La acepción se refiere a la característica o propiedad de ser común, ordinario o carente de distinción.
La vulgaridad, en este sentido, implica una falta de refinamiento, elegancia o sofisticación en el comportamiento, el lenguaje o las preferencias.
Esta cualidad puede ser percibida en acciones, palabras o incluso en la elección de ciertos objetos o estilos que son considerados de gusto común o bajo por una sociedad o grupo cultural específico.
Ejemplos de uso: "La vulgaridad de su vestimenta no pasó desapercibida en la gala", refiriéndose a que la forma de vestir de una persona fue percibida como inapropiada o de mal gusto para un evento formal.
"Intenta evitar la vulgaridad en tus comentarios durante la cena", haciendo hincapié en la importancia de mantener un lenguaje y temas de conversación adecuados y respetuosos en un contexto social determinado.
Especie, dicho o hecho vulgar que carece de novedad e importancia, o de verdad y fundamento.
Esta acepción se enfoca en los dichos, hechos o ideas que son comunes y triviales, careciendo de originalidad, relevancia o profundidad.
La vulgaridad, desde esta perspectiva, se asocia con lo banal y lo insustancial, aquello que no aporta valor ni interés significativo.
También puede referirse a afirmaciones sin base real o fundamentada, es decir, a ideas que son aceptadas por ser populares pero que carecen de veracidad o justificación lógica.
Ejemplos de uso: "El discurso estuvo lleno de vulgaridades, sin ninguna propuesta innovadora ni significativa", indicando que lo expresado en el discurso fue percibido como común y carente de importancia.
"Es importante verificar la información antes de compartirla para no difundir vulgaridades", sugiriendo la responsabilidad de asegurarse de que lo que se comparte posea veracidad y no sea simplemente un contenido trivial o infundado.
Origen etimológico de vulgaridad: proviene de la palabra latina vulgaritas