. Es más extenso el de Tandilia (12 300 km2), pero más elevado el de Ventania (1243 m en el cerro Tres Picos). Ambos llevan dirección NO-SE y el primero se. alarga en más de 300 km desde Los Cerrillos hasta Mar del Plata, por las sierras de Olavarría, Azul, Tandil y Balcarce, todas ellas de forma tabular y escasa altitud. Su basamento es arcaico (precámbrico), pero ha recibido depósitos de sedimentos primarios; la altitud máxima del sistema es el cerro Tandileufú (500 m). El sistema de Ventania, más al S, es más reducido en longitud (unos 170 km), pero presenta mayor altura y está más plegado, aunque los materiales que integran sus sierras son también, muy primitivos. Nace al NO con la

    Sierra de Puán, que se continúa por las de Bravard y Cura-Malal, que son paralelas y se prolongan respectivamente por las de Tunas y Chasco. Luego la cordillera se subdivide en dos macizos, separados por el curso alto del arroyo Sauce Grande: Sierra de la Ventana al O, con la máxima culminación, y de Pillahuinco al Este.

    La Pampa occidental o seca está formada por suelos de arenas y guijarros que se levantan paulatinamente hacia el O. La escasez de aguas, tanto superficiales como subterráneas, impide un desarrollo económico intenso. Como transición hacia las mesetas patagónicas se alza una serie de pequeñas sierras, formadas por rocas de pórfido recubiertas por sedimentos, cuaternarios. Al O del río Salado destacan las de Carapacha Grande y Choique Mahuída; al E del citado río, las de Carapachá Chica y Lihuel Calel (donde se alza el punto culminante, a 500 m); y finalmente al N del valle del Colorado, la de Pichi Mahuída. Al S de dicho río, desde los 39° S hasta la Tierra de Fuego, se extiende la meseta patagónica, que no es horizontal sino inclinada desde los Andes al Atlántico y accidentada por valles, sierras y depresiones. Geológicamente la zona situada entre los ríos Negro y Colorado parece que marcó en otros tiempos la separación entre los primitivos macizos patagónico y brasileño. Las rocas constitutivas del suelo patagónico son muy antiguas: gneis, granitos y esquistos cristalinos, que afloran en la Pampa de Gastre, donde llegan a formar elevaciones de 1200"m. Rocas eruptivas (pórfidos cuarcí-feros) y sedimentos secundarios y terciarios completan la constitución geológica. Algunas capas sedimentarias del cretáceo fueron plegadas y dieron lugar a las sierras de Olté, Buen Pasto, Telégrafo, San Bernardo y otras, en las zonas de Chubut y Comodoro Rivadavia, donde en los sedimentos jurásicos aparece el petróleo.

    Rasgo característico de Patagonia es la presencia de inmensos campos de cantos rodados, debidos a las erosiones fluvial, glaciar y eoliana. La sucesión de diversos movimientos epirogénicos, los últimos de los cuales fueron de ascenso, ha dado su fisonomía al relieve actual. Las mesetas y terrazas, a las que a veces se les da el nombre de pampas, descienden bastante bruscamente sobre las depresiones y valles. En general, el relieve en terrazas, de mayor altitud al N y O, determina una estructura en gradas, que caen, sobre el Atlántico con alturas comprendidas entre los 70 y 200 m, no sin dejar pequeñas llanuras formadas por los materiales de acarreo. La sucesiva erosión fluvial, con su ahondamiento progresivo, hace que también el descenso hacia los valles se haga por gradas. Estos valles fluviales constituyen el rasgo más saliente del relieve patagónico, por cuanto son amplios y representan los centros de cultivo o de pastos; a veces están cruzados por brazos muertos de los ríos. No faltan en Patagonia depresiones, de muy diversa extensión, ocupadas a veces por lagos, como el Musters y el Colhué Huapí, dominados al O por la Sierra de San Bernardo. Otra depresión importante es la región del Golfo de San Jorge, en la que los sedimentos contienen yacimientos petrolíferos. Otras, más próximas al océano, están cubiertas por salinas marinas e incluso se hunden bajo el nivel del mar, como sucede en la península de Valdés. El relieve de la zona oriental de la Tierra de Fuego es continuación del de Patagonia, pero menos complicado y más abundante en zonas deprimidas, en las que se forman turberas.

    De las islas argentinas la de los Estados es montañosa, con elevaciones de cerca de 1000 m, algo superiores a las de las islas Malvinas, que son también montuosas pero de perfiles limados por la erosión. En la isla de la Coronación, del archipiélago de las Oreadas del Sur, el cerro Noble se eleva a 1600 metros.

    El litoral. Argentina está bañada por el Océano Atlántico en una longitud que, incluidos los canales Moat y Beagle en Tierra de Fuego, supera los 4100 km. El amplísimo estuario del Río de la Plata termina por el S en el cabo San Antonio (36° 20' latitud S), que es donde realmente da comienzo el litoral atlántico. Éste puede dividirse en tres sectores: el de la Pampa, el patagónico, y el de Tierra de Fuego y zona de los estrechos. Entre los cabos San Antonio y Corrientes la costa, que se alarga en dirección SO, es rectilínea, bordeada de médanos y generalmente baja, pero con algunos acantilados de altura variable cuando las barrancas llegan hasta la orilla del mar. La laguna de Mar Chiquita, de agua salada, es el principal accidente. El cabo Corrientes es la terminación en el mar del macizo montañoso de Tandilia. La barranca más notable del litoral pampeano es la de los Lobos, al S de Punta Mogotes, en la que existen médanos móviles, que ha sido necesario fijar por medio de plantaciones. Cambia la costa de dirección hacia el O, y en Punta Tejada se inflexiona al NO para dar entrada a Bahía Blanca. La costa es baja, de terrenos frecuentemente anegados; sirve, no obstante, para dar abrigo a la base naval de Puerto Belgrano. En Bahía Blanca la costa toma dirección S y aparece salpicada de islas en la zona comprendida entre las desembocaduras del Colorado y Negro, bordeada ésta de grandes acantilados.

    El litoral patagónico del río Negro al canal de Beagle es más elevado; los acantilados oscilan entre 70 y 200 m de altura, sólo cortados por las desembocaduras de lós ríos, en los que las mareas actúan con gran intensidad (hasta 9,45 m en el Santa Cruz y Gallegos). El gran golfo de San Matías, con los más pequeños de San Antonio al N y San José al S, constituye el primer accidente notable de las costas patagónicas. La península de Valdés, que deja al S el golfo Nuevo, es el mayor saliente terrestre; los dos golfos que casi la seccionan ofrecen buenos puertos naturales, especialmente el de Madryn. Pasada la desembocadura del Chubut, la costa se recorta en pequeños entrantes hasta el cabo Dos Bahías. Entre éste y el de Tres Puntas se forma el Golfo de San Jorge, de radio amplísimo y con una serie de pequeñas bahías,. como las de Bustamante y Malaspina en la zona N, la rada Tilly en el centro —junto a Comodoro Rivadavia— y las de Olivia y Mazarredo al S. La característica principal del litoral patagónico meridional es la presencia de grandes estuarios, como los del Deseado, el de Santa Cruz —que es doble por la unión del río Chico en la zona del estuario—, el del Coyle y el de Gallegos, también doble. En todos ellos es grande la amplitud de las mareas, que penetran bastante al interior. Más al S, en el cabo Vírgenes, la costa toma dirección SO hasta punta Dungeness, donde se abre el estrecho de Magallanes.

    La costa argentina de Tierra de Fuego lleva en principio dirección SE y es alternativamente baja y elevada por la proximidad de la cordillera magallá-nica. En el cabo de San Pío, a los 55° 3' de latitud S, comienza el litoral de los canales; en el de Beagle se forman las pequeñas bahías del Almirante, Ushuaia y Lapataia, próxima ésta al extremo meridional del litoral argentino.

    El continente sudamericano en su zona meridional está bordeado por una amplísima plataforma continental, de escasa profundidad y más de 1 000 000 km2 de superficie, en la que se acusan diversos niveles y algunas depresiones. Próximas al litoral argentino discurren dos corrientes marinas: la cálida del Brasil de N a S y la fría de las Malvinas en dirección contraria, un tanto desviada por la plataforma continental. La riqueza pesquera y la obtención de petróleo en la zona marina próxima a Comodoro Rivadavia confieren valor económico al litoral argentino.

    Para más información ver: argentina.
Actualizado: 23/02/2015


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m. = sustantivo masculino
Mar. = Marina
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